Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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"No pasar": la toma de terrenos que dejó a los chicos sin su canchita

En el sector de Darregueira y Río Negro, los vecinos del sector usurparon y delimitaron medio centenar de lotes. Piden que el Municipio les brinde posibilidades de pago por las tierras.

Fotos: Pablo Presti - La Nueva.

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

 

   Los chicos llegan al descampado con una pelota casi destartalada, que tuvo mejores épocas: desinflada, le faltan algunos gajos y más que una esfera parece que estuviera ovalada después de meses y meses de rebotar contra la tierra seca, de embarrarse en cualquier charco, de perderse entre los matorrales o del otro lado de las vías, o de golpearse contra el asfalto de la calle que hay detrás de uno de los arcos.

   Como cada tarde, la mitad pateará para un lado y la otra mitad, para el otro; los equipos tratarán de hacerse lo más parejos posible y, si tienen suerte, esta vez cada uno tendrá la misma cantidad de jugadores. Será un partido de esos que duran una, dos, tres horas, hasta que los chicos se cansen y aparezca el eterno “el que hace el gol, gana”, que el dueño de la redonda tenga que irse o que la noche haga imposible ver dónde están los compañeros, los contrarios y la pelota.

   En el descampado sobre calle Río Negro y Darregueira los esperan los arcos, las redes tejidas quién sabe cómo, las mismas piedras en los mismos lugares, el pocito que marca -metro más, metro menos- el centro del campo de juego, la tierra seca y los laterales cubiertos de yuyos y hasta alguna planta silvestre de acelga. Pero esta vez hay algo más: en varios puntos del campo de juego hay palos clavados, de unos 50 o 60 centímetros, unidos entre sí por cables, tanzas de bordeadora, telas o sogas; hasta hay carteles con nombres y apellidos.

   La canchita ha sido tomada, lo mismo que otros sectores cercanos.

   “No pasar”, dicen algunos de los carteles. Parece que no habrá partido, ni torneo de penales ni nada parecido. Ni hoy ni mañana.

   La canchita ya no es de ellos, de los chicos; es de alguien más que no está ahí, que puso los palos, los cables y las sogas, y se fue. No hay juego posible. Tal vez, en no mucho tiempo, ni siquiera estén los arcos.

 

Nueva toma de tierras en barrio Ferroviario

 

   De las tomas de terrenos que hoy se conocen en Bahía Blanca, la del sector delimitado por las calles Río Negro, Thompson y las vías es la más nueva. En forma de “L”, bordea las dos pequeñas manzanas que ocupa el barrio sin importar qué haya allí o que las vías se encuentren peligrosamente cerca de los terrenos delimitados. Son unos 50 lotes, con un tamaño de 9 metros por 20, aproximadamente.

   La toma comenzó hace unos 10 o 15 días, según quien hable, en coincidencia con la que se dio en el barrio Ferrocarril -sobre un macizo gigantesco ubicado sobre la Avenida Arias-, solo que esta tuvo menos publicidad. Ya se había dado un intento similar meses atrás, pero los mismos habitantes del Larrañaga se habían encargado de sofocarlo.

   Ahora, la cuestión parece ser distinta: son los vecinos del lugar los que demarcaron los terrenos y les pusieron sus propios apellidos, reclamando propiedad. Incluso, hablan de dos tomas diferentes: una donde está la cancha, de la que -cuentan algunos- participarían personas que no pertenecen al lugar, y otra sobre la calle interna Chubut, que sí correspondería exclusivamente a habitantes que viven allí. Al menos, eso dicen.

   “No queremos avivadas -explica uno de estos vecinos-. Los lotes son la gente del barrio, para familias que tienen necesidades; nos conocemos entre todos. Acá, al que quiera vender uno de estos terrenos, se lo sacamos”. No es el primero que aclara algo parecido: en otras tomas que se dieron -se dan- en la ciudad, son muchas las denuncias sobre personas que delimitan terrenos no por necesidad de un techo, sino para hacer negocios con ellos.

   C. Larrañaga es lo que queda de la ex Villa Quilmes; la “C” es de Cecilia. Hace varios años, desde la comuna se decidió mudar la villa de un terreno ubicado junto a la UTN, sobre Montevideo, y construyó esas viviendas para que sus habitantes fuesen a vivir allí. Hoy, muchas de esas familias se encuentran ante el problema de que esas casas les quedan chicas y no hay posibilidades de alquilar en otros lugares, y menos a precios actuales. Pensar en un pedazo de tierra propio es una utopía.

   Entonces, delimitaron los terrenos, ya sea por beneficio propio, ya sea para evitar que otros les ganen de mano. Saben que el resto de la pelea habrá que darla a otros niveles, con los dueños originales de las tierras, con la Justicia o con el municipio. “Tenemos más de 42 denuncias por todo esto. ¿La policía? Pasa, se fija que no ocurra nada raro y se va”, asegura.

 

No queremos avivadas -explica uno de los vecinos-. Esto es para la gente del barrio, para familias que tienen necesidades. Al que quiera vender uno de estos terrenos, se lo sacamos”

 

   La idea, que por ahora parece ser el Plan A, es llegar a un acuerdo para pagar el lote, con quien sea y a quien sea.

   “Nos presentamos en la Municipalidad para ver si nos pueden ayudar, para que podamos poseer estos terrenos y vivir. En su momento también habíamos solicitado limpieza y mantenimiento, pero no logramos nada. Al final, terminamos haciendo todo nosotros”, aclara el vecino, que no se identifica. 

   Por el momento, la idea es conseguir una suerte de moratoria por parte del Estado, que les permita pagar los lotes, hacer una mensura justa y edificar sobre ellos. No se habla de un Plan B.

   “Nosotros somos pacíficos: queremos hacer las cosas bien y no vamos a poner alambres o un ladrillo hasta que nos digan. Por ahora no nos contestaron nada, pero esperamos una respuesta”, afirma.

   En lo que queda de la cancha, los chicos también esperan, pero no saben qué. Los palos, sogas, tanzas y carteles siguen ahí, sin permitirles jugar. Se miran entre ellos, entre enojados y resignados; hay soluciones que no están a su alcance.

   Al final, uno agarra la pelota, la pone bajo su brazo y se da vuelta, regresando por el mismo lugar por donde vino. Los otros bajan la vista al suelo antes de darse vuelta y seguirlo. La Final Mundial del Mundo, la que se jugaba cada tarde en la canchita del barrio Cecilia Larrañaga, la que no entiende de usurpaciones, tomas, políticas habitacionales, avivadas de falsos mercaderes, costos de vida o valores de tierra, de ahora en más deberá buscar otro campo de juego.