"Imaginate que, con 60 años, te digan que sos adoptada"
María Cristina Farina ansía encontrar a la mujer que la gestó y la trajo al mundo. Le dijeron que trabajaba como doméstica en Almafuerte al 400, que era muy jovencita y que le hicieron creer que su bebé había nacido muerto.

Audionota: Malena Ruppel
Anahí González Pau
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María Cristina Farina, hija de Ofelia Piussi y Osvaldo Farina, de repente, no supo quién era. Era la misma, pero no. Irremediablemente, era otra. Siempre había sido otra; sin saberlo. Y ahora, a 61 años de su nacimiento, quiere saber.
Datos aislados, fechas imprecisas, direcciones erróneas, mudanzas, nombres sin rostro, rostros sin nombre, secretos, rumores. Es todo lo que sabe sobre su identidad.
Día tras día, desde poco antes de que comenzara la pandemia, cuando su madre de 90 años le dijo que no era su madre biológica, se levanta con la incertidumbre y la esperanza de encontrar algo que le de sentido y unidad a esas pocas piezas aisladas del rompecabezas con el que juega a contrarreloj.
Busca algo que le devuelva lo que le arrebataron hace seis décadas: la posibilidad de conocer la cara de quien la trajo al mundo.
Durante 60 años, ni su madre ni su padre de crianza dijeron una palabra. Otros miembros de la familia también callaron. Su padre se llevó el secreto a la tumba, hace 32 años. Con él tenía una buena relación; con su mamá, no tanto.
El hermetismo fue tal que Cristina jamás sospechó siquiera que no tenía lazos de sangre con su único hermano, Gustavo Farina.
“Me enteré el año pasado, antes de la pandemia. Imaginate, con 60 años, que te digan que sos adoptada: las raíces, la estructura sobre la cual edificaste toda tu vida”, reflexionó la mujer, jubilada desde hace 11 años como docente de Lengua en nuestra ciudad.
María Cristina comparte imágenes de su infancia por si alguien puede relacionar los parecidos físicos..
Después de semejante cimbronazo, lo primero que hizo, acompañada por sus hijas, fue pedir el certificado de nacimiento que se encontraba en el Registro Civil, de Villa Mitre, con fecha 7 de diciembre.
Allí figura el nombre de una mujer quien, supuestamente, fue su partera: Noemí Durante Saavedra. Le siguió el rastro sin suerte. La mujer se mudó a Mar del Plata y murió en esa ciudad antes de que pudiera interrogarla.
“Ella deja constancia de que nací el 4 de diciembre de 1959, a las 11 y pico de la mañana, en el domicilio de mis padres de crianza, aunque en realidad hay un error, porque mi domicilio era Bermúdez 1641, en el barrio Sánchez Elía, y en el certificado dice 2641”, comentó.
Por testimonios que ha ido recogiendo Cristina cree haber nacido en algún hospital de Bahía Blanca y haber sido entregada ilegalmente a sus padres, ya que no hay papeles de adopción certificados por un juez.
Entre todos los datos que consiguió, uno no deja de rondar en su cabeza.
"Me dijeron que mi mamá biológica era muy jovencita y que trabajaba como doméstica en cercanías de Almafuerte al 400. O por calle Mendoza”, dijo.
“Esa persona me dijo con lucidez y firmeza: ‘A esa chica le dijeron que estabas muerta’. Eso explicaría por qué nadie me buscó”, comentó.
“Comparto las pocas direcciones que tengo porque, tal vez, algún vecino de esas calles, de Mendoza, Almafuerte, o alguien que reconozca estos apellidos, asocia algo”, dijo.
En el certificado de nacimiento aparecen los nombres de dos testigos: José Giangreco y Antonio Porcelli. El primero era un vecino, el segundo, un tío político. Ambos están muertos.
“Fui a ver a gente de aquella época. A medida que iba repasando pasaba lo mismo: Está muerto, está muerto, está muerto. No queda nadie vivo; eso es lo terrible”, dijo.
“Mi mamá de crianza no está lúcida. He ido a geriátricos y la gente que he visto y que puede saber algo tampoco está lúcida. No se acuerda, se confunde”, resaltó.
Su familia la apoya en la búsqueda de su identidad.
El hermano de Cristina, siete años más chico, se enteró de todo al mismo tiempo que ella y la apoyó de un modo incondicional. Es hijo biológico de sus padres de crianza.
Cuando ella tenía 5 meses sus padres se mudaron --repentinamente-- a vivir a Mendoza. Fue raro, porque tenían casa propia nueva, impecable, y trabajo. De pronto, muy rápidamente, alquilaron la casa y se mudaron a la ciudad natal de su papá, donde permanecieron dos o tres años.
