Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Luis Scola a fondo, claro, como siempre, en su quinto y último Juego: mirá lo que piensa

El capitán del seleccionado de básquetbol y su mirada más allá de este presente.

   Luis Scola, con 41 años, está disfrutando de su quinto Juego Olímpico, y ya soñando con el debut ante Eslovenia, el lunes 1.40, dejando en la previa un claro mensaje: "En mi visión no tenemos que revalidar lo hecho hace dos años en China (subcampeones del Mundo). Debemos lograr la mejor preparación y acercarnos lo más posible a nuestro techo. Eso nos va a llevar a un lugar, mejor o peor que en China, no lo sé", comentó el campeón olímpico.

   Luis se sienta a la mesa y, con el realismo crudo que lo caracteriza, asegura que es el mismo de siempre. Sin embargo, en el día a día, incluso consultando a quienes más lo conocen, se notan diferencias. Se lo ve más relajado, con mejor humor, con más ganas de hablar y hasta más sensible. Si es así, podría ser algo normal.

   El fin de su carrera está a la vuelta de la esquina, tan cerca como a un puñado de partidos, y eso le mueve el piso a cualquiera, más si es lo que has hecho durante casi toda tu vida. Pero él lo niega y se dispone a responder el cuestionario, a horas de alcanzar un logro alcanzado por muy pocos deportistas del mundo en la historia.

   —¿Cómo te tiene estar a horas de jugar tu quinto Juego Olímpico?

   —Tengo muchas ganas de jugar, estoy entusiasmado, pero intentando no llevar esto para el lado emotivo. Estoy preparándome como cualquier otro torneo, con la misma lógica que el equipo, lo mejor posible, pensando en estar bien física y basquetbolísticamente. Y eso disociarlo lo máximo posible de lo emotivo, porque no suma y lo que no suma, resta. Hoy no me sirve encararlo de otra forma, porque además me siento cómodo con el approach que tuve siempre y quiero terminarlo de la misma manera.

   —Es una forma de bloquear las emociones.

   —No sé si diría bloquear, porque es una palabra que tiene una connotación negativa, pero sí hacerlo como durante muchos años. Porque, además, no sé hacerlo de otra manera, es mi personalidad. Me gusta poner energía en las cosas que puedo controlar y las cosas que no suman, sacarlas del medio. Esto es algo que yo vine haciendo desde hace 25 años y, como seguramente es mi último torneo, no apartarme de lo que vine haciendo siempre. Hay momentos que me pueden llevar a la nostalgia, como cuando doy notas y me quieren llevar para ese lado, como la reacción de compañeros, amigos, fanáticos o en las redes sociales. Hay momentos que te llevan a ese lugar, pero yo soy un profesional y debo ir por un camino que me lleve al mejor rendimiento posible. Y esta forma es aislarme de todo eso que sucede y sucederá, durante el torneo, a mi alrededor. Porque lo único que puedo controlar es lo que haga yo.

   —Hablaste de tu último torneo. Pero no está claro si lo es. ¿Lo es?

   —Mirá, ni yo tengo claro lo que va a pasar. Pero no es que estoy indeciso o quiero darle suspenso a este tema. Porque yo no encaro las cosas así. No lo hacía cuando jugaba con 30 años y tampoco ahora. Está claro que el desenlace más probable es que no juegue más. Es lo natural. Pero no lo sé. Porque, en realidad, mi mente llega hasta el final de Tokio. No es que terminará el torneo y habrá un tweet, una conferencia de prensa o un anuncio oficial sobre mi futuro. Yo me voy a ir de vacaciones con mi familia y luego de ahí, definiré qué hago junto a mi familia.

   —¿Tenés contrato en Varese?

   —Tengo contrato, pero no es el punto. La diferencia, con otros años, es que antes yo sabía dónde iba a jugar. Pero esta situación no es nueva. Cuando jugué Mundial de China, no tenía equipo ni sabía lo que iba a hacer de mi vida. Cuando terminé el torneo y volvimos de vacaciones, me senté con mi mujer y evaluamos las distintas opciones de trabajo y de la vida, porque había propuestas que iban más allá de lo deportivo, y se tomó decisión de ir a Milano. Y luego se dio el paso a Varese, tras la pandemia. Pero, en general, fue así en los últimos años. La temporada final en Indiana (NdeR: la 14/15) fue la última en la que yo tuve claro que quería seguir jugando. Pero, desde ahí, cuando las propuestas deportivas ya no fueran tan ambiciosas, más a corto plazo y con menores certezas, cada año me plantee si quería seguir, porque la respuesta nunca era tn clara. Y luego, cada año, el tema familiar fue tomando más preponderancia y se fue comiendo a la parte deportiva de mi carrera. Ahora volveremos a analizar, pero está claro que el final está más cerca.

