Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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Las esperanzas electorales se multiplican en territorio bonaerense

La columna semanal de nuestro corresponsal en la capital de la provincia.

Desde hace horas la Junta Electoral bonaerense ocupa su protagonismo en la disputa por el “poder real”, en una elección tan reñida como la que se conjetura. Mañana por la noche deberá dar a conocer -extraoficialmente, en principio- los votos de un electorado que no sólo elegirá a los nuevos Presidente y Gobernador sino también a legisladores, intendentes, y concejales de 135 municipos para el período 2023-2027.

En la PBA, se sabe, la elección es a todo o nada: se gana por la diferencia de un voto. No hay segundas oportunidades, como en la vida sentimental. Lo que está en juego es una final electoral y los aspirantes a la sede platense de calle 6 llegan con un ritmo de competencia intenso después de una campaña que incluyó polémicas, denuncias y “carpetazos” casi sin distinción de espacios políticos.

Como nunca, la incertidumbre rodea todos los búnkers partidarios. Y con las encuestas en el ojo de la tormenta, nadie se la juega por un resultado, aunque, claro está, cada candidato interpreta las señales como más le conviene.

En la antesala de las urnas, al oficialismo le resultó difícil intentar “vender un proyecto a futuro” con una escalada inflacionaria que no frenó jamás. 

La Provincia es donde están puestas todas las esperanzas de Unión por la Patria, y la elección bonaerense resulta determinante por tratarse del distrito con mayor cantidad de electores en la definición presidencial.

Sobre esa atmósfera corre el gobernador Axel Kicillof, con la inversión en infraestructura como una de las banderas centrales de una gestión atravesada por una pandemia que obligó a fijar nuevas prioridades políticas. Con una estructural crisis económica, logró  igualmente montar un plan que incluyó la construcción de viviendas, rutas, agua y cloacas, caminos rurales, cárceles y obras en escuelas y hospitales.

Quién gane la elección bonaerense tiene una misión casi excluyente: trabajar para resolver la actividad económica, el desempleo y la inseguridad y, a su vez, reactivar el debate sobre el esquema de coparticipación federal que tiene a la Provincia como la región más perjudicada en la ecuación entre los recursos que produce y los fondos que recibe.

Lo que está claro es que la elección presidencial jugará un rol fundamental en el distrito. En el aparato gubernamental están convencidos de que la performance electoral de Kicillof será igual o mejor a la de las PASO, y que incluso el bonaerense puede aportar desde el conurbano los votos que necesita Sergio Massa para llegar a la segunda vuelta.

Si algo le reconocen al gobernador dentro del ancho abanico del kirchnerismo es su perfil de gestión, tanto con los “propios” como con los  “extraños” del arco opositor, sobre todo con los alcaldes del radicalismo.

Incluso, la decisión política de reabrir la paritaria con el sindicalismo fue un intento de aplacar futuras tensiones con estatales y docentes. “La intención es tratar de mantener el valor de los salarios, muy deteriorados por las corridas del dólar de las últimas semanas”, dicen en calle 6.

En un año electoral, el apoyo gremial es un factor determinante para el PJ. Está claro que el gobernador proyecta su propio futuro y, más allá de la relación que pueda construir con el próximo Presidente, mostrarse como “garante” de la estabilidad salarial de los trabajadores¨es un intento de acumular poder hacia adelante, en un contexto que hoy parece imposible de prever.

El “día después”, ya con los números sobre la mesa, podría comenzar a moverse el termómetro interno del PJ. En el caso de que Kicillof sea reelecto, podría acelerar la determinación de tomar el “bastón de mariscal” que oportundamente pidió Cristina Kirchner a dirigentes del peronismo nacional y bonaerense.

En la orilla de los opositores, el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio, Néstor Grindetti, al igual que su par de La Libertad Avanza, Carolina Piparo, no suman individualmente adhesiones masivas dentro del electorado bonaerense y van a necesitan del efecto arrastre de la boleta presidencial que logren sumar Patricia Bullrich y Javier Milei, respectivamente.

En el fortín amarillo de JxC pretenden descontar los poco más de 200 mil votos de diferencia que Kicillof le sacó a Grindetti en las primarias de agosto pasado.

La estrategia de los “halcones” fue polarizar con el oficialismo, dejando de lado cualquier  mención a Píparo, que viene a ser algo así como la astilla del propio palo, ya que su ingreso a la política fue de la mano de la exgobernadora María Eugenia Vidal, y luego en las huestes de José Luis Espert.  

Datos oficiales indican un incremento sustancial de la pobreza y de la inseguridad en el Gran Buenos Aires. Sobre este eje, además de la producción, giraron las principales propuestas de Grindetti y su equipo, con la mira puesta en la gestión de Kicillof, y en un intento de dejar sin discurso a los propios libertarios.

Con aparente viento a favor, el espacio anti casta de Milei parece proclive a capitalizar aquel voto más vinculado con la insatisfacción económica que con las propuestas financieras y privatizadoras del aspirante a la banda presidencial.    

La oferta electoral más certera apunta a la “mano dura” contra el delito y la “motosierra” para achicar el déficit del Estado pero, básicamente, apunta a cerrar la canilla de lo que se considera “gastos políticos” y que, eventualmente, debería afrontar la próxima gestión provincial. 

Claramente, los libertarios también esperan que la figura de Milei logre lo que no logró en las primarias, que es fidelizar su apoyo en los candidatos de la Provincia. 

Si eso ocurre, Píparo tendrá grandes chances de convertirse en la segunda gobernadora mujer de la historia.