Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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¿Cuál es el desafío de la seguridad alimentaria argentina en la geopolítica internacional?

“Las restricciones en la oferta de alimentos, agravadas por el cambio climático y el deterioro de los recursos naturales, plantean nuevos retos para la Argentina”, dijo Marcelo Regúnaga, consultor de mercados agropecuarios.

Producción agrícola en la Argentina. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “La inseguridad alimentaria ya ha dado lugar a conflictos sociales en muchos países de bajos ingresos. Y por eso es que la geopolítica de los alimentos se ha constituido en un tema crítico”, dijo Marcelo Regúnaga, director académico del programa de capacitación de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

   “Las restricciones en la oferta de alimentos, agravadas por el cambio climático y el deterioro de los recursos naturales, ya planteaban estos nuevos desafíos. Y la invasión de Rusia a Ucrania ha hecho más complejos los desequilibrios y las incertidumbres”, añadió.

   Fue en un tramo de la presentación denominada La seguridad alimentaria global y la sostenibilidad del sistema alimentario argentino, que el reconocido consultor de mercados agroalimentarios realizó en la apertura de la 53° Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Agraria (AAEA), que organizó la última semana el departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur.

Marcelo Regúnaga, director académico del programa de capacitación de la Bolsa de Cereales porteña.

   Para un país generador de materia prima diversa para la elaboración de alimentos, como la Argentina, el dato no es menor.

   También comentó Regúnaga que los progresos técnicos de la Argentina, y del Mercosur, han permitido liderar estos desafíos globales y jugar un papel estratégico en la seguridad alimentaria mundial.

   “Ante el deterioro de sus recursos naturales, la Argentina y los países de Mercosur iniciaron estas reformas con la siembra directa, a la que se incorporaron otras buenas prácticas e innovaciones biotecnológicas, nanotecnológicas y, recientemente, las TICs (tecnologías de la información y de la comunicación)”, aseguró.

“La intensificación sostenible es un proceso de mejora progresiva y continua. El desafío de la mejora es permanente, siempre a partir de buenas prácticas basadas en la ciencia”, afirmó Regúnaga.

   “¿Dónde está la Argentina? En un buen camino, pero es un proceso que debemos generar en forma masiva. El error sería pretender adoptar otras decisiones ideológicas generadas en Europa y otros países con realidades y prioridades diferentes”, advirtió.

   Regúnaga, quien fue ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación en 1991 y en 2001, dijo que la Argentina cuenta con una estructura institucional pública y privada desarrollada para el proceso investigación, desarrollo y adopción de estas innovaciones, en alusión de Aapresid, Aacrea, INTA, Conicet, redes BPA, universidades y empresas.

Los antecedentes

   El abastecimiento de la demanda mundial de más y mejores alimentos, resultante del dinamismo de los países emergentes, es una preocupación política creciente para el G7, el G20, la FAO, la ONU y otros foros.

   “Existen visiones diferentes de cómo abordar estos desequilibrios, el rol del proteccionismo y el comercio, y la crisis de gobernanza”, sostuvo.

   En este sentido, agregó que el escenario internacional plantea la necesidad de transformación de los sistemas alimentarios de los países.

   “En la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU, que se realizó en 2021, se propuso un enfoque global y sistémico de la producción de alimentos y otros bienes y servicios agroindustriales para atender en forma simultánea”, aseveró.

   Se refirió a la seguridad alimentaria mundial con más alimentos, sanos e inocuos, a partir de la mejor nutrición; la conservación y la recuperación de los recursos naturales y la biodiversidad; la mitigación del cambio climático y los desarrollos locales y de las comunidades.

   “La Unión Europea pretendió imponer su visión en el encuentro, pero no lo logró, por lo que ha decidido hacer sus reformas con alto contenido ideológico e imponerlas al mundo vía el comercio”, contó.

Un proceso de 30 años

   Regúnaga sostuvo que, en nuestro país, el proceso de transformación hacia sistemas eficientes y sostenibles se inició hace tres décadas. Y que existe una convergencia de innovaciones y buenas prácticas.

   Citó, como pilares, a los siguientes ítems:

--Siembra directa.

--Rotaciones, cultivos de cobertura y cultivos de pastizales (grassland farming).

--Incorporación de cultivos genéticamente modificados con resistencias biológicas a malezas y plagas.

--Control integrado de plagas basado en innovaciones biotecnológicas y TICs.

--Agricultura de precisión para uso eficiente de la tierra y de los insumos, tales como semillas, fertilizantes, maquinaria y demás.

--Desarrollos recientes de bioeconomía y de economía circular como, por ejemplo, uso de residuos.

   El analista destacó la utilización de la siembra directa (SD) en la Argentina, que resultó una bisagra para la agricultura, las rotaciones y los cultivos de cobertura.

   Entre los atributos citó la importancia clave de la función de las raíces y de la fauna en la regeneración de la porosidad. También que deja de existir la capa arable y da lugar a otra semejante enriquecida con residuos orgánicos, alterando la dinámica de la materia orgánica del suelo.

   Asimismo, que es un sistema y no una práctica cultural eventual y que mejora la estructura y las propiedades biológicas, químicas y bioquímicas de los suelos.

   Entre los beneficios, la SD reduce la erosión de suelo en el 90 % y la evaporación en el 70 %, así como mejora la eficiencia de uso del agua de lluvia.

   También reduce en más del 60 % el uso de combustibles fósiles, liberando menos gases de efecto invernadero (GEI).

   Del mismo modo, favorece el secuestro o la menor pérdida de carbono del suelo, promueve una mayor biodiversidad y actividad biológica y genera mayor ciclado y disponibilidad de nutrientes. Finalmente, mejora la eficiencia de la fertilidad química, da mayor estabilidad a la producción (por más resiliencia) y reduce los costos operativos.