Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

FMI: Golpear la puerta de todos, incluso de Juntos

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   El presidente Alberto Fernández ha convertido en su principal obsesión lograr que el Congreso sancione dentro de los próximos 40 días el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Antes de avanzar en los pormenores de esa jugada cabria precisar que hay detrás de ella dos objetivos muy claros. El primero, queda dicho, es evitar que el país pueda caer en el primer default de su historia, y por eso necesita imperiosamente que no falle el plan que se ha propuesto para que el Congreso sancione la ley que aprueba el nuevo acuerdo con el organismo internacional.

   El segundo, que para los albertistas de mirada dura de cara al futuro adquiere tanta relevancia, o mayor que aquel primer objetivo, es reafirmar que si sale bien parado de esta gestión inmediata, y se terminan de confirmar algunos números de encuestas que lo han sorprendido gratamente, creen que ya no quedarían dudas sobre su aspiración de ser reelecto en 2023, aún si se somete a las PASO que él mismo anuncio que impulsaría para terminar con el dedazo de Cristina Fernández.

   Alberto regresó de su gira por Rusia, China y Barbados satisfecho y convencido de que ahora solo importa aprobar el acuerdo. Desplegó en 48 horas todos sus dirigentes leales a mano. Todos detrás del mismo objetivo, comprometido como se sabe después del portazo de Máximo Kirchner y del sugestivo silencio de la vicepresidenta.

    Ese gesto del hijo de Cristina no sería en todo caso lo peor que le ha pasado al Presidente, que trató en vano de recomponer la relación pero del otro lado le avisaron que no hay retorno. El problema mayúsculo es que hoy por hoy al Gobierno se le haría cuesta arriba conseguir no ya el número para sancionar la ley del nuevo préstamo con el Fondo, que no lo tiene, sino el quórum necesario para iniciar una sesión, en especial en Diputados donde ahora mismo se han encendido todas las alarmas.

   Tanto, que cerca de Sergio Massa pero también en las oficinas del nuevo jefe del bloque del Frente de Todos, el santafecino Germán Sánchez, se admitió en las últimas horas que el oficialismo va a dialogar con absolutamente todos los sectores en pugna. Internos y externos. De hecho, cerca del tigrense quedo esta semana picando una frase que se le adjudica: “Si tenemos que golpearle la puerta a Juntos por el Cambio y pedirles apoyo, lo vamos a hacer”.

   Hoy por hoy, hay que decirlo y de algún modo lo reconoció Fernández durante su estadía en Barbados, el Gobierno no tiene garantizado los números para aprobar la ley. “Ochenta, a lo sumo noventa”, fue la cuenta que hizo el jueves Martínez durante una reunión en el despacho de Alberto Fernández para seguir con el “poroteo” de los diputados que podrían votar a favor, los que se abstendrían y hasta los que podrían votar en contra. Hablan claro de la propia tropa en la que a duras penas por estas horas conviven cristinistas con el resto del variopinto peronismo de gobernadores y jefe territoriales más o menos cercanos a la Casa Rosada.

    En ese encuentro uno de los presentes, todos integrantes de la mesa chica política de Alberto, más Martínez y el secretario de Relaciones Parlamentarias, Fernando “Chino” Navarro, dio por sentado que al hay menos 18 integrantes de la bancada que se referencian en Máximo Kirchner y pertenecen a La Cámpora que han dado señales de que no votarán la ley: se abstendrán, lo más probable, o votarán en contra, un escenario de casi ruptura total mayor que el que se vive por estas horas.

    El bloque del Frente de Todos en Diputados, porque en el Senado hay menos dudas ya que Cristina Fernández pareciera tener todo bajo control, se compone de 118 legisladores, 11 menos del quórum que se necesita para iniciar la sesión. Se descuenta en aquellas reuniones que con los aliados de siempre, el Gobierno podría conseguir el número para arrancar. Todo lo que venga después está en una nebulosa. De allí que sin demasiados pruritos se ha empezado a mirar con alguna simpatía los movimientos del ala blanda de Juntos por el Cambio, a quienes se les pediría que aprueben el acuerdo.

   Ese es un paso estudiado por el Presidente porque previo a sus instrucciones para avanzar en esa línea, habló esta semana por lo menos dos veces con el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, el radical más proclive a acompañar al gobierno en este trance junto a la Coalición Cívica de Lilita Carrió. Morales, se sabe y lo ha dicho y repetido, sostiene que la oposición cambiemita no puede mirar para otro lado o petardear el acuerdo, como estarían tentados de hacer Macri, Bullrich y los halcones de PRO, porque justamente la deuda fue contraída por el gobierno del ingeniero. El comunicado de Juntos del viernes corrobora esa mirada previa que parece englobar a todos los integrantes de la coalición. Van a apoyar, como le había anticipado Morales a Alberto.

   El jefe de Gabinete Manzur, y el ministro del interior De Pedro, en su caso cada vez más convencido de que no tiene sentido profundizar la grieta que abrió Máximo, empezaron a dialogar con los gobernadores de todo el país para comprometerlos. Incuso se sabe que el tucumano mantuvo un diálogo con el cordobés Juan Schiaretti, el más díscolo de todos los mandatarios peronistas y cuyo rechazo al acuerdo ya anticipó su pareja, la senadora Alejandra Vigo.

   Un pedregoso camino por delante de recorrido incierto, es lo que viene.