Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Acuerdo con el FMI: llegó la hora de la verdad

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

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   “No hay plan B”, decía con seguridad un funcionario del entorno presidencial, en medio de las febriles negociaciones que se llevaban a cabo por esas horas a dos bandas y mientras se esperaba la llegada del texto final del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional al Congreso, que tras algunos cabildeos y luego de un comunicado conjunto con el organismo con sede en  Washington fue enviado el jueves a la Cámara de Diputados.

   Se refería, por un lado, a los esfuerzos dentro de la interna del Gobierno para que el sector del cristinismo duro y los que responden a La Cámpora de Máximo Kirchner apoyen el proyecto, o al menos no lo petardeen, como temen los más pesimistas. Y por el otro, los contactos que con Sergio Massa a la cabeza, inició ese mismo día el Gobierno para asegurarse el apoyo de Juntos por el Cambio, una tarea de final incierto por las diferencias  que venían de antes y se ahondaron tras la Asamblea Legislativa por la actitud rupturista de los diputados de PRO,  en algunos casos al parecer irreductibles, que también existen y que ponen entre signos de interrogación cuál será finalmente el aporte que le hará a la sanción del acuerdo la principal coalición opositora.

   Todo parece indicar, aunque también todo puede cambiar, que los radicales, la Coalición Cívica y otros bloques menores como el Peronismo Federal que conduce Emilio Monzó, y el que responde a Margarita Stolbizer, aportaran la tropa necesaria para formar quórum si el oficialismo tuviese dificultades para alcanzarlo, y muy probablemente se decidan por la abstención a la hora de votar. Los diputados de PRO, al menos el sector de los halcones que reivindican a Mauricio Macri, insisten por ahora en votar directamente en contra y retacear apoyo a la formación del quórum.

   Aquella expresión del funcionario del entorno presidencial tiene por lo demás una sola lectura: el presidente  Alberto Fernández no prevé otro escenario que una rápida aprobación de la ley del acuerdo en el Congreso, pese a que no desconoce que hasta en el bloque de senadores del Frente de Todos las posturas están divididas y aún no hay posición tomada entre los sectores que siguen a rajatabla la bajada de línea de Cristina Fernández, que ha dicho en privado que el acuerdo “es incumplible”, y el sector más racional del bloque oficialista.

   El Presidente y su entorno le apuestan todas las fichas a una rápida sanción en la Cámara baja, donde podría afirmarse que las fisuras en el bloque del oficialismo que ahora comanda el santafesino Germán Martínez no son hacia el interior mismo del bloque que permanece fiel a la Casa Rosada, sino con el sector que comanda el hijo de la vicepresidenta, donde hasta hay quienes temen que a la hora de votar la orden de Máximo sea hacerlo en contra. 

   Este es un paso que, entienden en el entorno presidencial,  excede la gestión misma del nuevo jefe del bloque del FdT y requiere de acuerdos políticos al más alto nivel de la coalición. Tal vez un mano a mano entre Alberto y Cristina, que siempre avaló el portazo de su hijo,  o del mandatario con el líder de La Cámpora.

   “Estamos trabajando sobre un escenario en Diputados donde los nuestros van a acompañar sin fisuras y creemos que los díscolos (por el subbloque de unos treinta diputados que comanda Máximo) a lo sumo podrán abstenerse,  ahora lo que nos preocupa es la posición de Juntos por el Cambio, donde hay demasiados halcones y pocas palomas”, reflexionó por esas horas otro funcionario.

   En el Senado se da la paradoja de que las incógnitas sobre hacía dónde volcará su voto el peronismo, por caso la abstención o directamente el voto en contra del acuerdo, se convirtieron a mitad de semana en la mayor preocupación en la Casa Rosada. 

   Fue luego que el formoseño José Mayans,  de una militancia cristinista insospechada, dijo que los senadores del Frente de Todos “todavía no tienen claro” como van a votar el proyecto. Otra vez repiquetea aquí aquella frase de Cristina durante la Asamblea Legislativa a algunos de los senadores que más le responden, respecto de la inviabilidad del acuerdo alcanzado. 

   “Con el texto en la mano, incluyendo la letra chica, todo puede variar”, dicen en la Casa Rosada. Tal vez desconozcan, o prefieran no alentar fantasmas, que a todas luces la decisión de la lider del Frente de Todos es política. Y ella, con apenas una rápida mirada al pasado cercano y no tanto, ha demostrado con creces que no suele volver de esas posturas.

   Habría una segunda estrategia detrás de aquella certeza de que “no hay plan B”. Sostiene que el Presidente prepara su lanzamiento para la reelección el año que viene, apuntalado por dos objetivos, uno de los cuales cree que ha cumplido. El primero fue justamente su discurso en el Congreso, donde según sus aliados más fieles sentó las bases de lo que será la segunda mitad de su mandato y las políticas que avalarán aquella pretensión de permanecer otros cuatro años en la Casa Rosada.

   La segunda sería más ambiciosa: hacerse dueño de la victoria de una pronta sanción del acuerdo con el Fondo, pese a la oposición abierta del cristinismo, del camporismo, y también del sector más duro de Juntos por el Cambio que encarna el macrismo.