Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

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Escenario político: el filoso regalo de Cristina a Alberto pone a un bahiense en el eje del debate

La vicepresidenta le obsequió un libro al presidente por su cumpleaños. "Diario de una temporada en el quinto piso" fue escrito por un académico nacido en nuestra ciudad que plantea las peripecias del equipo económico alfonsinista para enfrentar un problema de extrema actualidad: cumplir las metas de un acuerdo con el FMI.

Foto: a24.com

Maximiliano Allica / [email protected]

                                                                                                  5 de noviembre de 1983

Querida hermana:

   El día 30 de octubre tomé el avión a las 10 de la mañana y viajé a votar en Bahía Blanca, donde tengo todavía el domicilio. A la noche regresé a Buenos Aires para comenzar la vigilia del resultado electoral. Muchos fueron los que se quedaron hasta las 5.30 de la mañana, cuando se interrumpió la información. Por mi parte a las 2 ya había decidido que la suerte estaba echada: los peronistas no superaban por entonces el 40 por ciento de los votos. Como ha ocurrido con todos aquí, el resultado de los comicios me sorprendió. La magnitud de la victoria de Alfonsín – obtuvo el 52% de los votos sobre el 40% para los peronistas -- no estaba en mis cálculos.

***

   El párrafo pertenece a una de las tantas cartas que Juan Carlos Torre envió a su hermana Silvia en los albores de la recuperación democrática y que el sociólogo bahiense recuperó, junto a otros textos y grabaciones de los años 1982 a 1989, para construir un libro imprescindible para entender a la Argentina, "Diario de una temporada en el quinto piso".

   Torre nació en nuestra ciudad en 1940 y pasó su infancia en Darregueira. Luego regresó a Bahía en sus años de estudiante secundario, antes de mudarse a Buenos Aires para estudiar Filosofía y Letras en la UBA. Más adelante vivió en Francia, donde se doctoró en Sociología, para después pasar por Brasil e Inglaterra. Regresó al país durante el ocaso de la última dictadura militar.

   El año pasado su nombre se instaló en los primeros planos del análisis político tras publicar una obra donde relata su experiencia como uno de los asesores de quien primero fue secretario de Planificación del gobierno de Raúl Alfonsín y luego ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille, en un contexto que suena tan actual que asusta: una dura negociación con el FMI, que derivó en un acuerdo con una serie de metas que se iban cumpliendo o incumpliendo en función de diferentes circunstancias.

   En la mirada de Torre, los incumplimientos no siempre se explicaban por deficiencias técnicas del Palacio de Hacienda sino por la necesidad del ala política de bloquear medidas económicas antipáticas, que podían generar reacciones populares adversas, pese a que resultaban imperiosas para ordenar a la macroeconomía. Un ejemplo reiterado en el libro tiene que ver con los salarios de los empleados públicos. Dejarse dominar por las presiones gremiales para que los sueldos corran por encima de los precios recalentaba un proceso inflacionario cada vez más acentuado, que presagiaba la crisis que terminó eyectando a Alfonsín de la Casa Rosada.

   Las agudas observaciones de Torre desnudan el cortoplacismo crónico de los dirigentes argentinos, la imposibilidad de tomar decisiones de fondo para no vivir cayendo todo el tiempo en las mismas trampas. Acomodar el gasto público para equilibrar ingresos con egresos, mantener a raya la emisión monetaria y desprenderse de empresas estatales deficitarias para caminar lentamente hacia una economía virtuosa era el planteo de ese equipo, de acuerdo con el "Diario".

   No obstante, según argumenta, se estrellaban de manera constante con oposiciones internas y externas. Desde los sectores con mirada más política que económica del radicalismo, entre ellos los jóvenes de La Coordinadora, que pedían evitar medidas de shock si se acercaba un período eleccionario; hasta los sectores más duros del sindicalismo peronista, que exigían que los salarios no perdieran contra la inflación galopante.

   Como contexto, Torre cuenta detalles de las visitas periódicas de los funcionarios del Fondo para observar el cumplimiento de las metas de reducción de inflación y déficit. Una insoportable respiración en la nuca.

