Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Martín Luis, Augusto Meneses y Facundo Sastre, unidos y enfrentados por el mismo juego

Los tres trabajan en el staff técnico del Dow Center y jugarán el torneo de Primera en distintos equipos: Bahía Basket, Napostá y Sportivo Bahiense.

Martín, Facundo y Augusto, con todo listo. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva y Dow Center.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)

 


   Son compañeros en el día a día y serán rivales a partir de septiembre. Los tres trabajan en el Dow Center, cada uno cumpliendo su rol vinculado a la parte técnica-deportiva. Comparten una idea y transitan por el mismo camino hasta que, en un punto se separarán, más precisamente cuando comience el torneo de Primera local.

   Ahí, Augusto Meneses (28 años) seguirá defendiendo como jugador la camiseta de Napostá, Facundo Sastre (nativo de Trelew y 25 años) la del flamante ascendido Sportivo Bahiense y Martín Luis (37), el caso más curioso, se pondrá la de Bahía Basket para disputar, por primera vez, un torneo superior.

   “Jugué en Liniers hasta Cadetes -recordó-. Después estuve un par de años en Estrella, donde pasé de jugar de cinco a ser base”.

   —¿Por qué jugabas de cinco?

   —Porque tenía el mismo físico que ahora, metía cortinas a todo el mundo y defendía.

   —¡Un obrero!

   —¡Recontra! Me ganaba los minutos, pero era defensivo y pasaba la pelota. Era jugador de (Sebastián) Aleksoski. Cuando fui a Estrella dirigía Guillermo López y me dijo: “Es imposible que puedas seguir jugando en esa posición”. Y pasé al perímetro. Cuando volví a Liniers, en juveniles, ya fue como base.

   Martín tiene 37 años y jugó hasta los 21, cuando empezó a dirigir en Pacífico.

   —En estos 16 años ya hiciste algún intento por jugar, ¿no?

   —Entrené en un momento con Independiente y había hablado con Gustavo Candia, con quien tengo muy buena relación, pero más que nada para entrenar. 

   —¿Por qué la decisión de jugar oficialmente siendo entrenador?

   —Esto de volver a jugar tiene que ver, primero, con una cuestión de cantidad, de poder brindarle caudal a un entrenamiento o simplemente a lo que es el equipo en general. Van a jugar los que lo hacen bien.

   —¿Y vos?

   —Yo voy a participar del torneo en caso de alguna lesión, cansancio, pocos chicos por lo que suceda, etc... Pepe (Sánchez) y Pipa (Gutiérrez) van a jugar, pero tienen sus condicionantes físicos. Por eso, la idea es estar al pie del cañón para lo que necesite Laura (Cors, la DT) desligándome de que se trata de una vuelta, con minutos y demás; para nada.

   —Ustedes entrenan mucho con el físico. ¿Te ayudó a tomar la decisión esto de participar en el día a día casi a la par de los jugadores?

   —Este lugar (el Dow Center) me permite entrenar todos los días y con chicos más jóvenes, lo cual me ayudó, entre otras cosas, a bajar de peso. Me lo había comentado Pepe y tuvimos unas entrevistas largas con (Luis) Scola antes del Mundial, también con otros entrenadores, quienes nos comentaban que, muy de escuela americana, y sin ser algo excluyente, básicamente la segunda línea de asistentes tienen que estar preparados para poder formar parte del entrenamiento, más que nada desde el acompañamiento en la técnica individual.

   —¿En qué ayuda?

   —Meterte en la cancha te acerca al jugador, y algo que descubrimos estos años es que, en esos casos, el jugador te toma de otra manera. Si transpirás con él, te ganás cierto respeto.

   —¿Esto también los expone cuando no hacen lo que le piden al jugador?

   —Los límites están puestos en lo que cada uno puede enseñar. Lo que enseño es porque puedo llevarlo a cabo, tengo un análisis de video o discurso que puedo explicarlo. En ningún momento soy el espejo de cómo hay que hacerlo. Simplemente estoy diciendo: “Lo estudié, vamos a ver el video y a probar hacerlo juntos”. No estás afuera cruzado de brazos dando indicaciones, que también está bien, sino que lo trabajás junto y ves qué tan difícil es hacerlo. De esa manera, me puedo dar cuenta que no es tan fácil y el jugador, a la vez, entender que eso requiere de un estudio. ¿Por qué lo hago y cómo lo hago? Es unir los dos mundos.

   —Para ustedes, Augusto y Facundo, ¿fue difícil tomar la decisión de seguir jugando o todavía se consideran jugadores y entrenadores?

   Augusto: El año pasado tuve la disyuntiva, pero este año me siento con más energía para hacer las dos cosas y el contexto me ayuda. Si disfrutás de jugar, tenés la posibilidad de hacerlo y la energía, ¿por qué no? Y además, en Napostá jugué toda mi vida y es mi segunda casa.

