Bahía Blanca | Jueves, 26 de junio

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El árbol que florece en verano, llegado desde el Himalaya y con la compañía de Júpiter

Originario de China y Japón, el crespón es cada vez está cada vez más presente en las calles de la ciudad. En esta época sus coloridas flores transforman el paisaje urbano.

   Jupiter es el mayor planeta del sistema Solar, once veces más grande que la Tierra y de cuerpo gaseoso, formado por hidrógeno y helio. Sin embargo, un árbol de ese cuerpo celeste es el encargado de aportar color y alegría al paisaje urbano local.

   El verano es la época en que florece el llamado “árbol de Júpiter”, conocido popularmente acaso como crespón, que por estos días explota en maravillosos racimos de flores blancas y lilas que asoman entre los árboles y dan color al paisaje. Su relación con Júpiter se debe a que su floración coincide con la época en que ese planeta es más visible en el cielo.

   No es un árbol tradicional ni hay demasiados datos de cómo llegó al país desde China, Japón, India o el Himalaya, sus lugares de origen, y como todo árbol que se precie de tal, tiene su nombre científico: Lagerstroemia indica, en honor al naturalista Magnus Von Lagerstrom y a su origen Indomalayo.

   Sus flores son de un color fuerte, con una variedad que incluye al fucsia, violeta, lila, rosa, blanco, púrpura, carmesí ó malva. De lejos, parecen racimos. De cerca, flores de papel crepé, arrugadas y de bordes ondulados. De allí su nombre, crespón.

   Están por toda la ciudad, en los barrios, dispersos, solitarios. Asoman entre el verde del arbolado y dan un toque distintivo a la cuadra. Hay ejemplares repleto de flores, otros más pobres. Dependen de las horas de sol que recibe, de que algún hongo lo agreda o de un suelo más pobre.

   No sólo sus flores son hermosas, también lo es su corteza, parecida a la del arrayán, con tonalidades amarillas y naranjas, y con escamas. Sus hojas también son fascinantes ya que en invierno, antes de caer, adquieren tonos otoñales, rojos.

   Ha pasado el tiempo del violáceo jacarandá, del rojo del ceibo y el amarillo de los palos borracho. Con el calor se lucen los crespones, de colores que brillan y seducen y dan un toque de elegancia y belleza a las calles.