Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

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“Soy un enamorado del fútbol de la Liga del Sur, lo defiendo a muerte y no lo cambio por nada”

El 16 de febrero de este año, Plácido Alberto Sangronis, ex DT de Pacífico y Olimpo en el ámbito local, sufrió un infarto que le terminó modificando los sentimientos, sus costumbres y esa inconstante manera de valorar la vida. Aunque hay algo que no va a cambiar nunca, que no lo negociará jamás, ni siquiera si se lo llegan a prohibir por prescripción médica: el amor incondicional por la pelota. “Sin fútbol me muero”, sentenció.

Fotos: Emmanuel Briane y Archivo-La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]

Instagram: @sergiopeysse

Twitter: @elpeche1973

   “Sentí que la muerte me había venido a buscar y creía que si cerraba los ojos me iba ir al instante de este mundo, pero lo que más miedo me daba era imaginar al médico diciéndome que no podía seguir dirigiendo, que me olvide de estar al frente de un plantel y que solo vea fútbol por televisión”.

   De cuerpo entero. Sí, esa frase lo pinta tal cual es.

   Después de mucho tiempo sin verlo ni cruzármelo en alguna de las canchas de la Liga del Sur, me encontré con el mismo Plácido Sangronis de siempre: sonriente, con las noticias deportivas al día y extremadamente parlanchín, aunque también más flaco y no tan enérgico como en otras ocasiones, cuando al mismo tiempo y sentado a la mesa de la cocina, le prestaba atención a la charla, a los mensajes que le llegaban al celular y al partido que de fondo se veía en el smart TV del living.

   La nota fue en su casa, y él sabía que la primera pregunta iba a estar directamente dirigida a lo que le sucedió el 16 de febrero de este año, cuando se levantó temprano a la mañana y notó que el dolor de estómago era mucho más intenso que otros que también habían sufrido las consecuencias lógicas de haber comido mucho la noche anterior.

   “Fue el martes feriado de carnaval. Me levanté de la cama normalmente, fui a preparar el mate, y cuando me agaché para darle un poco de alimento balanceado a la perra, me empecé a sentir mal, como que las tripas se movían de un lado a otro sin parar. Enseguida me di cuenta que no era una descompostura normal, de esas que te llevan al baño unas cuantas veces pero que tienen solución”, contó “Placi”, actual DT con licencia profesional de ATFA y hoy a cargo del primer equipo del SUPA (Sindicato Unidos Portuarios Argentinos) a nivel amateur.

   “Me asusté porque no era un dolor de panza común y corriente. Le pedí a mi señora (Gabriela Lucas) que me acompañé al hospital, a la guardia del Privado del Sur. Me hicieron los estudios de rigor y el análisis de sangre detectó que estaba infartando, pero para que no entre en pánico me dijeron que había llegado a tiempo y que tenían todo controlado. Quedé internado, me operaron a los tres días y el fin de semana ya estaba en casa otra vez”, indicó sin pausas y aclarando que los flashes de ese momento dos por tres vuelven a dar vueltas por su cabeza.

   “Es como que volví a nacer, creo que Dios me dio la chance de poder contarla; me hizo reaccionar con tal de que le de a la vida el valor que no le estaba dando”, profundizó Plácido Alberto, de 53 años y tan futbolero como sus hermanos Ulises, Pablo y Martín.

La pelota, sus primeros pasos como entrenador en las Menores de AFA y el orgullo de ser Director Técnico nacional de fútbol.

   —No me quedó claro: ¿entraste al hospital infartado o infartando? No creo que sea lo mismo…

   —Infartando, porque no tenía dolor en el pecho pero si en la espalda, a la altura de los omóplatos. Llegué al hospital caminando, lúcido, pero un poco mareado. Lo primero que me hicieron fue un electro, que no salió bien, por eso me derivaron enseguida para un estudio de enzimas cardíacas (miden los niveles de proteínas que están vinculadas con la lesión del músculo cardíaco o miocardio), donde comprobaron que el corazón no tenía la contracción rítmica y continua que debía tener. Pese a todo, me comunicaron que estaba fuerte y que podía aguantar hasta que me operen, aún sabiendo que dos arterias principales estaban tapadas”, detalló quien debutó en la Primera de Pacífico en 1987 de la mano del siempre recordado “Pocho” Barú.

   En el verde estuvo hasta 1990, cuando pasó a Olimpo. En 1991 defendió los colores de Huracán de Ingeniero White, en 1992 jugó en Sansinena y en 1993 fue de refuerzo a Unión Deportiva Bernasconi (La Pampa).