   —Lo más difícil o contradictorio me imagino que fue, en la primera experiencia el torneo anterior, enfrentar a los jugadores que entrenabas a diario.

   —El tema está bueno para tratar, porque con la línea que se sigue acá, la competencia es a partir del rival, pero con uno mismo. Acá nos enfocamos en lo que queremos hacer bien, sin mirar al otro. No se estaba pendiente de que después nos íbamos a enfrentar. Sé que algunos se preguntan: “¿Cuando va a Napostá cuenta lo que hace Bahía Basket?”. En ese sentido Seba (Aleksoski, el DT de Napostá) merece un párrafo aparte, porque nunca me puso en una situación incómoda. Se dio todo de manera tan natural que no lo sufrí, más allá de que fue una situación rara.

   —¿Vos Facu en qué situación estás?

   —Yo tengo claro que quiero dirigir, me gusta mucho. La realidad es que sigo disfrutando jugar. El desafío este año era con qué nivel de compromiso iba a tomarlo y la duda: ¿Juego en Primera en Sportivo? Físicamente jugar en Primera me demanda más trabajo y creo que entrenar acá con chicos que están muy entrenados, tener el gimnasio a disposición y compartir los entrenos, me potenció de tal manera que, finalmente, elegí jugar en Primera. Decidí quedarme en Sportivo por el cariño y por tantos años intentando ascender. Cuando se fueron bajando muchos del barco había que tomar una decisión. Si nos hundimos, que sea con los que hicimos que subiera.

   —¿Existió alguna chance de pase a Bahía Basket?

   —Hubo que negociar, je, je. Tengo muy buena relación con Martín, por lo que venir a trabajar y jugar acá mismo significaba una comodidad, pero le debo muchas cosas a Sportivo y puedo decir, también, al Colo Loffredo.

   Augusto: Mirá cómo se gana los minutos, je...

   —¿Hablan entre ustedes de la propia competencia?

   Augusto: Se habla, se habla, je. La realidad es que nos divertimos mucho de la situación y lo que puede llegar a pasar. Siempre con respeto. Será una linda experiencia.

   —Será lindo el día después de cada fecha.

   Augusto: Si, seguro. Nos pasó el torneo pasado que con Napostá no habíamos ganado y el primer triunfo fue acá. Así que, durante la semana no se habló del tema.

   —Tendrían que llevar una mini tabla, para después jugar por el asado.

   Martín: Llevamos las de perder me parece. Estamos complicados.

   —¡Epa! ¿Con Pepe Sánchez, Pipa Gutiérrez?

   —Va a estar complicado y lo asumimos.

   —Más allá de estos futuros compañeros de equipo, ¿quién fue el de más nivel con el que jugaste oficialmente?

   —En mi categoría Marcelito Allende estaba dos, tres o cuatro pasos más adelante: tenía carácter, plasticidad, quería la pelota cuando estaba picante, la pasaba, era muy competitivo.

   —¿Vos cómo estás?

   Martín: Simplemente...

   Augusto: (Interrumpiendo) ¡Está muy bien! No quiere decirlo...

   Facundo: Con Loffredo tengo un duelo interno: me dice que Martín Luis no me puede hacer puntos y yo estoy seguro de que me va a hacer puntos. No porque yo sea mal defensor, sino porque él es muy capaz.

   Martín: Es muy imprudente...

   —¿Vos Augusto te nivelarías con Pipa Gutiérrez?

   —No. Con el otro 4: Juan Ignacio Sánchez.

   —¿Cómo? No entiendo.

   Martín: Pepe ya dijo que va a jugar de cuatro, sacando algunas situaciones con pelota...

   Augusto: Me va a dejar pintado, pero voy a intentar defenderlo.

   Martín: Sabés los dolores de cintura que tiene, podés apuntar ahí, je, je...

   Augusto: Los sábados, que juntamos a varios que andan por acá y jugamos un picadito, Pepe me chicanea con que voy a tener que defenderlo, je.

   —¿Cómo es un día de entrenamiento acá?

   Martín: Laura (Cors) siempre está con los entrenamientos de Bahía Basket y hoy Pepe, que no tenía reuniones, bajó a entrenar junto con el resto. Ahora hay un mix: se está arrimando Jose (Josefina) Torruela, Valen Carrizo, Ezequiel Paz, Mateo Fernández Solari, entre otros, pero es un entrenamiento normal, como cualquier equipo. Además, está el turno de postemporada, con chicos que juegan en otro nivel y vienen a entrenar, como pasó con Lucas Faggiano, Fede Elías, Fran Filippa, Fausto Ruesga, Lugarini, Chapero...

