Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Calle Tucumán: una estrella, un pasillo sin fin y la vereda de los tilos

Caminar la ciudad, prestar atención, levantar la mirada, apreciar pasillos y estilo, zaguanes y portones. Una manera distinta de descubrir cada cuadra.

“El día era más largo en tus veredas/Que en las calles del centro,/Porque en los huevcos hondos se aquerenciaba el cielo”. Elegía de los portones, Jorge L. Borges

 

Calle Tucumán, entre Patricios y Moreno, cinco cuadras. Suficientes para encontrar, descubrir y disfrutar de una enorme variedad de estilos de arquitectura, modelos, señales, carteles, pasillos y flores. Barrio con casas chorizo, con toques art decó, con patios de abuelas, esquinas curvas y nombres presentes.

Panadería La Estrella, cerrada hace tiempo. El local luce una marquesina propia de los cines y sobre la misma el nombre del negocio. Un estilo de otros tiempos que posiblemente sucumbirá cuando el lugar se ocupe con otro destino.

Luego una vivienda propia del renacimiento italiano, el movimiento artístico de mediados del siglo XIX que sacudió al mundo por la calidad de sus obras. La arquitectura fue una de sus formas de expresión, inspirada en la arquitectura clásica. Arcos de medio punto, ventanas particionadas con columnas, el dibujo del almohadillado en la planta baja. Luego decoración, escudos, dibujos y la calidad de la mano de obra en la terminación símil piedra que se mantiene en excelente estado. Puede darle el más brillante de los soles que ese frente aparece como cortado con la precisión de una máquina.


Cenicientas de saldo y esquina

“La esquina del herrero, barro y pampa,/Tú casa, tu vereda y el zanjón,/Y un perfume de yuyos y de alfalfa/Que me llena de nuevo el corazón”. Sur, Troilo-Manzi

Resoluciones de esquinas, un punto singular de la manzana, una referencia. Las calle cuenta con varias casonas que curvan su frente para amigar el encuentro de las dos calles, algunas con una ventana con reja-balcón, otras más complejas, algunas con una carpintería integral para funcionar como comercio. Cada esquina con su remate, su detalle y su tratamiento, marcando territorio.

Casona de principios de siglo, con una particular moldura que se curva sobre las ventanas. Allí funciona la asociación racinguista fundada en 1958, los seguidores de la academia, del equipo de José, del Paso a paso de Mostaza. Uno de los grandes del fútbol argentino, una hinchada que se sabe sufrida y pasional.

Un tradicional comercio de cristales ocupa otra esquina, Lleva como nombre el año que aparece grabado en la parte superior de la ochava: 1910, año del centenario, una vivienda de más de un siglo de existencia. En la fachada dos curiosidades: la firma del constructor –L. Tirabasso--, a usanza de la época, y el cartel que indica el nombre de la calle, indicador que ha sobrevivido al paso del tiempo, una presencia casi centenaria, con una z incorrecta, chapa azul que se sabe reliquia urbana.

Casa chorizo, galería, parra y limonero

“Dos, tres cuadras./Reconoce una larga baustrada/Los redondeles de un balcón de fierro,/Una tapia erizada de pedazos/De vidrio. Nada más. Todo ha cambiado”. Jorge L. Borges, 1929

Aparece una suerte de casa chorizo en estado de reciclado. Una marquesina de hierro y vidrio marca la puerta principal, un remate mezcla de art decó, de árabe, de ojival. El paredón sobre el frente, un patio delante, la casa de los abuelos que se repite en varias cuadras. A veces aparece la galería abierta cociendo las piezas recostadas sobre la medianera. Y el limonero, y la parra, y el pasillo.

La geometría que se impone y respira

“No las ávidas calles,/incómodas de turba y ajetreo,/sino las calles desganadas del barrio,/casi invisibles de habituales,/enternecidas de penumbra y de ocaso". Jorge L. Borges, Las calles

Ningún barrio de la ciudad prescinde del art decó, un clásico de los años 30, geométrico, de guardas triangulares y hierros curvos que insinúan movimiento. Un toque de modernidad y de glamour para un estilo que caracterizó a Hollywood y a Miami. Ser del barrio, pero tener ese toque distintivo.

Y también caminar es encontrar una mezcla de signos, marcas y señales. Un descolorido cartel que indica la mano de circulación, rejas y alambrados de púas que en respuesta a épocas inseguras, un nombre en la pared que se va oxidando, “Margarita”, un trabajo en cerámica con una Virgen o una Santa.

Mansiones perdidas y buzones que no son

“Todo -la medianía de las casas,/las modestas balustradas y llamadores,/tal vez una esperanza de niña en los balcones-/entró en mi vano corazón/con limpidez de lágrima”. Jorge L. Borges, Calle desconocida

 

En Tucumán y Moreno un edificio en altura, reciente, altísimo, que retira su planta baja de la línea municipal y suma canteros sobre el frente. La obra obligó a demoler una casona hermosa, de  aquellas mansiones con escaleras, patios húmedos y aroma a barrio, vereda de tilos, sombra y silencio.

En una esquina, un clásico de la ciudad: los buzones que no son buzones. Viejas instalaciones destinadas al suministro de electricidad, con pequeños transformadores dentro de sus compartimientos. Al pie, las iniciales de la concesionaria del servicio, “BBNO”, el Bahía Blanca al Noroeste, empresas capiteles ingleses adquirida luego por el Buenos Aires al Pacífico, BAP.

Entre tantas casas, aparecen las que están al fondo, en los centros de manzanas, con largos pasillos que bajan y se pierden, estrecho y seguro, que se asoma a la cuadra con su puerta y su carga de misterio.

También están las puertas de vidrios coloridos y marquesinas curvas, puertas dobles de madera con herrajes de bronce para recibir cartas, las firmas de los constructores en los frentes y una plaza, que se llama Pellegrini pero que le dicen Moreno, que tenía pérgolas y las ha perdido, que fue el último cementerio de la ciudad y que ahora busca renovarse.

Cinco cuadras por calle Tucumán, una aventura cuando los ojos miran lo que no están acostumbrados a ver. Cuando la historia escrita en piedra se asoma y habla. Ojos para escuchar, caminata para leer.