Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

La noche que Gregg Popovich perdió contra el equipo de Cabrera y De Lizaso

Gregg Popovich, técnico de los Spurss, repetido campeón de la NBA con el bahiense Emanuel Ginóbili, sufrió al seleccionado local hace 50 años.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

 

   Últimos días de julio de 1972. La agenda deportiva de Bahía Blanca en básquet era tan nutrida como exitosa. Selecciones de distintos países llegaban a enfrentar al modesto equipo de esta ciudad del interior bonaerense, sin imaginar que la misma reunía una maravillosa conjunción de mística, magia y talento.

   Pero si una noche fue por demás especial, esa fue la del 30 de julio de 1972, cuando se anunció la presentación del preseleccionado olímpico de Estados Unidos, un equipo en preparación para las olimpiadas se disputarían en Munich, Alemania, en agosto y septiembre de ese año.

   “Un espectáculo de singular magnitud tendrá lugar esta tarde en el estadio “Osvaldo Casanova” con la presentación del seleccionado preolímpico, representante de la meca del básquet, la principal potencia del mundo”, anticipó este diario.

   La mecánica norteamericana para definir el equipo definitivo que concurriría a esos juegos consistía en armar tres grupos de jugadores, un total de 44 basquetbolistas provenientes de las mejores ligas amateurs y universidades. No de la NBA, por ser profesionales, pero prueba de la potencia que igualmente representaban es que desde 1936 nunca un equipo de ese país había perdido un partido en las olimpiadas.

   Del equipo visitante, uno de los tres preolímpicos formados, al menos cinco jugadores tenían posibilidades ciertas de ser elegidos para concurrir a esos juegos. Uno de ellos figuraba en la planilla como “J. Popovich”, el mismo apellido de Gregg Popovich, el entrenador de los San Antonio Spurs, el equipo que, con el bahiense Emanuel Ginóbili como figura, ganara cinco anillos de la NBA.

Popovich, de camiseta blanca, con al 15, uno de los 44 preseleccionados en 1972

   De lado local, se tenía el pergamino de haberle ganado, el año anterior, al campeón del mundo, Yugoslavia, en la inauguración del estadio Norberto Tomás del club Olimpo.

   Carlos Boismené, técnico local, convocó para esta ocasión a Cabrera, De Lizaso, Monachesi, Cortondo, Ojunián, Raúl Alvarez, Scheines, Alvarez Rojo, Vallussi, Raúl López, Néstor Sánchez y Humberto Redivo.

   La cita era en el Osvaldo Casanova del club Estudiantes. Los norteamericanos llegaron la mañana de ese día, provenientes de Buenos Aires, donde habían participado de un cuadrangular internacional en el Luna Park. De hecho, dos días antes habían derrotado al seleccionado nacional por 70 a 65, con Cabrera y De Lizaso como titulares, más Finito Gehrman, Prato, Perazzo, Pellandini y Benitez, entre otros.

Antes, un salto en el tiempo

   El 4 de julio de 2005 Bahía Blanca vivió un momento muy especial. A poco de haberse consagrado por tercera vez campeón de la NBA, llegó a nuestra ciudad una de las figuras de los San Antonio Spurs: el bahiense Emanuel Ginóbili. Pero no vino solo. Lo acompañaba Gregg Popovich, “Pop”, el técnico del equipo, muy cerca ya de convertirse en el técnico más ganador en la historia de la NBA. A sus 56 años, “Pop” cumplía su deseo de conocer la ciudad natal de su jugador estrella, visitar el club Bahiense del Norte, cuna de Manu, y hasta se hizo tiempo para acercarse al hospital Municipal.

Pop y Manu, en Bahía Blanca, 2005

   Gregg no lo recordaba, Ginóbili lo ignoraba, nadie lo tenía presente, pero no era la primera vez que Pop visitaba Bahía Blanca. Exactamente 33 años antes, aquel julio de 1972, el hoy exitoso entrenador integraba la plantilla del equipo preolímpico de Estados Unidos que enfrentó al seleccionado bahiense. Posiblemente Pop nunca supo el nombre de la ciudad a la cual había llegado, donde nacería, cinco años después, un jugador clave en el armado del equipo campeón del torneo más importante del planeta.

Aquella noche del 72

   Retomando aquella jornada de hace 50 años, el Casanova estaba desbordado de público. Pasión y amor por el básquet y, sobre todo, por el seleccionado bahiense, amateur, integrado por jugadores nativos, propios, talento puro.

   Los visitantes no tenían un plantel demasiado alto, aunque para la época contar con dos jugadores de 2,05 y uno de 2,17 era letal a la hora de definir un partido.

   Popovich –camiseta Nº 5, 23 años, 1,89 m, jugador de Air Force Academy -- era el armador del equipo, disciplinado y tenaz, con un promedio de 16 puntos por partido.

   Poco minutos después de las 22 una ovación recibió al equipo local, con su casaca celeste. Eduardo Binachi y Yolando Giorgio, de la Confederación Argentina, eran los árbitros.

   Popovich titular, junto a Lister y Parson, los dos de 2,05 m. Del lado del local faltaba Lito Fruet. La inicial con Beto Cabrera, Polo De Lizaso, Cortondo, Monachesi y Scheines.

   Pitazo, pelota al aire y un inicio desordenado pero parejo, 6 a 6 los primeros minutos. Hasta que los yankees empezaron a marcar diferencia, con Popovich asistiendo a sus lungos y lanzando desde afuera con efectividad. Cuando se adelantaron 15 a 6 se hizo un silencio en el estadio. El fantasma de una derrota “fuera de los límites normales” sobrevoló el ambiente.