   En 1995 estuvo en Juventud Unida de Algarrobo y en 1996 retornó al ámbito local para actuar en Pacífico de Cabildo. Después de un lapso como ayudante de campo de Raúl Daniel Schmidt, volvió al ruedo en 1999, en La Armonía, donde se retiró a los 32 años.

   —¿Sabés a ciencia cierta cual fue la o las causas del infarto?

   —La gordura y el sedentarismo. Llegué a pesar 114 kilos; me había desbordado por completo. Aumenté mucho durante la pandemia, sin darme cuenta y encerrado comía todo el día. Siempre fui muy activo, pero el hecho de que te corten todo de golpe y no te dejen salir de tu casa fue un crimen para los que siempre nos gustó cocinar y le hacemos a honor a cada plato que preparamos con dos o tres repeticiones.

   “En mi casa somos muchos y competíamos para ver a quien le salía la mejor comida elaborada, una de las tantas locuras de aislamiento, encierro y aburrimiento. Pasaba horas en el sillón mirando tele y picando algo, lo que sea, pero nunca fui consciente que en algún momento el cuerpo podía llegar a decir basta”.

   Cuando el mundo quedó en cuarentena a causa de la pandemia y de los imparables aumentos de contagiados en cada rincón del planeta, el fútbol también paró, salvo en las Ligas de Nicaragua, Bielorrusia, Burundi y Tayikistán.

   —No me digas que…

   —(Interrumpiendo) Ni hablar que seguí el campeonato de Nicaragua: el clásico entre Diriangén FC y Real Estelí fue un partidazo. Es más, a veces me engancho con partidos viejos de Mundiales o Copas Libertadores y comparo lo que era el juego de antes con el de ahora.

   “Por mi trabajo, por la pasión que llevo adentro por ser técnico de fútbol, veo todo. Analizo equipos, escucho a los entrenadores, me informo sobre los planteles y hasta puedo llegar a copiar algún que otro sistema táctico novedoso o interesante”.

   —¿El fútbol de que país te atrae más?

   —Soy un enamorado del fútbol de mi país, pero sobre todo del de la Liga del Sur. Cuando puedo, veo un partido de alguna Liga de Europa, pero si juega un equipo argentino o uno de mi ciudad, me hago el tiempo aunque no lo tenga. Un montón de veces dejé prioridades de lado y lo reconozco, pero hay una frase que dice que “la pasión no entiende de razones”, y te puedo asegurar que es tal cual.

   “Igualmente hoy, a la edad que tengo, trato de cumplir con mis obligaciones diarias y con el rol de padre, abuelo y laburante (es empleado en la UNS). Aunque a mi ritmo ehhh…”

 

“Ahora el cuerpo me maneja a mi”

   Con la segunda taza de café en su mano, Plácido miraba por la ventana como el agua de lluvia pegaba sobre el frente de la acogedora casa del barrio Mara, la que compró en 1992 y que todavía hoy continúa en proceso de refacción y ampliación.

   —Además de los 14 kilos que bajaste, ¿en qué otros aspectos cambió tu vida?

   —En la alimentación es donde más se nota una variación de las costumbres. Después del infarto, nunca más le puse sal a la comida, pese a que el médico me dijo que un poquito no me iba a hacer mal. Me acostumbré a comer sin condimentos, sin aderezos y sin pan; me cuido lo más que puedo, tomo mucha agua y camino cinco kilómetros día por medio.

   “Modifiqué los hábitos alimenticios y el cuerpo se desinflamó. No sé si bajé mucho o poco de peso, pero estoy mejor; soy otra persona”.

   —Y sí.

   —Antes al cuerpo lo manejabas vos, ahora el cuerpo te maneja a vos. Me tuve que adaptar a un régimen, pero no a una dieta estricta. Tengo un permitido cada tanto, pero llevo casi seis meses comiendo sano y dedicándole tiempo a otras cuestiones de la vida a las que antes no le prestaba atención o directamente no las consideraba.

   —Es raro que nunca te hayas referido al estrés, una palabra de moda entre las causantes de las enfermedades relacionadas a la mente y al corazón.

   —Hubo tiempos donde viví estresado, sobre todo cuando salía del trabajo pasado el mediodía, me iba a entrenar a la zona y volvía a casa, muerto de cansancio, a las 8 o 9 de la noche. Eran épocas de mucho nerviosismo, de tener que correr todos los días para cumplir con las obligaciones y los horarios, y eso me generaba ansiedad y agotamiento psicológico.

