Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Aprovechar y romper, la tentación del albertismo duro

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Casi como al pasar, o sin el ruido que en verdad debería haber encerrado el concepto, el titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, lanzó una consigna apenas después de que Alberto Fernández anunciara la semana pasada el inicio de un camino de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Mientras al mismo tiempo, en una jugada combinada que tal vez el Presidente nunca previó, preparaba sus valijas para la presentación en sociedad en Moscú y Beijing.

   ¿Qué dijo Pesce? Pero más relevante, ¿por qué fue un técnico como el titular del BCRA y no una espada política, como podía esperarse, el autor del desafío? “Estoy convencido que después de este acuerdo el presidente Fernández está en condiciones de ir por la reelección en 2023”.

   Pesce, hay que decirlo, es del riñón más absoluto de Fernández e integra el grupo de no más de una decena de funcionarios que no dudarían en calificarse a sí mismos como albertistas de la primera hora. Con matices, junto a otros como Alberto Iribarne, Julio Vitobello, Juan Manuel Olmos y Vilma Ibarra, están a su lado hace más de veinte años. Pero más importante, entienden que los nuevos tiempos, las ventanas que se han ido abriendo y los tropezones exponenciales de buena parte de la tropa de sus principales rivales internos del ultra cristinismo habilitan la enorme disyuntiva.

   Pesce, en la lógica de Aníbal Fernández, es “un cuadro” del Presidente y por tanto asumió aquel desafío de plantear en caliente, mientras duraban las mieles del anuncio del acuerdo con el Fondo y Máximo Kirchner todavía no había pateado el tablero, el tema de la reelección.

   No está solo ni mucho menos, y hasta podría afirmarse que hay matices que surgieron en los últimos días, al calor de la pelea con Máximo, el silencio más o menos cómplice de Cristina y nuevos ataques directos a la cabeza de Alberto como el de Fernanda Vallejos.

   ¿Fernández podría aprovechar su “gran hora” y tomar definitivamente distancias de su jefa y mentora, con la que numerosos funcionarios y fuentes gubernamentales o parlamentarias aseguran que atraviesan el peor momento de la relación, si es que a estas alturas siquiera la atraviesan, y “levantar vuelo” solo?

   ¿Hay chances de que el albertismo lisa y llanamente se libere de las amarras hasta ideológicas con el cristinismo y arme sus propios planes para 2023? Es otra pregunta directa que se han hecho por estas horas en aquellos despachos donde se aposentan los hombres y mujeres más fieles del Presidente. “No hay ninguna chance de ruptura, pero tampoco hay vuelta atrás: ellos eligieron un rincón y nosotros nos quedamos donde estamos, que es avanzar con el Fondo para evitar el precipicio de un no acuerdo”, no titubeó en plantear el escenario uno de aquellos secretarios.

  Para ese y otros funcionarios, hay además un dato anterior, igual de significativo, que podría haber jalonado de a poco ese camino que nadie asegura que en definitiva se vaya a tomar, pero que anida en la cabeza de unos cuantos. Fue, recordó un vocero en un comentario reservado, aquel puntapié inicial cuando Fernández avisó en el acto en Plaza de Mayo por el Día de la Militancia frente a una multitud que en 2023 habrá PASO en el Frente de Todos para definir la candidatura presidencial, de la que dijo que será uno de los aspirantes. Primera aproximación: fin del dedazo de Cristina para dirimir cargos. “Ese fue un día de corte, después se empezó a ver todo lo que vino”, completa otra fuente presidencial.

   Elementos más novedosos a la mano se han tomado entre quienes piensan que el Presidente ha ganado autonomía, y puede ratificarla después de su sonado paso por Rusia y China para conferenciar con Vladimir Putin y Xi Jinping. Lo que, en el caso del gigante asiático, incluyó primero anuncios concretos de inversiones directas como en el caso de la Central Atucha III. “Alberto puede mostrarse ahora como el presidente que toma las decisiones después del principio de acuerdo con el Fondo y de esas visitas, lo están reflejando las encuestas”, se entusiasma.

   No deja de meter el dedo en la llaga: hoy el jefe de Estado tiene mejor imagen positiva y mayor intención de voto que Cristina, y eso tiene un peso superlativo. Dicen en la Casa Rosada que no es menor para internar aquel salto, sea después moderado o no: que pese a todos los contratiempos, errores no forzados y palos en la rueda, el Presidente sea hoy el dirigente del Frente de Todos que mejor mide en los sondeos que escrudiñan la intención de voto.

   Creen que efectivamente la ruptura de Máximo y la actitud de su madre de no definirse para uno u otro lado, solo preocupada por su situación judicial, los habilita a plantearse alternativas. “Está claro que juntos no volveremos a caminar. Ése es el dato central”, dice uno de los veteranos al lado del mandatario.

   En ese filoso análisis que se hizo por aquellas horas en Olivos entre el Presidente y su equipo, una frase quedó picando: “Es ahora o nunca…”. Suman un plan para recrear la liga de gobernadores, más la CGT, los movimientos sociales y la tropa de intendentes bonaerenses que no comulgan con La Cámpora. ¿Será?