Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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En un año electoral, la política tiene la llave para evitar (o no) una nueva crisis cambiaria

Bajarle la marcha a la actividad económica cuesta votos, pero es una de las pocas opciones para evitar un aumento del dólar que complique el panorama.

 

   Todas las acciones del ministro de Economía Sergio Massa y su equipo para frenar una devaluación intempestiva, como por ejemplo, el reciente anuncio de recompra de deuda pública, tendrán a la política cómo principal limitante a la hora de evitar otra de las típicas crisis cambiarias de año electoral.
   Es que se sabe que en años electorales,  a nadie le gusta dar malas noticias. Y tras un 2022 de expansión económica (según datos oficiales, cerró con un crecimiento del 5%) el costo electoral de atemperar la economía suele ser demasiado alto.
    Sin embargo, del otro lado, hay más de un problema. Es que las difcultades del Gobierno para acumular dólares en las reservas del BCRA desde el inicio de su mandato, chocan con importaciones que aumentan al ritmo del crecimiento económico (una economía expansiva necesita de más importaciones, sobre todo, para abastecer a la industria nacional), con lo cual, bajar un cambio en la marcha de la economía luce como inevitable para alejar el riesgo de una corrida cambiaria.
     “Los dólares no alcanzan y en años electorales aumentan las conductas precautorias de la gente, quienes, típicamente, tratan de dolarizarse”, recuerda el economista Jorge Pazzi.
     Pero, como en el caso del perro que se muerde la cola, imponer restricciones por el lado de la demanda de divisas tampoco es sencillo.
    Esto porque a la conducta dolarizadora se suman las necesidades de los importadores de insumos, materias primas y bienes de capital, las que ya están demasiado "pisadas".
   De hecho, como parte de su estrategia para "cuidar los dólares", se obligó a los importadores a financiar sus compras a proveedores extranjeros.
   Resultado: la deuda externa de empresas privadas por importaciones de bienes totalizó U$S 28.202 millones a mitad del año pasado, el valor máximo registrado desde inicio de la serie, de acuerdo con el BCRA.
   "Y la pregunta es: ¿hasta cuándo se puede seguir obligando a las empresas a que hagan esto? ¿cuánto más se puede trabajar al límite de existencias de insumos y materiales?", advierte Pazzi.

   La recompra
   Del lado de la demanda de los particulares, generalmente, pequeños y medianos ahorristas preocupados por el poder de compra de sus pesos y temerosos de las típicas turbulencias de año electoral, las restricciones para comprar divisas para atesorar no son nuevas, ya que el primer cepo data de finales de 2011, cuando Amado Boudou era titular del Palacio de Hacienda.
   Actualmente, pueden acceder al mercado cambiario oficial cuando se renueva el cupo de 200 dólares  mensuales por persona.        
   Pero como casi nunca es posible, se “inventaron” dos mercados nuevos: el Dólar MEP o el CCL, al que particulares y empresas acuden para adquirir divisas sin restricciones, a un precio superior al oficial.
    En rigor, la operatoria a través del Mercado Electrónico de Pagos (MEP o Dólar-Bolsa) es una transacción con títulos públicos que permite hacerse de dólares-billete.
    La operatoria involucra a los denominados bonos soberanos duales, es decir, aquellos títulos emitidos por el Gobierno nacional que tienen cotización tanto en pesos como en dólares.
   "Se compra el bono con cotización en pesos y se vende el que cotiza en dólares, accediendo a un precio de compra que surge de dividir la cotización de ambos títulos (el precio del bono en pesos dividido el precio del título en dólares)", explicó el decano del departamento de Ciencias de la Administración de la UNS, Gastón Milanesi.
    Precisamente, los títulos públicos elegibles por parte del Gobierno tienen esa característica, de manera que al subir la demanda con el anuncio de la recompra por parte de Massa, aumenta el precio del título en dólares (el denominador que determina el precio de compra, como se explica arriba), baja la cotización del MEP y se reduce,  así, la brecha cambiaria, combustible altamente inflamable para la inflación.
   Algo muy similar pasa con el Contado con Liqui (CCL), con la única salvedad que ocurre en Nueva York.  
    “Aunque se anunció como una señal para seducir a los inversores , vía una caída del Riesgo País, lo cierto es que una baja de medio punto no hace demasiado”, explicó Milanesi.  
   “Para mí -agregó- es una señal política para los bancos, que son los grandes prestamistas del Gobierno”.
Como arriba se explica, la recompra sube el precio del bono y baja su rendimiento para quien desee conservarlo hasta su vencimiento, de manera que se reduce el Riesgo País, toda vez que es una diferencia de rendimientos entre bonos soberanos locales y sus pares de EE.UU., lo que es una señal de compra para inversores.

   Faltante crónico
   Pese a contar con buenos  niveles de liquidación de divisas por parte de los exportadores, sumar reservas en el BCRA fue una empresa difícil para la administraciónactual.
   Datos del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE) demuestran que a lo largo de todo el mandato del Frente de Todos, los U$S 37.606 millones ingresados tanto por el superávit comercial como por el crédito del FMI fueron insuficientes para compensar la demanda para de divisas.
   Así, la suma del pago de deuda pública y privada, el déficit de servicios (turismo y, sobre todo, gastos en el extranjero con tarjeta de crédito) y la mencionada compra para atesoramiento totalizó U$S 43.667 millones.
   El resultado de la cuenta es negativo y de U$S 6.062 millones, según el MATE, y el Dólar Soja más  los retrasos en el pago de las importaciones impidieron que sea mayor.
   Pero en 2023, muchos de estos factores no estarán presentes (el superávit estará atado a las exportaciones agrícolas, seriamente afectadas por la sequía), y el espacio para pisar compras al extranjero es, como ya se dijo, mucho menor.
     Las cartas están sobre la mesa y sólo el tiempo dirá si la pulseada la gana la política o la economía.