Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Cuentos breves. Hoy: “Ayuda, mamá se tomó el palo”

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Por Fernando Monacelli  /  Ilustración: Guillermo Arena

   Nos enteramos de que mamá era la doctora Anika Qing revisando sus cosas, días después de que se fue sin decir ni mu, dejando a mi papá abrazado a un libro que ella misma le había regalado un tiempo antes (tenía muchos defectos, mamá, pero que era previsora era previsora), y que papá había ridiculizado con su manera de ser tan intelectualmente inhóspita. Aquel ejemplar sobre el que ahora papá soltaba lágrimas y mocos no era otro que una edición aniversario en tapa dura de ¿Abandonado? Diez claves para que en dos semana te chupe un huevo, la obra que lanzó a la fama mundial a la hasta ahora misteriosa doctora Anika Qing. Hasta el momento en que mamá desapareció de casa y descubrimos su identidad, la doctora Qing era una hermosa mujer asiática europeizada, de mediana edad, pelo negro, sonrisa blanca y pequeños ojos oscuros, que vivía en Nueva York, cuya foto ocupaba las contratapas de la pila de best sellers suyos que nuestra madre amontonaba siempre a mano. 

   --Por qué no leés otra cosa en vez de esa estupidez, le preguntaba desdeñoso papá, un voraz lector y durísimo profesor de clásicos.

   --Prefiero no ser hipócrita. Todos los libros del mundo son de autoayuda. ¿Qué te creés que es la filosofía?, le respondía mamá y terminaba la conversación.

   Pero la verdad era que a mamá nunca se la veía leyendo los libros que desbordaban su pequeño escritorio junto a la cama. Ahora se entiende el porqué. Bajo la fachada de esa china divina de las contratapas llamada Anika Qing, se ocultaba Margarita Riestra Rombuto de Chicarielli, nuestra pequeña, regordeta, millonaria, y a la postre huidiza madre. Mamá no tenía que leer sus propios libros, ningún escritor lo hace salvo para autoflagelarse.

   Como fuera, a los tres o cuatro días del abandono, mi padre seguía deshaciéndose en lágrimas, mientras nosotros comparábamos la foto de la doctora Anika Qing con la de nuestra madre y nos obligábamos contener la risa porque, en el fondo, papá tan quebrado nos daba algo de pena. Fue entonces que mi hermano le recomendó empezar a leer ¿Abandonado...?, capaz el libro lo ayudaba, como prometía, a superar el momento.

   Mientras tanto y para no estar todo el día viendo sufrir a papá (sospechábamos que era cosa de orgullo en un hombre tan frío y distante como él), nos metimos a adivinar la clave de la notebook de mamá, quien se había escapado de casa literalmente con lo puesto y sus tarjetas de crédito. No fue tan difícil. Escribimos Anika Qing y nada. Luego, Anika a secas y nada. Entramos con Qing. No pudimos, en cambio, dar con la clave de su cuenta de gmail, así que no accedimos a la nube donde estarían sus escritos avanzados. En el escritorio de su computadora, en cambio, encontramos una carpeta que nos interesó :”Nuevos proyectos.doc”. Eran títulos y breves descripciones de lo que supusimos serían los próximos libros de la doctora Qing. Había tres, así esquematizados.

   1) Título: “Vivir a salvo. Cómo ser argentino y no convertirse al peronismo cuando todos son peronistas”. Descripción. Dos bloques. Primero. Acciones defensivas: leer historia, mirar actos peronistas, estudiar estadísticas, viajar a países desprovistos de peronistas, ejercicios mentales para recrear un mundo sin peronistas. Segundo. El encierro. Sumirse en una profunda introspección que sirva de escudo contra los encantamientos peronistas. Estado del texto: en curso.

   2) Título: “Soltar cadenas. La vida real sigue siendo políticamente incorrecta... por fortuna”. Descripción: reflexiones a partir de un personaje ficticio que se encierra en un casillero de ropa de un club para evitar ser cooptado por la tormenta de ondas eléctricas “bienpensantes” que arrecia afuera. Desde allí, el personaje elabora estrategias defensivas para no caer en la necesidad de quedar bien tode el tiempe con tode el munde en todes los temes a lo largue de lo que le queda de vide. Estado del texto: para edición final.

   3) Título: “Ya fue. Tomate el palo antes de que te mueras de aburrimiento”.

   Para este último proyecto, no había descripción. Pero seguramente era el libro en el que mamá (o la doctora Qing) estuviera trabajando en este momento, pensamos con mi hermano, y ya no pudimos contener la carcajada. 

   Papá nos oyó, es cierto, pero posiblemente nuestra risa no lo haya afectado tanto. Ya han pasado diez días desde que mamá se  tomó el palo y viendo que desde entonces papá no soltó el libro que ella le había regalado antes, creemos que el viejo está a solo cuatro días de  que su soledad le “chupe un huevo”. El éxito de la doctora Qing no puede ser puro marketing, creemos.