Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Cuando el hambre duele

“Los políticos se preocupan por la incertidumbre del momento, pero no por la de los que no saben si van a comer mañana.”

   El Cristo estaba pronto a predicar su Sermón de la Montaña, cuando uno de sus discípulos le dijo “tienen hambre”. Conmovido, proveyó comida y después  predicó. No se puede pensar con el estomago vacío. Acostarse con hambre  tampoco concilia el sueño. 

   En Esquel se hervía un tornillo de acero y con esa “agua fuerte” (hierro) se dormían. La hambruna. Oí que en la independencia de Biafra murió un millón de personas; rictus de agonía que la burguesía con la panza llena no puede entender. 

   La pobreza más cruel es la que nos roba la posibilidad de una mirada comprometida (esa que grita por los planes sociales a desocupados y hambrientos, pero calla con el litio que se llevan gratis de Jujuy y Salta; el oro la plata y el cobre de Chubut, o los miles de millones que las agroexportadoras se roban cada cosecha).

   Los políticos en Argentina se preocupan por la incertidumbre del momento, pero no por la incertidumbre de los que no saben si van a comer mañana. 

   ¿Acaso el destino individual es un problema individual? Eso cree Milei. Pero cada 5 segundos se muere un chico de hambre, cuando la agricultura mundial podría alimentar al doble de toda su población. 
La Argentina produce para 400 millones de seres humanos y tenemos mas de 30 millones con hambre. 5 millones son niños y con  una sola comida diaria. Se multiplican entonces los comedores barriales y las Margaritas Barrientos.

   Cada adulto que no incorpora por día 2200 calorías pasa hambre. Cada chico que no consume 700 calorías pasa hambre. Es una lucha cuerpo a cuerpo contra el cuerpo, porque cuando pasa hambre “se come” a sí mismo. Ese proceso se llama “consunción”: primero el azúcar, después la grasa, se debilita, pierde peso y defensas, “emaciación”. 
Si el perímetro de un brazo de un chico mide menos de 125 milímetros, la desnutrición es “aguda moderada”. 
Menos de 115 mm, “aguda severa”. 

   Mientras los agricultores amarrocan por especular 22 millones de toneladas de soja, en Ucrania -bajo fuego- sacan 18 millones de toneladas. 

   El mundo está entrando en una hambruna. Pero aquí pueden más que una guerra. A esta, aquí, se la disimula con un eufemismo: “inseguridad alimentaria”. Pero hay algo peor, que es la “malnutrición estructural”, que pasa de padres a hijos y son unos 2500 millones de seres en el mundo que no saben si van a comer o no por clima, desempleo, pobreza, etcétera. 

   Cada día quinientas mujeres mueren en el parto por anemia y 1.500  mas por otras deficiencias nutricionales. El círculo es “madres malalimentadas” criando hijos  subdesarrollados. 

   ¡Ojo! Porque el hambre del cuerpo siembra hambre y sed de justicia. Y el fuego siempre viene de abajo. Está escrito en el Sermón de la Montaña.