   —Vos siempre fuiste por más, sin mirar para atrás. ¿En estos días te detuviste en pensar en la carrera que tuviste? Porque ha sido una montaña rusa de emociones

    —Yo siempre trabajé de una manera y cuando conseguí una cosa, fui por otra, desde que debuté en la Primera de Ferro hasta hoy. Y ahora no es el momento de mirar para atrás. Como te decía antes, no sería un buen approach para este torneo. Cuando me retire, seguramente lo haré, reflexionaré sobre estos 25/26 años y me permitiré la melancolía, la felicidad y hasta la autocomplacencia. Pero no ahora. Va con mi personalidad. Porque, además, considero que no me muero cuando me retire… Yo lo tomo así, es mi personalidad, mi forma de actuar en el día a día. Y cuando me retire, pasaré la página y encararé lo siguiente de la misma manera. Porque yo valoro todo, lo de Varese igual que lo de Houston, cuando promedié 18 puntos y 7 rebotes en la NBA. Pero no porque soy extraordinario ni el mejor. Es mi forma de encarar las cosas. Y cuando me retire, si me pongo un restaurante, si lo hago, lo voy a encarar con mi atención. Aunque genere poca o mucha atención. En Varese tuve menos repercusión que en la NBA, pero nunca dejé de hacer las cosas como las siento…

   —Quienes te conocen dicen que estás tan o mejor que en la previa de China, que la preparación ha sido impecable.

   —No sé si mejor que en China, la verdad. En líneas generales no me acuerdo que haya llegado mal a un torneo. Tal vez puedo nombrar dos, al del 2003 (Preolímpico) y al Mundial 2014, sobre todo por el desgaste mental que produjo todo lo que pasó en la Confederación Argentina. Pero, en general, yo siempre dediqué mucho tiempo y organización a cada preparación. Pero nunca hice nada extraordinario.

   —¿Sentís que convertiste lo extraordinario en ordinario?

   —No, no dije eso. Además, cuando lo extraordinario es habitual se transforma en ordinario. Yo no soy un héroe, ni alguien especial. No hice nada increíble para China ni ahora para Japón. A veces sucede que se quiere cargar un discurso épico a lo que yo hago, y lo que yo hago, lo hacen otros. Muchos más de lo que la gente cree. Yo no soy nada extraordinario. Yo sólo trabajo de una manera que puede ser que esté buena, pero tampoco es para levantar ninguna bandera. Lo hace mucha más gente, incluso más joven.

   —¿Cómo sentís al equipo? No es sencillo revalidar lo que hicieron hace dos años.

   —En mi visión no tenemos que revalidarlo. Debemos lograr la mejor preparación y acercarnos lo más posible a nuestro techo. Eso nos va a llevar a un lugar, mejor o peor que en China, no lo sé. Pero no tenemos que buscar un resultado, internamente nuestra dinámica es terminar de completar la mejor previa y tratar de jugar lo mejor que se puede para después convivir con el resultado que nos toque. Pero lo bueno que nuestro compromiso es el más alto que podemos tener.

   —¿Qué cambió desde China para acá?

   —La diferencia con China es que, en la previa del Mundial, este grupo tenía una especial contención por lo que había hecho el anterior, la Generación Dorada, que por los resultados conseguidos y nombres pesados que tenía, generaba cierta sombra sobre este equipo y no le permitía volar y desarrollar su historia. Lo que hicimos los más veteranos fue convencerlo de que podía hacer su propio vuelo, hoy en día ya no se lo tiene que convencer. Ya lo sabe. La narrativa pasa por reproducirlo en otro escenario, más complejo y parejo. Nada más.