Honson se esfuerza por no perder el balón. Observan Ojunián, Schmidt, Rosier (2,17) y Richard.

   Boismené advirtió que la marca en zona no daba resultado y cambió a personal, con presión en tres cuartos de cancha. Poco a poco los locales empezaron a superar el enjambre de brazos visitante. Primero reaccionó Cabrera, después De Lizaso. El público estalló cuando Bahía pasó al frente, 18 a 17. Entró muy bien Ojunián, se le fue perdiendo el respeto al rival y con 28 puntos entre Beto y Polo, se cerró el primer tiempo apenas un doble debajo, 36 a 38. Popovich llevaba 6 puntos.

   Las segundas partes no siempre fueron malas. Y aquel segundo tiempo “sirvió para escribir otra pagina brillante del deporte local”, según señaló este diario. De Lizaso cerró una noche excepcional. Reboteó, luchó, peleó todas las pelotas y “gastó las redes del estadio”. Cabrera se floreó con algunos lujos que arrancaron el aplauso general. Así y todo, los norteamericanos no eran meros espectadores. Por eso el marcador 50 a 50 a poco del final dejaba en claro que el partido estaba para cualquiera. Entonces reingresó Monachesi, aceitado, clavó varias pelotas claves y en una ráfaga Bahía se distanció 14 puntos, para ponerse 68 a 54. Los visitantes pasaron a una marca asfixiante, Popovich se convirtió en el ariete de una reacción que finalmente no llegó a inquietar. El final fue para los nuestros, 80 a 71, con 26 puntos de Cabrera y 31 de De Lizaso. ¿Popovich? Cerró su juego con 9 tantos.

De Lizaso amaga, Lister salta en vano

   Con el pitazo final el canto de “Bahía Bahía” y luego el de “Argentina Argentina” tronaba como nunca. Una vez más, un “modesto” equipo local vencía a un seleccionado nacional. Y no a cualquiera. Al norteamericano, preolímpico, nada menos. “No esperaba encontrar un equipo así. Juega muy distinto al seleccionado argentino”, dijo el técnico visitante. Apenas terminado el encuentro J. Smith, una de las figuras del visitante, no tuvo empacho en acercarse a De Lizaso y pedirle un intercambio de zapatillas, unas Flecha por unas All Star. La magia estaba de este lado.

El peor final abrió la mejor puerta

   Gregg Popovich no quedó en el seleccionado que finalmente concurrió a Munich en 1972. No fue parte del equipo que perdió la final con Rusia por un punto, en uno de los encuentros más polémicos de la historia olímpica,.

   Pop recuerda hoy que en 1972 integró uno de los equipos preolímpicos, el que hizo una gira por la Argentina. No tiene presente exactamente el nombre de Bahía Blanca como uno de los lugares donde jugó. Aunque su vocación de técnico seguramente lo haya llevado a prestar atención a la calidad de jugadores como Cabrera y De Lizaso.

   Lo que sí es claro para él es que aquella experiencia de 1972 fue clave para su futuro. Porque quedar fuera del seleccionado olímpico le resultó “devastador”. “Nunca lo pude superar”, diría años después.

Por eso al año siguiente, 1973, decidió dejar de ser jugador para asumir como ayudante técnico del equipo de la Air Force. Fue el comienzo de una carrera fantástica.

Quince años después, 1988, fue contratado como asistente de Larry Brown, entrenador de los Spurs. En 1996 se hizo cargo de ese equipo y tres años después, en 1999, ganó su primer anillo. En 2002, exactamente 30 años después de aquel partido en el Casanova, hacía debutar a Manu Ginóbili en la NBA y ganaba su segundo anillo, logro que repitió en 2003, 2005, 2007 y 2014.

Pero todavía le quedaba una pequeña revancha. Fue en 2020, cuando fue designado técnico del equipo olímpico que jugó en Tokio, ganando la final a Francia por 87 a 82.  Ya tenía también su medalla de oro.

Y una yapa: en marzo último se convirtió en el técnico más ganador de la historia de la NBA, después de que los Spurs vencieran a los Utah Jazz 104-102

La confirmación final, por aquella Jota

   En el equipo preolímpico de Estados Unidos en Bahía Blanca, 1972 en la plantilla de 11 jugadores figuraba “J. Popovich”. ¿Sería el mismísimo Pop, el mítico técnico de la NBA?”. Estaba la duda, porque la J. no es la G. Por la edad podía ser, la planilla indicaba que era jugador de Air Foirce, que efectivamente era el equipo de Pop, y Google confirma que en 1972 integró aquel equipo preolímpico.

Popovich 1972, en su equipo de la Air Force

   ¿Cómo tener entonces una certeza total?. Había un camino: escribirle a Manu Ginóbili, contarle la historia y esperar que él le preguntara a Pop –WhatsApp mediante-- y que Pop le contestara. Alejandro Montecchia, el Puma, compañero de Manu en aquel equipo campeón olímpico de Atenas 2004, sirvió de enlace.

   A los pocos minutos llegó la respuesta del propio Manu: “Es Pop, 100%”, escribió. Era él.

 

   Había estado en Bahía, había jugado en la capital del básquet. Había perdido frente a los grandes monstruos. Había jugado en el Casanova, en la misma ciudad donde se formaría un jugador clave en su carrera como entrenador. Había conocido la magia.