   “Cuando hice mis primeras armas como ayudante de campo de Raúl Daniel Schmidt, andaba como loco de acá para allá, no quería fallar en nada, pero con el paso del tiempo la experiencia te va aplacando y te das cuenta que correr de un lado al otro no te hacen mejor ni peor persona, como tampoco mejor o peor Profe o entrenador”.

 

   “Te digo más: el fútbol no tuvo nada que ver con lo que me pasó. Cada vez que llegaba a mi casa, el hambre era incontrolable, comía y no hacía nada, y el cuerpo me terminó pasando factura. Me tocó y lo sufrí, pero gracias a Dios hoy lo puedo contar con una sonrisa y sin secuelas de ningún tipo”.

   “Sentí que la muerte me vino a buscar… Siempre pienso: ¿qué podía llegar a pasar si decidía no ir al hospital cuando me empezó a doler el estómago? Dios se puso en el camino y creo que fue el que decidió por mi, porque nunca soy de ir al doctor si me duele algo. Doy gracias al cielo que me pasó de día, a la mañana, y no de noche cuando dormía, porque me han comentado que algunos han pasado de largo…”.

   “Parece que el destino está marcado y cuando tiene que pasar, pasa… El 9 de octubre de 2020 me había hecho un chequeo completo de venas y arterias, más un electrocardiograma, una ecografía y una prueba de fuerza. Estaba todo bien, sin complicaciones, aunque en febrero, cuatro meses después, de diez pasé a cero y clínicamente no hubo nada que lo pueda explicar. Me explotó la cabeza, aunque fue el corazón el que me avisó que la convivencia con el cerebro ya no era tan buena como antes”.

   “Considero que volví a nacer, que me dieron otra oportunidad para estar más tiempo con mi familia y con mis nietos Pilar y Santino (ambos de 6 años)”.

Amor de abuelo. "Chocho" con sus nietos Pilar y Santino.

 

   —Hoy, ¿cómo está tu corazón, además de enamorado?

   —Ja, ja... Puedo hacer vida normal. Incluso, el médico (Marcelo Guimaraes), en la última consulta, me dijo que si quería empezar a trotar 30 minutos por día lo podía hacer. Está todo bien, me siento bárbaro y el ánimo lo tengo pum para arriba, pero tomo cinco pastillas todas las noches. Me debo cuidar, no queda otra. A fin de año me tengo que realizar un estudio más exhaustivo, y si ahí sale que todo marcha sobre ruedas, seguramente me disminuirán la medicación.

   “Hoy, cualquier dolorcito, sea muscular o articular, lo relacionás con el corazón, aunque el médico me dejó tranquilo cuando me anticipó que mi desaparición de este mundo no iba a ser por muerte súbita. Cuando llegás a una instancia como esta, sobredimensionás todo, le das importancia hasta lo más mínimo y ya nada te resbala como cuando tenías 20.

   —¿Sentís que sos el mismo de antes?

   —Mentalmente sí, estoy fuerte. En la primera visita después del infarto, el médico se sorprendió cuando comprobó que estaba entero y con tantas ganas de vivir. A los 15 días de la operación, me dijo que me veía pleno y con buen color en la piel, y a los 25 me dio el alta para ir a trabajar. El y los que están a mi alrededor saben que jamás me voy a deprimir mientras tenga salud y lucidez, aún sabiendo que voy a estar medicado de por vida.

   “Soy el mismo de siempre, aunque existe ese temor a pensar que el corazón puede fallar. Ahí priorizas un poco más el y los cuidados, aunque si dramatizas y estás todo el día pensando en lo que puede pasar, te enfermás de la cabeza, que es peor. A veces pienso que el resentido soy yo y no mi corazón”, manifestó mientras trataba de explicar que los dos stents que le colocaron cruzan entre sí al llegar a la parte superior de la aorta.


Mejor entrenador que jugador

   Aunque hoy no se encuentre dirigiendo en el ámbito doméstico, “Placi” elige siempre un partido de la Liga del Sur para ir a ver. Bahhh… en realidad, a veces medio tiempo en una cancha y la segunda parte en otra.

   —¿Cómo es eso?

