Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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La localidad que vive sobre un acuífero de casi un millón de años

El agua termal que hoy se encuentra a casi un kilómetro de profundidad debajo de la ciudad, cayó en forma de lluvia en lase sierras y tardó milenios en llegar al sitio donde hoy está.

Fotos: Archivo La Nueva.
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   Son de esas preguntas que, realmente, nadie se plantea nunca: ¿cuántos años tiene el agua que tomamos o que usamos a diario en nuestra región? ¿De dónde viene? Los surgentes ¿qué edad tienen? ¿Por qué tienen la composición que tienen?

   Un proyecto realizado desde el Conicet y la Universidad Nacional de Mar del Plata, con la colaboración de la Universidad Nacional del Sur e investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China, llevó a cabo un relevamiento para determinar la edad del agua que se utiliza hoy en la denominada cuenca del Colorado, que comprende una amplia zona que llega incluso a Pedro Luro y que incluye a los mismos surgentes de los que salen las aguas termales de esa ciudad.

   Los números que arrojó este estudio, son por demás sorprendentes. Sin ir más lejos, la anterior investigación similar se dio a finales de la década de 1980, cuando el doctor de la UNS y del Conicet, Guillermo Alfredo Bonorino, determinó que el agua de esta cuenca contaba con desde varios miles hasta unos 30 mil años.

   Pero el tiempo pasa y las tecnologías de datación mejoraron notablemente. Para aquel estudio se había utilizado Carbono-14, que era el mejor método por ese entonces, y que permitía estimaciones de no más de unos 30 a 40 mil años.

   Replicando el análisis, casi tres décadas después se utilizó un radioisótopo del gas criptón, de peso atómico 81, que permite establecer edades de agua de hasta casi 1,2 millones de años. Entonces ha sido posible determinar las edades en aquellos lugares en los cuales el método de Carbono-14 no puede hacerlo.

   Tal es así, que en las zonas Pedro Luro y Ombucta se determinó que el agua subterránea tiene la friolera de 920 mil años, con una diferencia de 60 mil años más, o menos. Es decir, se trata de agua de lluvia que cayó en la zona de Sierra de la Ventana hace casi un millón de años y que se fue filtrando en la tierra, a través de capas y capas de distinta composición, hasta estar en el sitio donde hoy se encuentra, unos 200 kilómetros al sur del cordón serrano y a unos 800 metros de profundidad.

   “Estamos hablando de aguas muy antiguas y que están casi al límite de las que se pueden datar de manera directa con la tecnología disponible actual -señala a “La Nueva.” el doctor Daniel Martínez, del Conicet y la Universidad de Mar del Plata-. En este marco, estamos determinando cuánto tiempo pasó desde que se infiltró ese agua que ahora sale como surgente en esta zona”.

   Además, reconoce que las aguas que hoy se toman de surgentes en Bahía Blanca, no tienen más de 20 mil o 30 años, bastante menos que las que se encuentran al sur de Villarino.

   “Las de Pedro Luro son aguas que se infiltraron en la zona de Sierra de la Ventana, en un sitio no especificado, y que llevaron un tiempo de tránsito muy lento a través del subsuelo, hasta alcanzar profundidades de 960 metros o más y llegar hasta aquellos lugares”, aclara.

   Este tiempo transcurrido -al que el profesional calificó de “asombroso”- también influyó en modificar la composición del agua que hoy, por ejemplo, se encuentra en las termas de Luro.

   “Los minerales que forman parte del acuífero son muy poco solubles, pero en tanto tiempo y con agua de tanta temperatura, estas han tenido la posibilidad de disolverlos y tener hoy la composición con la que cuentan”, asegura.

   Pero, ¿cómo era esta zona hace 900 mil años? Obviamente, no había dinosaurios y los continentes ya tenían el dibujo actual. El homo sapiens ya poblaba algunas partes de Asia y Africa. Nuestra zona en particular tenía un clima mucho más árido y probablemente existía una población compuesta por gliptodontes, megaterios y mamíferos en general.

 

Las aguas de surgentes en Bahía Blanca, no tienen más de 20 mil o 30 años, bastante menos que las del sur de Villarino.

 

   El conocimiento que deja esta datación permite realizar un manejo más adecuado del recurso hídrico, ya que se está ante la presencia de agua con una tasa de renovación extremadamente lenta. Desde el punto de vista de extracción, explica Martínez, se está llevando a cabo una suerte de minería de agua, utilizando un recurso no renovable.

   “También nos sirve porque, al momento de hacer la datación, se sabe que ese agua no ha sufrido un impacto antrópico, no está contaminada con herbicidas ni otras sustancias, porque esas cosas no existían cuando se recargó”, remarca.

   Además, destaca que es de utilidad el conocer -a través de simulaciones- la velocidad con la que se mueve el agua en los acuíferos, ya sea para planificar explotaciones o determinar cuánto líquido realmente se puede sacar.

   “Aunque justamente este no es el caso, esta información se puede usar también en estudios de prevención de contaminación en sitios donde se depositan residuos peligrosos, o establecer el impacto de actividades relacionadas con la industria petrolera”.

 

Temperatura y calidad

   Martínez explica también que no es normal encontrar en otros puntos del país aguas que tengan altas temperaturas y que sean potables y sobre todo en un acuífero muy grande

   “El acuífero de Pedro Luro es muy grande: tiene varios centros de metros de espesor y una superficie de muchísimos kilómetros cuadrados. Además, los surgentes en la zona de Bahía Blanca son de muy buena calidad. En otros lugares del país hay aguas más viejas que no tienen tal calidad o no tienen esa temperatura”, sostuvo.

   El análisis llevado a cabo en la región fue financiado por el Organismo Internacional para la Energía Atómica, y se desarrolló junto a un proyecto de cooperación con China. El objetivo era el estudio de aguas viejas utilizando una metodología moderna que solo se usa en cuatro laboratorios del mundo, ubicados en EE.UU., Alemania, China y Australia.

 

Las aguas termales de Pedro Luro se encuentran a 965 metros de profundidad.

 

   “Analizamos algo que llamamos edad del agua, que en realidad es el tiempo que transcurre desde que se infiltra la lluvia hasta que el agua subterránea -la que se encuentra en el subsuelo- llega al surgente”, explica.

   Según Martínez, uno de los mayores logros que se está haciendo con este estudio, es el desarrollo de la capacidad de aplicación de esta técnica y de tomar muestras de distintos gases disueltos en agua.

   “En forma indirecta, su empleo puede modificar la vida de la gente cuando, por ejemplo, no se termina agotando ni se contamina el recurso”, concluyó Martínez.
 

80 años del surgente termal

El último viernes, el surgente termal cumplió 80 años desde que comenzó a funcionar. Por ello, se llevó a cabo un acto protocolar, en la que científicos del Conicet revelaron la verdadera antigüedad del agua termal que surge de él.

También se enterraron varias “cápsulas del tiempo”, con cartas de vecinos y alumnos de 15 escuelas del distrito, que se abrirán dentro de 20 años, cuando se conmemore el centenario del surgente termal.Los minerales del acuífero son poco solubles, pero el tiempo y la temperatura del agua lograron disolverlos.