Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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El gobierno premió a una bahiense que exporta un elemento muy delicado para instrumentos musicales

Guillermina Esmoris tiene 34 años y vende resinas para instrumentos de cuerda. Fue la primera en producir este producto en Argentina y hoy, después de 4 años, tiene gran presencia en Estados Unidos, Corea del Sur, Taiwán y Brasil, entre otros países.

Fotos: Gentileza Guillermina Esmoris.

Valentina Manfrin / vmanfrin@lanueva.com

   Guillermina Esmoris, la bahiense que descubrió un mercado que no existía en Argentina y fundó una empresa que hoy está presente en más de 20 países, fue reconocida este miércoles con el premio Exportar otorgado por la Cancillería Argentina en conjunto con la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI).

   “Para mí tiene un valor muy especial”, dijo con orgullo sobre el reconocimiento que recibió Yumba, su empresa con la que desde hace 4 años vende resinas para instrumentos de cuerdas como violines, violas, violonchelos y contrabajos, fabricadas artesanalmente en su taller en Bahía para llegar a todas partes del mundo.

   Decidió que su marca llevara una impronta argentina, tanguera, y contó en diálogo con La Nueva. que el nombre está vinculado “a la década del 40, que es la década de oro del tango”. La Yumba “es un tango que compuso Osvaldo Pugliese”, explica el sitio web de la empresa; “su nombre proviene de la onomatopeya rítmica (zhoóm-ba). La sílaba ‘Zhoóm’ o ‘Yum’ corresponde a los tiempos fuertes, y la sílaba ‘Ba’, a los tiempos débiles”.

Cómo surge Yumba

   La empresaria de 34 años se topó por primera vez con la resina para instrumentos cuando empezó a estudiar contrabajo en el Conservatorio de Música de Bahía, en 2017: “En la primera clase, el maestro Gustavo Auday me dijo que siempre tenía que pasarle resina al arco antes de empezar”, para que el instrumento suene, “y me alcanzó una cajita. Yo miré, olí, y dije ‘esto es resina de pino’ y él me explico que sí, que esa venía de Suecia”, contó.

   A partir de entonces “me quedé fascinada, más con esa cajita que con el instrumento”. Tanto que, al volver a su casa, buscó en internet alguna marca de resina nacional, “y ahí descubrí que no había resina argentina, que todas eran importadas, bastante caras y algunas, incluso, no se conseguían en el país”.

   Al tiempo, cuando las prácticas con el instrumento la obligaron a renovar la resina que tenía, encontró “un documental de un contrabajista de tango que mostraba como hacía su resina en el patio de su casa”, y entonces “empecé a pensar que era algo que yo podía hacer, pero siempre pensando en hacerlo para mí”.

   Así fue que agarró una lata de tomate en la casa de su mamá y empezó a experimentar, a prueba y error “porque no había ninguna fórmula”, hasta lograr el producto luego de varias etapas. Cuando estuvo listo, lo llevó a su clase y “a mi profesor le gustó, empezó a divulgar que yo estaba haciendo resinas y me empecé a dar cuenta que había una demanda” con gran potencial.

   Fue entonces que decidió crear Yumba. Contó que el nombre se le ocurrió desde el principio: “Sabía que quería que se llame así, que esté vinculada a la década del 40 que es la década de oro del tango y de la industria argentina”.

   A partir de ahí no paró de crecer: un año después vendía en el exterior. Lo logró con ayuda de programas estatales, “sistemas simplificados de exportación por vía aérea que nos facilitan a las Pymes”, dijo.

La rápida exportación

   ¿Cómo logró hacerse un lugar en el mercado exterior en tan solo un año?

   La emprendedora recalcó que la exportación fue un camino rápido: “Me parece muy importante transmitir esto porque hay muchas Pymes, muchos emprendedores y emprendedoras que, por ahí, no saben que no es tan difícil exportar. A veces pensamos que exportar es mandar containers en un barco, pero la verdad es que no”.

   “Llegué a exportar gracias a herramientas que tiene el Estado”, dijo. El impulso inicial fue el Fondo Semilla, un programa que del Ministerio de Desarrollo Productivo que funciona desde 2010. Se postuló cuando se dio cuenta del potencial de su emprendimiento y “quería hacerlo en serio”. “Con eso pude comprar los moldes, hacer la página web, catálogos. La base para estar preparada para salir al mundo”.