   —Muchos me dicen que estoy loco, pero a veces me pasa que un sábado o un domingo quiero ver a dos equipos que juegan a la misma hora pero que no se enfrentan entre sí. Entonces, veo el primer tiempo de un partido en una cancha y me voy a otra para ver el segundo de otro compromiso, siempre y cuando los 15 minutos del entretiempo me alcancen para ir --en auto-- de un lugar a otro. Eso sí, tienen que ser dos encuentros de la A o dos de la B, no mezclo...(risas).

   “A lo mejor como jugador era un picapiedras, pero cuando empecé a ser técnico me enamoré aún más de este deporte. Doy todo por esta pasión; hasta te diría que soy mejor entrenador que futbolista”.

   —Cuando te retirés como entrenador podrías incursionar como comentarista en alguna transmisión radial: “parla” y conocimientos no te faltan.

   —Lo voy a tener en cuenta. Me encanta estar informado, miro los programas de fútbol y escucho radio casi todo el día. Las estadísticas de Cocho López (por LU2) son sagradas, hasta llegué a anotar ciertos datos para después tenerlos en cuenta en alguna charla técnica. El fútbol de la Liga me apasiona desde que tengo uso de razón. Nací y me crié en un barrio futbolero, en la esquina de Bravard y Don Bosco, ¿te suena?.

   —En el corazón del Noroeste.

   —Sí, con un montón de canchitas, plazas y potreros en los alrededores como para ir a patear una pelota. Vivíamos en la calle, jugábamos a la mañana, a la tarde, a la noche, abajo de algún farol y con ladrillos que simulaban ser los palos de los arcos.

   —¿Sixto Laspiur o El Danubio? De pibe jugaste en los dos.

   —Me inicié en los babys de Sixto Laspiur, a los 10 años, cuando con mi familia nos habíamos venido del campo (Algarrobo) a vivir a Bahía. La canchita de Sixto la tenía a dos cuadras, y el primero que me inculcó el amor por la redonda fue Rubén “Pirulo” Trapé, un formador con todas las letras; mi padre futbolístico.

   “Además de sus consejos y de tenerme bajo su ala, me enseñó a vivir. Me decía: `cuidate, vas a llegar a Primera, no rifes tu futuro, pensá desde ahora que te podés convertir en un jugador de elite´. Un adelantado para la época”.

   —No me contestaste la pregunta.

   —Se me pone la piel de gallina, pero Laspiur primero y el El Danubio después. En El Danubio hice la parte final del baby y después dirigí, junto a “Pirulo” Trapé, la categoría más grande en el último año de competencia, en 1985. Esa temporada, el club de Don Bosco y Roca ganó la Copa Challenger, de casi 1,5 metros de altura, que hoy posa en la vitrina principal de la sede.

   “Además, a El Danubio le debo lo que fui como futbolista, porque ahí me fue a buscar Ismael Boccaccini, un entrenador de las menores de Pacífico. Fui junto a otro jugadorazo, Héctor “Pato” Martínez, y el año que fichamos salimos campeones en octava”.

   “Para el que no sabe, los babys de El Danubio fueron una cantera inagotable de talentos, de donde salieron, por ejemplo, Luis Díaz, Torito Quiroga, Bossio, y solo por citar a algunos. En la década del `70 y principios de la del `80, te puedo asegurar que un gran porcentaje de los planteles de la Liga del Sur estaban nutridos por jugadores que habían pasado por El Danubio”.

   “Y había que jugar en un piso de baldosas, con tablas a los costados y con 500 personas apoyadas alrededor de las barandas. El baby de El Danubio fue el mejor de Bahía, no me queda ninguna duda de eso”.

   —Te pusiste nostálgico.

   —Fue una parte muy importante de mi vida, y también de la tuya, porque vos jugaste en ese club con la verde y blanca. Sabés de que te hablo.

   —Tal cual.

   —Si me sacan el fútbol me muero, así nomás te lo digo.

   —Hoy, dirigiendo al SUPA, ¿no recordás aquellos tiempos?

   —Seee... Aunque ahora el fútbol amateur, en cualquier barrio o Liga, se profesionalizó bastante. En el SUPA estoy a cargo de la Primera división, que sigue entrenando y ya está preparado para competir. Empezamos con la preparación, junto a Sergio Hernández (ez DT y coordinador de Olimpo), hace dos meses, y el equipo está muy bien, haciéndole “pata ancha” a varios elencos de la Liga del Sur en los amistosos.

