“Siempre me gustó organizar lo que sea, tanto en la cultura como después en el deporte”
Marcela Sainz repasó su trayectoria en la organización de recitales y entretenimientos en partidos de la Liga Nacional. Su rol en el Museo del Deporte.
Por Ricardo Sbrana - [email protected]
(Nota de la edición impresa)
Es tan organizada que se preparó un borrador, porque no quiere improvisar en sus declaraciones.
"Me siento organizadora nata. A veces me pasa que me paso todo el tiempo viendo cómo se puede optimizar cualquier cosa que se presente o que se organice. Es como un toc, medio molesto".
Y luego de mostrar ese DNI, Marcela Sainz comienza a desandar su recorrido en el deporte bahiense desde la cultura.
"Trabajé en casi todos los recitales que se hicieron en el club Estudiantes y en Universitario: Sabina, Charly García, La Fura dels Baus, Fito Paez, Divididos, Los Piojos… Los traía (Daniel) Randazzo y yo me desempeñaba como manager de producción y encargada de estadios. Eso me sirvió para, cuando llegué al Municipio allá por 2014, proponer el Parque Boronat como lugar de nuevos recitales al aire libre. Hoy es un lugar que la sociedad y los vecinos tomaron", contó Sainz, quien encabezó el área de Cultura municipal en la gestión de Gustavo Bevilaqua.
Este año cerró una etapa de tres décadas en la Universidad Nacional del Sur, donde ingresó por concurso no docente como empleada administrativa en Economía y Finanzas. Por su perfil de gestión y su pasado en la supervisión de los recitales, en un momento el rector Ricardo Gutiérrez la reubicó en el área de Cultura.
"Para mí organizar es siempre igual. Significa estar muy ordenado, tener gente adecuada en cada puesto para cuando tenés que delegar y no te puede fallar nada. Estar seguro. Ser un neurótico y estar encima de todo. Después, es muy similar organizar un recital o un evento para el deporte",afirmó.
-¿Cómo nace esta vocación por la cultura y la organización de eventos?
-Mi relación con la cultura comenzó con la organización de los recitales. Un día hablando con un amigo y contándole que había organizado actos del colegio, me hizo caer en la cuenta que mi rol de gestora es muy vocacional y arranca desde muy chica. Siempre me gustó organizar lo que fuera. Tanto en la cultura como después en el deporte. Para mí es una pasión. Muchos no entienden cómo puedo sentirme realizada y disfrutar muchísimo más de un trabajo de producción, de un espectáculo o de un evento para otro, y no el subirme al escenario y cantar, por ejemplo (NdR: el año pasado editó “Canciones de acá a la vuelta”). En la producción es donde me siento más plena. Siempre lo sentí así.
-¿Cuál fue el primer contacto con el deporte?
-Cualquier evento que se organice tiene un abecé en común. Lo que te pueden cambiar son los protagonistas. Para empezar en el deporte me sirvió cuando hice muchos trabajos de recitales en Estudiantes. Es mi club, donde desarrollé un paso breve por el voleibol durante cinco años. Después que estuvo (Guillermo) Brandauer en la gerencia del equipo de básquet de Estudiantes, tomó la franquicia gente de Buenos Aires, los del Scotiabank, allá por el '99 y 2000. Y ahí uno de los dirigentes del club me recomendó. Salvo contratos de jugadores y la relación con la Asociación (de Clubes), supervisé los gastos de equipo, organicé los viajes, estuve a cargo de los juveniles, que eran varios de Córdoba porque el técnico era el Zeta (Daniel) Rodríguez. Y tenía que organizar los partidos. En este aspecto notaba mucha similitud a lo que es organizar un recital. Tenés que preocuparte más o menos por las mismas cosas: cómo va entrar la gente, cómo saldrá, acomodarla, cómo cuidar el tema seguridad, que los árbitros estén respaldados, pagarle a los actores intervinientes, atender a la prensa… En un partido van dos hinchadas a ver a diez jugadores, en el otro va toda la gente a ver a un artista. Pero en vez de armar un escenario, organizás en una cancha.
-¿Cómo aparece en escena el toque cultural?
-En ese momento el plus que le pude dar fue que trataba de realzar los entretiempos, no sólo con algún espectáculo deportivo como eran las exhibiciones de los chicos de destreza de Estudiantes sino también con actividades culturales. Me parece que van muy de la mano deporte y cultura. No sé por qué acá no podemos hacer cosas que estén muy buenas. Quien lo vea lo sabría apreciar. Me parece que ese plus, cuando lo llevé a cabo en eventos deportivos, estuvo bueno y salió bien.
-¿Por ejemplo?
-En un momento tocó un cuarteto de saxo que se llamaba La Cañería. Salió en el diario una nota titulada “Jazz en el básquet”, a modo de nota de color. Otra vez, cerca de la Navidad, llevamos al coro de la UNS, con Carmelo Fioritti a la cabeza. Recibían a la gente cantando villancicos. Me decían que estaba local, pero no sabés lo bueno que quedó. Le dio un color distinto. Y tal vez el chico que fue con su papá al partido nunca vio tocar un saxo o nunca escuchó un coro, pero por ahí se le dio después por tocar o cantar.
-¿No tuviste miedo al fracaso?