   —Pero nunca es fácil después de dar un golpe mundial. En el 2002, la Generación Dorada lo hizo y ya nunca volvió a ser la misma, en todo sentido. El status colectivo creció, el individual también y hubo que lidiar con otras cosas. ¿Cómo lo gestiona esta camada hoy?

   —El deporte es así. Siempre es distinto, los equipos mutan, incluso cuando siguen las mismas personas. Cambian los roles, los status, todo evoluciona. O involuciona. Hay un montón de situaciones que pasan, a veces se pueden gestionar, en otras no. Por ejemplo, si un jugador llega en peor de forma, se lo puede arropar porque es una situación transitoria, y tal vez ese jugador tiene un valor en el equipo y es necesaria esa contención. Pero a veces es algo mental que lo debe resolver la propia persona.

   —Pero no es fácil lidiar con algunas de esas nuevas cosas.

   —Hay que aprender a lidiar con esas cosas. Porque si vos buscás un status y su respectivo reconocimiento, no podés luego renegar de eso, porque es contradictorio. Es lógico que, después de algo como lo de China, el microscopio con el que se nos mire tenga más resolución, que se vean más cosas y hay más interés de la gente en ver esas cosas. Hay que aceptar y no renegar de eso. Porque los que reniegan de eso no pertenecen a ese lugar, están transitoriamente en ese espacio de privilegio.

   —¿Cómo están ahora? ¿Te preocupan en algo los resultados y el nivel del equipo en la preparación. No es la primera vez que le pasa, a este equipo y a otros de Argentina…

   —No estoy de acuerdo. Hay cosas que se adoptan sin argumentos y todos repiten. Las preparaciones no han sido siempre malas. A veces fueron buenas.

   —Antes del Mundial, en la gira previa por Europa, se perdió de forma contundente con Francia y Brasil, por caso.

   —Pero se ganó el oro en los Panamericanos. En este caso, perder con USA estaba en los papeles y lo de Australia fue bastante bueno. La única mala producción fue ante Nigeria. No coincido que lo hayamos hecho tan mal. También está el argumento de que pareciera de que jugamos mal adrede… No es sí. Nosotros buscamos hacerlo lo mejor posible… No es que decimos “tranquilos porque vamos a jugar bien en el torneo”. Y tampoco lo tomamos en el otro extremo y nos preocupamos. Nos ocupamos ahora para luego jugar bien.

   —¿Cómo evalúas el grupo y las chances argentinas?

   —Es un grupo difícil, pero todos han sido así desde que llegamos a un Juego Olímpico. No hay otra forma a este nivel y con tan pocos equipos. Porque están los mejores y vienen todas las figuras. En un Mundial pasa que algunas no van, renuncian, y un rival que era muy difícil pasa a no serlo tanto. Pero ahora estarán todos. O casi. Entonces, como este equipo quiere cosas importantes, no hay forma de conseguirlas sin ganarles a equipos importantes. Deberemos estar muy bien preparados.

   —¿Cómo se le gana a Eslovenia?

   —Eslovenia tiene al jugador en mejor forma del mundo, que nunca perdió un partido con él en cancha. Doncic tiene números que nunca se vieron en la historia, porque los repite en Europa, la NBA y FIBA. Nunca nadie tuvo ese nivel de dominio. Con un jugador así, ya de por sí, cualquier equipo es poderoso. Deberemos hacer un gran partido para ganarle.

   —¿Te gusta lo que propone Sergio como juego? ¿Es más arriesgado?

   —No, no creo que arriesgamos más que antes. Estamos desarrollando un juego moderno, el que debemos, hacia donde va hoy la tendencia mundial. Lo que estamos haciendo es la forma más efectiva para ganar. No es que se arriesga por demás. El tema es que, en los amistosos, nos costó llegar a ese nivel de juego que pretende. Pero tampoco jugamos bien en los Panamericanos. Yo soy optimista de que vamos a jugar como en China, incluso siento que podemos darle una vuelta de tuerca y jugar mejor. Si lo logramos, vamos a estar contentos. Si eso nos alcanza para ganar tres, dos o un partido del grupo, no lo sé. O si vamos a pasar el cruce de cuartos. Nada de eso es totalmente controlable. Debemos apuntar a lograr el máximo nivel de rendimiento, ese es el verdadero objetivo. Si lo logramos, podremos vivir con el resultado final. (Prensa CAB).