   “Al SUPA le voy a estar agradecido siempre, porque cuando yo estaba sin trabajo, me vinieron a buscar, me pidieron que me haga cargo del equipo de Primera y que lo maneje al mismo nivel que se exige en la Liga del Sur. Y hoy el plantel se rige bajo normas profesionales: no faltan elementos para las tareas de campo, los jugadores tienen todo a disposición y la gente que colabora está siempre con nosotros. Estamos por buen camino”.

 

Un amor para toda la vida

   Plácido arrancó su carrera como técnico en la temporada en 1995, dirigiendo a la Primera de Juventud Unida de Algarrobo en la Liga de Villarino, antes de convertirse en ayudante de campo de Raúl Daniel Schmidt en Villa Mitre (temporada 1997-1998 del Torneo del Interior) y Tiro Federal, donde consiguieron el título del Promocional y el ascenso en 2000.

   Después siguió por Club Darregueira (2009, campeón de la Liga Cultural, Zona Sur), Olimpo (de 2012 a 2016, Infantiles de la Liga del Sur, y en 2017 Cuarta de AFA y Primera local), otra vez Club Darregueira (2018) y actualmente en el SUPA (desde 2019).

   En pareja (“y casados, como corresponde”, según ella) con Gabriela Lucas desde hace 33 años, y ambos padres de Sofía (30 años), Estefanía (27) y Franco (23) y abuelos de Pilar y Santino, los dos de 6.

   “No te olvides de mandarle un saludo a mi sobrina Mía”, me pidió encarecidamente y con mucho amor este carismático DT de nuestro fútbol que acercó a Olimpo a jugadores que hoy trascienden en Primera división: Axel Rodríguez, Leandro Lacunza y Sebastián “Pipa” Fernández.

   —Volviendo al fútbol de la Liga, ¿cómo vez el nivel del actual torneo?

   —Siempre lo veo bien, soy un defensor a ultranza del fútbol nuestro. Si en el Carminatti juegan Olimpo y Boca y al mismo tiempo hay un partido de la Liga, elijo ir al certamen local. De chico mamé esto y el fútbol liguista es mi lugar en el mundo.

   “El nivel nunca puede ser malo si surgen jugadores talentosos muy jóvenes y con una proyección interesante. Como está todo, hoy un pibe de 17 años tiene que estar picando en Primera, porque la evolución y los tiempos de maduración son distintos a cuando yo me inicié en menores. Hoy, en un corto plazo, lo físico se equilibra con lo futbolístico, cuando nosotros, con suerte, lograr eso nos llevaba meses de laburo”

   —Hoy, ¿se corre más de lo que se juega?

   —Sí, y el fútbol de la Liga sería mucho mejor si en lugar de atletas habría más jugadores habilidosos y sin tanta presión. Pero bueno, es una cuestión discutible a nivel mundial y hay que entender que el fútbol cambió mucho. Ojo, en muchos aspectos para bien.

   “Se modernizó tanto que hasta le cambiaron los nombres a los puestos: aparecen los extremos, los volantes internos, los mixtos, los aleros... Yo sigo confiando a muerte en el 4-3-3, para mi el 8 es el volante por derecha y el wing es el delantero que va por las puntas. Igualmente hay que acostumbrarse a las variantes, porque no todos los dibujos tácticos responden en la práctica como los diagramaste en la teoría”.

   “Ahora es muy común defender con línea de cinco hombres y que los laterales, en ataque, se conviertan en volantes ofensivos. Muchos apuestan a un 5-3-2 flexible, pero es un sistema que necesita mucho trabajo. No reniego ni me caso con ningún esquema; trato de estar siempre a la altura de las circunstancias”.

   —Hoy en día se está viendo otra vez el 4-3-3.

   —Sí, es un dibujo táctico idal para un equipo equlibrado entre líneas. Ahora, si no contás con la clase de jugadores como para apostar a ese dubujo, tenés que modificar la táctica y potenciar al equipo en otros aspectos. El fútbol es lindo porque varía permanentemente y nadie es el dueño de la verdad.

   “Los grupos humanos son fundamentales donde no hay tanta riqueza técnica o jugadores jerarquizados. Si contás con gente comprometida y con sentido de pertenencia, a veces das pelea y llegas hasta lugares impensados”.

   —¿Estás desesperado por dirigir en la Liga del Sur?

   —No, pero dos por tres me hago la misma pregunta: ¿por qué no puedo estar dirigiendo en la Liga si siempre me ha ido bien? A lo mejor no se da porque no estoy entre las preferencias dirigenciales de tal o cual club, no sé, o no soy del gusto futbolístico de una determinada institución. Tampoco lo sé. Esto es así, hay que tener paciencia, y cuando se de la oportunidad, analizarla y encarar si se alinean los planetas.