   —El trabajo mismo de entrenadores, con esta modalidad de mezclarse en cancha, les permite mejorar como jugadores, ¿no?

   Martín: Siempre hablamos de lo mismo: mientras más grande te hacés mejor entendés todo, pero al fin y al cabo todo pasa por saber si podés disfrutar cada momento que te toca lo que te gusta hacer y en determinado momento hay ciertas cosas que empiezan a terminarse, no son eternas. Y eso, en este lugar está tan a flor de piel, que no queremos empezar a relegar cosas por una cuestión protocolar. Por ejemplo, decir “como soy entrenador no puedo ser jugador”; o “como estoy de secretario técnico entonces no puedo pisar la cancha”; o, también, “como yo no jugué nunca...”. Nada de eso, estamos totalmente liberados y si podemos tomar algo que nos haga disfrutar, vamos a tomarlo, no me importa si soy entrenador o gerente. Es lo mismo que le pasa a Pepe o hemos charlado con Pipa. No hay una demostración, un compromiso, un “uy, qué dirán", o "voy a quedar mal...”. Siempre con respeto, claro, porque el torneo es súper complicado.

   —La línea delgada entre el “me divierto, la paso bien”, sin subestimar o menospreciar el entorno de la propia competencia.

   Martín: No, claro, nosotros vamos a tratar de competir, de jugar duro, intentando hacer las cosas lo mejor posible, con Laura que tiene todo un diagrama y quiere llevarlo a cabo. Pero el trasfondo de eso es que podemos salir cambiados a una cancha y hacer lo que nos gusta. Después, puede pasar que un tiro no le peguemos al aro o un día lo hagamos mejor y otro peor, pero todos en la misma dinámica.

 

    —¿Cómo entraron acá?

   Martín: Yo le pedí permiso a Mauro Polla, que dirigía la Liga de Desarrollo; también miraba los trabajos de fundamentación que hacía Pepe, hasta que un día, por cansancio, me dijo si podía meterme en la cancha.

   Augusto: Lo mío fue similar. Estudiando Profesorado de Educación Física y metido en el ambiente del deporte, tuve un profesor, Fabián Fornetti, que trabajó acá y me comentó que estaban intentando sumar gente. En ese momento entré como profe. Intenté dar una mano y me terminé quedando. Fui cambiando el rol. Cuando me pidieron dar una mano con los entrenos individuales, me enfoqué más en la parte básquet, se dio de manera natural y orgánica. Ahí ya estaba como entrenador en Napostá.

   Facundo: Yo tuve un poco más de suerte que ellos, porque la realidad es que me llamaron. No me lo esperaba. Un día me comentó el Colo Loffredo (entrenador) que tal vez me iba a contactar Martín (Luis), porque estaban buscando entrenadores. Vine un par de semanas a hacer una especie de pasantía y después de unos 10 días me llamaron. A partir de ahí fue muy evolutivo, de estar para lo que necesiten, a tener un rol más específico. Y el lugar solo me atrapó.

   Augusto: Lo que sucede mucho en este lugar es que te hace repensar. Esta última temporada como que tuve otro rol, no estaba en cancha, y tenía que transmitir el sistema de lo que se hacía con Bahía Basket acá en el Dow y, también, con la parte de metodología y planificación. Me terminó gustando más eso que el rol de entrenador en cancha. Está bueno ver el deporte de otro lado.

   —Te abrió la cabeza.

   —Sí. Pasé de PF a entrenador y a secretario técnico, podríamos definirlo. Haciendo de todo un poco; de cada una saqué algo. No sé para dónde iré.

   Facundo: Yo estoy estudiando kinesiología y me quiero recibir. A veces se me hace cuesta arriba, pero trato de administrar la energía. Puedo tener en la cabeza ser entrenador, de todas maneras, trabajar acá hoy en día es totalmente distinto a dirigir una categoría en un club. Aprendo cosas que me abren la cabeza. Entré en un mundo que no conocía. Y, mientras tanto, muchas de las cosas que hago acá puedo aplicarlas como jugador.

   —Martín, en Bahía Basket dirigiste Liga de Desarrollo, estuviste con el equipo de Liga y, de repente, dejaste de ser director técnico. ¿Tuviste que amoldarte a ser exclusivamente entrenador?

   —Tuve que hacer un cambio grande. Lo hice en 2018, ya en mi último año en Pacífico. Sacarme la película del entrenador formal. No me gusta, no lo siento. Ahí es donde empecé a cambiar la cabeza del entrenador separado de los jugadores, eso de todos hacen lo que yo digo y demás. Traté de entender cómo acercarme a eso en vez de alejarme. A veces lo encuentro dentro de la cancha, otras escuchando la misma música que los chicos... Hay mil maneras. Yo tenía muy claro que ser exclusivamente entrenador y de la cual estamos muchas veces acostumbrados a hacerlo, solamente te limita a “servís o no servís”, que significa “ganar o perder”, que es una parte importante, pero quería salir de ahí. Me gusta dirigir y sé que voy a volver a hacerlo, pero sin ser el mismo que era.

