Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Furias, cimbronazos y el odiado Artículo IV

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Segunda, y siguiente comprobación, tras el misil de ayer: el gobierno se anotició brutalmente esta mañana que el cristinismo duro buscará dar marcha atrás, al menos modificar, el principio de acuerdo con el Fondo Monetario internacional para saldar la deuda contraída por el gobierno de Mauricio Macri.

   La noticia llegó como una bomba al despacho de los voceros presidenciales, en medio del armado último de valijas para emprender esta noche el esperanzador --en términos de capturar mayor autonomía política-- viaje de Alberto Fernández a Rusia, China y el Caribe. “¿(Leopoldo) Moreau pateó el tablero?”, se preguntó incisivo uno de esos colaboradores históricos.

   El exradical devenido ultracristinista venía de decir en un reportaje que la fracción de la bancada del Frente de Todos que ahora al parecer solo se referenciara en el rupturista Máximo Kirchner va a tratar de modificar la letra del pre acuerdo alcanzado la semana pasada por el presidente Fernández y Martín Guzmán, blancos de la durísima critica del hijo de Cristina Kirchner en su carta de renuncia de ayer a la presidencia del bloque del Frente de Todos en la cámara de Diputados.

  Es que Moreau, interpretaban en la Casa Rosada, no solo no morigera nada sino que le echa un poco de nafta a la hoguera que encendió Máximo Kirchner con su explosiva carta, y que de alguna manera, para un par de analistas albertistas más finos, agiganta al menos hasta estas horas el estruendoso silencio de su madre y vicepresidenta.

   Aquella comprobación previa al nuevo cimbronazo provocado por Moreau ya es bien conocida: la carta de renuncia de Máximo cayó como una bomba neutrónica en el primer piso de la Casa Rosada. Hubo quienes se apresuraron a preguntar si eso se le parecía, o no, a un principio del fin dela unidad, precaria por donde se la mire en estos dos años, de aquel engendro que surgió cuando Cristina decidió elegir a dedo a Fernández como candidato a presidente. Un paso que, vale refrescar, se asegura en despachos del Instituto Patria, en el Senado y también entre dirigentes no tan jóvenes de La Cámpora, del que ella no para de arrepentirse.

   La gravedad institucional del paso dado por Máximo no sería en todo caso el peor de los datos, ya que hay albertistas en la Casa Rosada, y el propio presidente aseguran, que comprenden la actitud del diputado, y creen interpretar que “en todo caso se le salió un poco la cadena” al no intentar disimular absolutamente nada de su rechazo al acuerdo con el FMI y cargar culpas directas en Fernández, Guzmán y el equipo económico. “Es malo, no estoy de acuerdo, y lo firmaron ustedes, háganse cargo”, podría haber agrado la carta sin lugar para sorprenderse.

   El problema a resolver, mientras se insiste que el presidente buscara con la gira que inicia hoy enfriar los ánimos pero a la vez sacar altísimo provecho de los acontecimientos, es lo que sigue. Por caso, un albertista se entusiasmaba con el párrafo del presidente en declaraciones a un canal amigo donde dijo sin eufemismos que Cristina tampoco aprueba el acuerdo con el fondo pero que el presidente es él. “Esta vez la lapicera es la mía y el tintero también”, podría haber rematado.

   Una novedad comentada en reguero en las últimas horas en los alrededores de los aposentos presidenciales agregaba una cuota de certidumbre, si se puede decir, sobre las razones del sospechoso –hasta ahora-- silencio de Cristina y de la carta, de la que nadie duda que estaba al tanto, la haya aprobado o no, de su hijo.

   “(Cristina y Máximo, pero más el pibe, en el fondo creen que (Alberto) bajó las banderas de Néstor al acordar con el Fondo, cuando ya ha quedado demostrado que era ese camino o apretar más la soga al cuello”, reflexiona en privado un albertista puro.

   ¿De qué se trataría? De un punto central: madre e hijo reniegan furiosamente de la parte del acuerdo de Fernández con el Fondo que repone los controles del llamado Artículo Cuarto del reglamento del organismo. “Néstor los odiaba y por eso les pagó al contado”, recuerda un kirchnerista de primera hora aquel “¡Chau Fondo!, slogan que lanzó en enero de 2006. Esos funcionarios molestos que escarban computadoras y documentos, vendrán ahora cada tres meses a instalarse en Buenos Aires. Y no suelen sugerir sino directamente reclamar cambios allí donde vean que las metas no se cumplen. Durante los próximos tres años y medio.

   Pareció la gota que rebalsó el vaso de Máximo, quien en su carta no se olvidó de aquella batalla de su padre y la presunta claudicación de ahora de su entonces Jefe de Gabinete: “vi al presidente Kirchner quemar su vida en este tipo de situaciones”, reprochó.