   —Imagino que estás de acuerdo en que se haya vuelto a la A y la B, ¿o no?

   —Sí. Jugué el Promocional y salí campeón con Pacífico en 1994, que logró ascender después de 15 años. En la B siempre hay una motivación extra y los equipos se refuerzan porque sienten que pueden competir de igual a igual con cualquiera. En un torneo Unificado, algunos hacen la plancha porque saben que a la larga no pueden hacerle sombra a clubes con altos presupuesto y planteles jerarquizados.

   “Lo que si estoy comprobando este año es que el Promocional está a la altura del campeonato de Primera A”, agregó “Lomo”, como lo apodaban en su época de volante aguerrido y transgresor.

   “Por suerte el doctor me dijo que no me iba a morir si volvía a dirigir después del infarto”, subrayó sin inmutarse.

   “En mi casa se respira fútbol todos los santos días y sé que si me tengo que morir en una cancha lo voy a hacer sonriendo y feliz”, sentenció.

   —Me imagino un almuerzo o una cena de la familia Sangronis: ¿de qué está prohibido hablar?

   —De política y religión. Por hache o por be, el fútbol siempre domina la escena y muchas veces se arman debates interminables entre mis yernos y mi cuñado (Fernando Lucas, actual DT de Bella Vista). Discuten los más chicos, los más grandes, los hombres, las mujeres, y es lindo porque parecen que son todos técnicos. En mi casa solo se acepta el idioma futbolístico y los que vienen ya saben que es así.

   —”La” Gabi que dice?

   —Nada, ella nació en una familia súper futbolera; sus padres (Marta y Lito) van todos los fines de semana a ver un partido de Liga del Sur. Acá en casa, el domingo se mira fútbol desde las 11 de la mañana hasta las 12 de la noche. Nada de novelas o programas de entretenimientos.

   “Cuando se ponen a discutir mis yernos con mi cuñado y mi hijo, yo trato de observar y analizar qué dice cada uno, porque no hablan por hablar, opinan con conocimiento de causa. Cuando quiero meter un bocado, Franco, mi hijo, me dice que conmigo no se puede debatir porque siempre me pongo del lado de los entrenadores. Y sí, soy técnico y defiendo a muerte esta profesión”.

   Plácido es matriculado desde 2007, cuando recibió el título de técnico nacional tras cumplir con el curso en la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA), filial Bahía Blanca.

   “El título me dio la posibilidad de ser profesional. Cuando empecé en esto, el `Ruso´ Schmidt me dijo más de una vez que haga el curso, y cuanta razón tenía. Después comprobé que para el jugador que se retira y quiere continuar su carrera como técnico, tener el título es como un posgrado; en definitiva no deja de ser una satisfacción después de haber colgado los botines”.ç

Con derecha, con izquierda... El fútbol no se cae en  los "jueguitos".

 

   “Si tenés la ilusión y la vocación de ser entrenador, tenés que hacer el curso, que te sirve para todo una vez que te recibís. Te doy un ejemplo: dirigí a Olimpo durante cinco años en las Menores de AFA, y para hacer el contrato, me exigían el certificado analítico de la carrera cursada y aprobada. El fútbol argentino tendría que empezar a exigir técnicos matriculados en los distintos niveles de competencias, sean locales, regionales o nacionales”.

   La última pregunta tuvo relación con su cuñado Fernando, que mañana va a cumplir una semana al frente de Bella Vista, camiseta que defendió durante más de una década y con la que consiguió tres títulos liguistas: 2000, 2008 y 2010.

   “A Fernando le tengo toda la fe, por su personalidad y por su forma de manejar los grupos. Conoce lo que es Bella Vista y lo va a sacar adelante; además de ser un ganador en todo lo que emprende”, sostuvo “Placi”, fanático de Pacífico pero amante empedernido de este bendito y adorado fútbol de la LDS.

 

Como DT en la Liga del Sur

 

55
Cotejos. Dirigió Plácido en Primera de LDS: 26 en Pacífico (Promocionales 2007 y 2008) y 29 en Olimpo (Apertura y Clausura 2017). Ganó 17, empató 20 y perdió 18. Es decir el 43,03 por ciento. En el Verde fueron 24 en el primer torneo y 2 en el segundo, mientras que en el aurinegro fueron 14 en el primer semestre de la temporada y 15 en el segundo.