   —¿Disfrutás más ser entrenador que director técnico?

   —Me gustan las dos cosas. Lo que sí sé, que cuando vuelva a ser director técnico voy a intentar unir todo lo que aprendí. Por eso, ahora también jugar tiene que ver un poco con eso, con vivir la experiencia, saber lo difícil que es, compartir con chicos...

   —¿Cuánto les parece a ustedes (Augusto y Facundo) que puede desarrollarse lo que se hace acá dentro de la estructura y dinámica de un club de la ciudad?

   Facundo: Acá se rompe mucho con la estructura o sistema de cómo funcionan los clubes en general. Esto es muy flexible, todo va cambiando y no genera miedo. Algunos cambios salen bien y otros no. Pero hay cosas para copiar. Cómo uno se planta como entrenador, se acerca a los chicos y a los dirigentes. Comparto mucho la idea de Martín. Me pasa en Sportivo, que se trabaja desde hace años de una manera y el cambio genera pánico. Tengo mucha confianza y muy buena relación con el Colo (Loffredo) y trato de acercarme a él como jugador que puede darse cuenta de algunas cosas. Y más ahora, que quedé como uno de los mayores del equipo, je.

    Augusto: Muy similar. Sacando de lado la infraestructura, el resto del sistema todo se puede guiar hacia... Hay un montón de cosas que pueden aplicarse, haciendo muchísimo más para seguir desarrollando a jugadores en edades tempranas, cambiando un poco el foco de dónde ves al deporte.

   —Los clubes, fundamentalmente, cumplen una función social. ¿Les parece que igual puede desarrollarse o se debe romper mucho con las estructuras tradicionales?

   Augusto: Yo creo que es viable. En Napostá, la realidad es que hay buena apertura y se muestran receptivos. Después hay que ver cómo llevarlo a la acción. Pero está bueno, al menos, sentarse a escuchar, ver que hay algo más y evaluar qué puede servir o no.

   Facundo: Para Martín fue viable aplicarlo en Pacífico, porque en 2018 nos ganaron el ascenso, je.

   Martín: Yo nunca les digo nada... A pesar de que ahora nosotros volvimos a caer (Pacífico), ellos subieron (Sportivo), nunca sabés con qué podés encontrarte en la vida...

   —Bueno Martín, vas a tener la suerte de no enfrentar a Pacífico.

   —Exactamente.

   Facundo: Bueno, no se sabe...

   —Claro, matemáticamente puede pasar.

   Martín: Sí, puede pasar.

   —¿Y en ese caso?

   —Tiro a errar, se me escapa la pelota, se me cae el agua en la cancha...

   Augusto: Te está llamando Laura, je.

   Martín: Siempre de Pacífico.

   Augusto: Siempre Pacífico, pero sos multicamisetas: Liniers, Estrella, Pacífico, Bahía Basket...

   Martín: Nunca jugué en Primera o Segunda. La vez que más cerca estuve, en Liniers, tenía un equipazo y siendo juvenil me llamó Roberto Juanpataoro, para ser el 11 y 12 con Augusto Marino. Era una linda posibilidad.

   —Ahí te lesionaste, ¿no?

   —Sí, el primer entrenamiento. Bachi Allende, sin querer, me sacó el hombro. Tardé ocho meses en recuperarme, me pasé de edad y se cortó mi carrera. Después me operé y ese año Liniers salió campeón.

   —Bueno, ¿se arma la mini tabla interna entre Napostá, Bahía Basket y Sportivo con algo en juego?

   Martín: Yo soy muy realista. Contra Napostá no tenemos chances, más que nada porque armó equipo para campeonar tranquilo...

   —¿Y entre Bahía y Sportivo?

   —Ahí va a estar competitivo. Napostá está muy por encima. La paridad va a estar acá (y señala a Facundo). Yo apostaría una cena en el Miravalles. Y a él (Augusto) lo invitamos así festeja el campeonato que va a ganar con Napostá, je, je...

   —Augusto, ¿sienten algo de eso?

   —Sí. ¡Lo voy a decir!: “Que se preocupe el resto por el segundo tercer y cuarto puesto...”.

   Martín: Esa es la que quería escuchar, ja, ja, ja...

   Augusto: No dije quién era el uno...

   La charla entre los tres compañeros y futuros rivales, un poco en serio otro tanto en broma, finalmente terminó en lo que es esto: un simple juego, del cual ellos pretenden seguir disfrutando, tanto dentro como fuera de la cancha.