   El resultado de aquella experiencia histórica es por demás conocido: el gobierno alfonsinista no logró manejar las variables y terminó arrasado por la hiperinflación. Por eso hoy el valor de Alfonsín no se mide en bonanza económica sino en institucionalidad política. Casi ahogado, pero logró llegar a la otra orilla y entregar el mando a un nuevo presidente constitucional. Toda una excepción para la Argentina del siglo XX, además de un profundo legado para el XXI.


Juan Carlos Torre

   Por estas horas "Diario de una temporada en el quinto piso" cobró notoriedad porque fue el regalo elegido por Cristina Kirchner para el cumpleaños 63 de Alberto Fernández, según ella misma se encargó de divulgar.

   Es curioso, porque si bien la mayoría de las interpretaciones hablan de una advertencia de la vicepresidenta acerca del terrible destino que le espera a cualquier gobierno que acuerde con el Fondo Monetario, lo que en realidad plantea Torre es que mucho más terrible es no ser ordenado en el cumplimiento de objetivos que permitan estabilizar las cuentas públicas, incluso a costa de determinados sacrificios.

   Con toda contundencia, Torre critica a quienes privilegian a los intereses políticos de corto plazo y considera que aceptar esfuerzos en lo inmediato, en el marco de un plan consistente, siempre deriva en beneficios mayores en el largo plazo. Esto no significa acatar la ortodoxia del Fondo, a la cual cuestiona con dureza, sino que propone eludir posturas demagógicas y consensuar políticas sensatas para acabar con un flagelo como la inflación, hoy otra vez al tope de las preocupaciones de los argentinos.

   Hay un dato inequívoco. A excepción de Venezuela, que es un caso aparte, todos los países latinoamericanos dejaron en el pasado al aumento descontrolado de los precios. Todos padecieron inflación hasta los años 80, pero con mucho sudor y cerebro la empezaron a resolver desde entonces y lograron que nunca más supere un dígito anual.

   No se trata de una comparación con Japón, Canadá o Australia. Hace mucho que ni Chile ni Uruguay ni Brasil ni Paraguay ni Colombia ni Bolivia, por decir algunos, tienen inflación. Las nuevas generaciones en esos países ni siquiera saben lo que es. Solo la Argentina, exfaro cultural de América Latina, sigue sin resolverla.

   Torre dijo en una entrevista del año pasado con el diario "Perfil", previa a conocerse los términos de la negociación del gobierno de Alberto Fernández con el FMI, que "una de las maravillas de la experiencia del equipo económico (de Sourrouille) fue acordar un plan que permita disociar, desacoplar, el ataque a la inflación del ajuste ortodoxo".

   Resulta un misterio cuál es el mensaje que quiere dar Cristina al regalarle ese libro a Alberto en medio de la furiosa interna del Frente de Todos, porque en rigor es una obra que realza la postura de quienes propugnan un acuerdo "heterodoxo", que fije metas de reducción del déficit sin aplicar medidas de shock, pero a su vez defiende la búsqueda del equilibrio fiscal como base fundamental para proyectar crecimiento. Bajo esos términos, ella es la "criticada", pese a que está claro que no es ese el objeto del texto.

   Y, bajo esos términos, el eventual respaldo sería para quien actúa como espada del presidente ante el Fondo, el ministro de Economía, Martín Guzmán. El hombre en los zapatos de Sourrouille, al menos en el sentido de que está pisando el más inestable de los suelos.

   El resto es historia por escribirse.


El líder de la CGT, Saúl Ubaldini, con Sourrouille. Detrás, Torre.

   Bastante más inadvertida pasó meses atrás una anécdota paralela, de un político que le recomendó a otro el mismo libro. En una entrevista con La Nueva. ofrecida por Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau durante la campaña electoral, el senador radical dijo:

   "Horacio viene leyendo un libro que yo no me canso de recomendar, 'Diario de una temporada en el quinto piso', de Juan Carlos Torre, que cuenta su experiencia como asesor de Juan Sourrouille. Torre dice que frente a un plan económico que podía ser consistente, lo que desarticulaba ese programa era la presión política y a veces ciertas demandas sociales del contexto, como el reclamo de recomposición salarial de los militares que después se extendía a otros sectores. Uno puede diseñar un programa, pero hace falta tener una consistencia sobre los objetivos a los que aspira desde el punto de vista político, así como una coalición lo suficientemente grande para ordenar eso".

   Pasando en limpio, las condiciones son un plan económico consistente y una sólida coalición política para sostenerlo. No parecen las circunstancias del momento.