Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Esquinas con mucho que contar

   Cuatro esquinas, en Donado y Chile, con un equipamiento que da testimonio de otras épocas, de otros usos y costumbres.

“Y aquel buzón carmín, y aquel fondín donde lloraba el tano su rubio amor lejano que mojaba con bon vin. ¿Dónde estará mi arrabal? ¿Quién se robó mi niñez? En qué rincón, luna mía, volcás como entonces tú clara alegría”. De Tinta Roja, Sebastián Piana y Ovidio González Castillo.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

Fotos: Pablo Presti / ppresti@lanueva.com

   Donado y Chile. Una esquina singular. En alguna época lugar donde desde temprano se juntaban trabajadores esperando conseguir alguna changa. Un pñoco antes, espacio de aires netamente ferroviarios.

   Son cuatro esquinas con identidad propia. Un chalé, un paredón que encierra un patio, una vieja casona construida por los ingleses para alguna autoridad del mercado Victoria, parte del patio de los galpones ladrilleros donde se acopiaban los materiales que el Buenos Aires al Pacífico traía de la región cuyana  y donde funciona una venta de antigüedades y materiales de demoliciones, hierros, mármoles.

   Pero hay además en este cruce de calles tres componentes distintivos, testimonios de otros tiempos. Un kiosco de chapa, tipo pagoda, colocado en el lugar a principios del siglo XX, equipamiento urbano para venta de diarios, revistas y golosinas. Cerrado hace décadas, ha sobrevivido al vandalismo y a la destrucción. Ahora va a ser trasladado a calle Portugal, detrás del teatro, donde lucirá renovado y ocupado por algún comercio.

   A su lado, un falso buzón, los de cabeza esférica, de hierro, tan propios de decenas de esquina bahienses. Son los viejos transformadores de la empresa del Buenos Aires al Pacífico, concesionaria del servicio eléctrico en la ciudad. Muchos piensan que son buzones, pero es cuestión de prestarles atención para ver que les falta la boca y que tiene sólo una puerta, camino a una llave de corte hoy sin uso.

   Por último, en otra de las esquinas hay un buzón, verdadero, de los cilíndricos históricos, de hierro, colocados a principios del siglo XX cuando escribir cartas era la manera de comunicarse entre todos. Rojo carmín, recién pintado, todavía en uso para las pocas cartas que cada tanto caen en su interior. Lugar de apoyo de quienes mataban el ocio en la esquina.

   Y un componente más del lugar: los restos de una cúpula en el negocio de desechos. De pizarra metálica, grises, con una suerte de pararrayos. Lleva al menos diez años en el sitio, en venta, o como muestra. Es parte de la demolición de una casona de calle Alsina al 300 diseñada por elJoaquín Saurí, el mismo que hizo la Casa del Ángel y la sede de la Sociedad Sportiva.

   Chile y Donado. Dónde en otras épocas se escuchaba, estruendoso, el silbato del Noroeste llamado al trabajo a los obreros del ferrocaril. Un buzón, un kiosco, un transformador, una cúpula. Igual que en la vidriera irrespetuosa.