Bahía Blanca | Martes, 08 de julio

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¡Cómo les jode el balcón!

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En estos días viene a mi mente una y otra vez el libro "El Poder de la Conversación" del sociólogo y consultor político Manuel Mora y Araujo. Allí se profundiza en cómo se forman y se desarrollan las opiniones individuales y colectivas, y cómo esas interacciones cotidianas influyen en la opinión pública. Mora y Araujo es un “clásico” para comprender la naturaleza de la opinión pública y el rol crucial que juega el diálogo en la conformación de la sociedad.

En estos días las conversaciones se centran en “el balcón”. Una parte del país putea un balcón sin poder entender cómo “la condenada”, “chorra”, “yegua”, (otro día analizamos las etiquetas) está feliz, baila, pero especialmente congrega multitudes. 

Las reflexiones exceden los 3.000 caracteres, pero desde la Psicología cabe preguntarse por qué “un balcón” jode, exaspera, congrega, interpela y se convierte en un signo de resistencia. 

La Psicología también tiene como tarea ir a dónde suceden los hechos y fui “al balcón”; hay que ver el entramado, escuchar conversaciones, pues para que un fenómeno surja hay que tener en cuenta el contexto que lo condiciona.

Las conversaciones son múltiples y cada frase, cada gesto, operan artesanalmente en un intento por construir lazo, lazo social. El tejido está fragilizado, las decisiones y políticas llevadas a cabo son de una crueldad absoluta, y se traducen en la marcha de cada miércoles.

Las conversaciones en torno al balcón son diversas: “Dignidad, derechos, ciencia y científicos, diversidad sexual, producción nacional, sustitución de importaciones, desaparecidos, abuelas y chicos restituidos, asignación universal, universidades, la casa en cuotas, los medicamentos, las computadoras, salud sexual y procreación responsable, Ley de medios, vacaciones, electrodomésticos…”

Las conversaciones se entremezclan con cantos y “bailecitos” con lágrimas e impotencia, y puertas que cada tanto se abren alcanzan para que broten aplausos, las voces se unan una sinfonía común y se renueve la esperanza. ¡Y sí!  les jode que sonría, que salude, que baile… es tan entendible que joda… no es casual “muerta o presa”.

Cristina Fernández de Kirchner es la lideresa que mejor ha manejado la resiliencia, siempre pudo construir desde el declive y el balcón jode porque sacude, deja atrás una meseta y reactiva la esperanza y el sentimiento de rescate de la dignidad.

Y el balcón jode porque organiza un movimiento, porque es capaz de resubjetivar, se avizora posibilidad de volver a construir, de armar algo vinculado con las expectativas, las necesidades y los deseos: el balcón es protagonista y confiere protagonismo a todos los que allí se congregan. 

Desde tiempos remotos líderes religiosos, militares, políticos, recurrieron a púlpitos, estrados, tribunas y balcones para dar sus mensajes. Alzar la mirada se constituía en un actor de poder. Tal vez no “la vieron”, “no dimensionaron” y por eso el balcón jode. 

El balcón jode, porque recompone identidades y proyectos simbólicos, sacude y saca del letargo. El balcón jode porque simboliza la proscripción, pero también permite que los deseos cobren fuerza y, en definitiva, siempre el deseo pone en marcha a la acción.