   Luego consiguió la contribución del programa Exporta Simple, del Ministerio de Producción, que destacó como la ayuda principal. “Es una forma simplificada de exportación que no requiere de la figura de Aduana, que viene a levantar el paquete a tu casa, a donde vos producís, y lo lleva al otro lado del mundo”, explicó.

   Además, desde el Banco Provincia Bahía Blanca la “acompañaron paso a paso, con asesoramiento y comisiones muy bajas”, que para ella fue una ventaja porque estas acciones “suelen ser muy costosas”. También fue significativa la ayuda de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI), “que están muy a disposición para fomentar las exportaciones”.

   La CEO de Yumba destacó que en el Estado “hay una mirada sobre las Pymes, hay una contemplación sobre los pequeños productores”.

Sus pasos en el exterior

   Actualmente su principal comprador es Corea del Sur, “que nunca termino entender muy bien por qué, porque no es tanta la población, pero mi cliente principal está ahí, junto con Brasil”. También dijo que tiene una gran presencia en Estados Unidos y Taiwán, y que llegó hasta países como Austria, Australia, Rusia, Noruega y a Suecia. “Ahora les mando yo”, dice con respecto a este último, que era el lugar de donde provenía su primera resina.

   Cuando Yumba iniciaba su camino por el exterior, la bahiense tuvo la oportunidad de participar junto con la AAICI en la feria de música NAMM, que se realiza anualmente en San Francisco, California. “Me vi en la necesidad de vender mi contrabajo para asistir a esa feria”.

   Sin embargo, reconoció que ese esfuerzo fue compensado por un momento “mágico”: “Estábamos todos cansados, viendo caer la tarde, y aparece de la nada Stevie Wonder. Fue algo increíble: pasó caminando como si nada”, recordó.

   Por otra parte, mencionó el programa Argentinas al Mundo, lanzado este lunes por la AAICI en conjunto con la Cancillería, que “es una política pública muy importante”, porque “cuenta con capacitaciones para la toma de decisiones, para la primera exportación, que da la posibilidad de asistir a ferias y rondas de negocios. Es un programa muy completo pensado para mujeres que lideran empresas, Pymes y que son emprendedoras”.

   Esas dos entidades reconocieron a Guillermina Esmoris durante la inauguración de ese programa, pero también la galardonaron con el Premio Exportar, del que se siente realmente orgullosa: se había postulado cada año desde el comienzo de Yumba, “y este año he sido honrada con ese premio, que para mí tiene un valor muy especial. Muy emocionada, porque lo he vivido con felicidad y lo tengo con orgullo aquí en mi casa. Estoy muy contenta porque además siento que es un gran momento”.

De qué se tratan las resinas

   Yumba ofrece resinas diferentes para contrabajos, violines y violas, o violonchelos, que están catalogadas en su página web. La estudiante de Ciencias Sociales explicó cómo fabrica este particular producto de forma artesanal en su taller y qué diferencias hay entre cada una de las variantes.

    La materia prima se llama colofonia, “es la resina que se cae del pino, que muchas veces vemos en los troncos. Se recolecta en grandes cantidades y se hace un proceso en el que se separa lo sólido de lo líquido”. A partir de ahí, derrite la parte sólida y la mezcla con cera de abejas, entre otras cosas, para obtener el producto final.

   “Cada instrumento tiene necesidades diferentes, así como cada uno tiene tamaños diferentes, tienen necesidades distintas en relación a la resina. Por ejemplo, el contrabajo necesita que la resina sea muy pegajosa, en cambio al violín no, esto le afecta”, explicó.

   Agregó que es una cuestión delicada porque “como la resina está entre las cerdas del arco y las cuerdas, es lo que produce el sonido y si es de mala calidad genera mucho polvo” que puede afectar el sonido, pero que también “es malo para la piel y los ojos y además es muy abrasivo para el barniz del instrumento. Por eso, es muy importante tener una resina de alta calidad que a la vez proyecte un sonido limpio, que por ahí eso uno no lo escucha pero el músico sí, escucha como un ruido”, concluyó.