“Capaz que alguien me buscó en ese momento y tuvieron que irse. No lo sé. Hay tantas conjeturas y nada a qué aferrarse”, dijo.
Al regresar a Bahía Blanca, se establecieron nuevamente en el barrio, en Sánchez Elía.
María Cristina Farina está casada con Alfredo Caubet y ambos tienen tres hijos: Noelia, Javier y Silvina Caubet.
--¿Cómo tomaron sus hijos la noticia?
--Es difícil también para ellos. Por ejemplo, algo muy sencillo: mis hijas van a tener familia en algún momento, me van a dar nietitos y cuando la obstetra pregunte por antecedentes familiares, sólo estará la parte del papá. Y del otro lado, un agujero negro.
--¿Alguna vez tuvo sospechas sobre su identidad?
--Jamás, jamás, jamás. Lo puedo asegurar. Para nada. Me cayó como un balde de agua helada.
--¿Cómo se lo contó su madre de crianza?
--Me dijo: “Vení, que tengo que hablar con vos. Bueno, sos adoptada”.
--Así, sin preámbulo…
--Así nomás. Fue bravo. Y después empecé a averiguar, familia de por medio, pero la mayoría de quienes podrían decir algo están fallecidos.
--¿Le dio algún dato más?
--No. Todas imprecisiones y contradicciones. No tengo datos certeros. No fue una adopción, porque no hubo un trámite legal ante un juez, por eso está todo tan difícil y oscuro para encontrar a mi mamá biológica, que es lo que más deseo en este mundo.
--¿Enseguida le creyó?
--No. De entrada, no le creí. Lo primero que hacés es negar. Llamé a mi prima hermana y me dijo: “Al fin se animó a decirte”. Y a medida que le iba contando a otras personas me decían lo mismo: “Ah, ¿Te lo dijo?”. Todo el mundo sabía que yo era adoptada. No se sorprendían. Fue una sensación horrible.
--¿Por qué cree que tomaron una decisión así en vez de esperar una adopción legal?
--Por lo que me dijo mi madre, por la necesidad de tener un hijo. Hacía bastante tiempo que estaban casados.
De a poco, con resiliencia y creatividad, Cristina va dando lugar a todo aquello que empezó a brotar de los escombros, tras el derrumbe de la mentira.
Como no sabe la fecha real de su nacimiento, inventó una para su último cumpleaños: eligió el 21 de noviembre.
“Me gustó esa fecha. No quería festejar el 4 de diciembre, me daba bronca. Era festejar una mentira”, dijo.
“Estimó que nací entre mediados de noviembre y primeros días de diciembre”, evaluó.
--¿Se enojó con la gente que lo sabía y no se lo contó?
--El enojo es por los años que pasaron. Si me lo hubieran contado antes, tenía más posibilidades de que mi mamá estuviera con vida. Hubiera hecho lo mismo: buscar. Pero buscar hace 30 años hubiera sido mas fácil y hasta podría haber compartido unos años con esta mamá que busco con tanto esmero; o conocer a mi padre.
--¿Cuál es su mayor ilusión?
--Mi ilusión es encontrarla y tengo la fuerza para hacerlo. Es como una lucecita, una esperanza de hallarla con vida; pero, aunque no estuviera viva, por lo menos quisiera saber el nombre, una foto, la cara. Es muy importante la identidad para una persona. Cada vez que algún comunicador me llama, o alguien me da un dato, por mínimo que sea, la lucecita se enciende.
María Cristina no está sola en esta búsqueda. Su familia la ha apoyado mucho, sus amigos y amigas, gente que no veía y que la llama para darle fuerzas. Su marido, también jubilado, la acompaña a todas partes.
Si alguien tiene algún dato que pueda ser relevante en esta historia, comunicarse al 291 5321649.
“Mi fuerza interior me lleva a no renunciar. Mientras tenga salud y vida voy a luchar. No voy a bajar los brazos, no voy a renunciar a este sueño de encontrar a alguien de mi familia”, dijo.
--¿Sintió, tras la confesión de su madre de crianza, que algo volvía a estar en su lugar?
--Sí, siento que las cosas están donde tienen que estar. Que a pesar de este vacío de no saber mi identidad, por lo menos, no saber mi identidad es, justamente, la verdad. Esa pasividad y la vida que yo tenía estaba apoyada en una mentira.
--¿Por qué cree que se lo contó ahora?
--Por la edad. Cumple 90 años. Habrá pensado en que no quería dejar este mundo sin decírmelo. Tal vez ha sido un peso que ha llevado toda su vida.