-No. Lo de los saxos fue un poco más jugado porque se tocó jazz. O tratábamos de hacer juegos que podían mezclarse con la cultura y fáciles de recibir. Nadie podía enojarse o rechazar que cantaran canciones de Navidad un 22 de diciembre... En esa época veníamos de una etapa de vacas gordas con el equipo de básquet de Liga Nacional en el que estuvieron Manu Ginóbili, Pancho Jasen, Sepo Ginóbili… Los equipos llegaron a instancias importantes. La gente iba y como el equipo ganaba, todo se recibía bien. No había que remarla mucho por suerte.
-Pero la gestión de Pablo Nole, para la que trabajaste, terminó de manera abrupta. De un día para otro desaparecieron.
-Sí. Yo después de un tiempo me fui. Estuve un año con ellos. Lástima que no se siguió porque hubo formas de presentar y hacer, juegos en la cancha que eran un poco distintos a los que se hacen. Después no he visto que se haya seguido con esa impronta, cuidando el nivel. Se buscó el nivel en el juego por sobre esos aspectos que te daban un plus.
-¿A qué lo atribuís? ¿Motivos económicos?
-No, me parece que es propio de quienes organizan, que no tienen vuelo. Tampoco creo que sea lo económico. Vos a cualquier empresa que le decís `te doy el entretiempo para publicitarlo y me das la plata de lo que pueden ganar tres o cuatro músicos y poner un poco mejor el sonido´ no es complicado. El problema es que esa plata se quiere volcar toda a lo deportivo. Y a veces está bueno invertir en otros aspectos del espectáculo. Pero ojo, lo digo yo que no pongo el dinero, je.
Entre Bahía Basket y el Museo
-Después de lo de Estudiantes, se cierra una etapa y comienza otra.
-Aparece Pepe Sánchez. También, le hablaron de mí. Integré el directorio de Bahía Basket. Pero estaba muy ocupada en ese momento con cosas de la universidad y producciones. Estuve seis u ocho meses. Pero además tengo un problema que es que no me puedo adaptar a las verticalidades. Estuvo muy bien Pepe, es una persona súper amorosa y su proyecto está buenísimo pero con eso que tengo de querer innovar, me tenía que autocensurar para no estar todo el tiempo diciendo cosas que luego me dirían que “no”. Pero con la empresa que estuve en Estudiantes en su momento, el Scotiabank, me era más fácil porque yo me la jugaba y me decían que sí. Mientras no les gastara mucha plata me dejaban hacer. Lo mío en Bahía Basket se limitó al protocolo, a los entretiempos y con lo único que quedé, que sigo, es como coordinadora de los chicos que nos autodenominamos Los Únicos, los chicos con capacidades diferentes que acomodan a los plateístas en la cancha. Soy como la madrina y sigo yendo a la cancha para ayudar con todo ese tema de acomodar. Disfruto a los chicos y sigo ligada, la relación quedó muy bien. Yo misma me censuré el trabajo porque sufría por no poder estar organizando todo el tiempo y los volvía locos a ellos.
-¿Cómo te involucraste en la creación del Museo del Deporte?
-Por todo el ligazón que tenía con el deporte y vivir todo el tiempo en Estudiantes, no me resultó ajeno. Incluso lo conocía a Lito (Fruet). Casi todos los domingos almorzábamos en una quinta en el barrio Patagonia con Beto Cabrera. Soy amiga de la mujer. O con los Benamo, también. El deporte no me resultaba nada ajeno. Por eso me entusiasmó cuando los Amigos del Museo del Deporte, con Lito Fruet a la cabeza, me vinieron a ver. Al resurgir el ferrocarril en la Estación Sud había que mudar el museo de ese lugar. Pensé en dos lugares. Uno fue Fitz Roy y Santa Fe, donde ahora está “Infinito por Descubrir” y donde en aquel momento había galpones abandonados. El otro fue el piso de la Torre del Bicentenario, donde finalmente el 4 de diciembre de 2015 reinauguramos el Museo del Deporte. De ahí vino un fin de semana largo y ya no volví al municipio. No lo pude desarrollar. La idea era, con Carlos Benavídez, el escultor que hizo el Paseo del Deporte en Buenos Aires, colocar sobre en una de las esquinas de la peatonal Drago a Fruet, Cabrera y a De Lizaso, en la otra a Pepe, Manu y Montecchia y entre medio, Espil, Montenegro y armar un paseo de la Capital del Básquet. Iba a funcionar como un recibimiento para entrar al Museo, que tiene 520 metros cuadrados. Es un museo muy bien hecho, para el cual Sergio Alcalá ayudó muchísimo para terminar y que contó con la colaboración de otras tantas personas como Matías Matarazzo con los textos, Polo Oviedo en arquitectura, el mismo (Reynaldo) Merlino, que estaba jubilado y venía a darnos una mano, Daniel Saladino del MAC haciendo el diseño gráfico. Hicimos un trabajo que valorizaba todas las disciplinas del deporte bahiense.
-¿Tu ocupación actual tiene que ver también con el deporte?
-Siempre trabajando con Juan Pablo Becchina, Javier Teijeiro y Claudio Galasso, quien fue preparador físico de Nalbandian, Lapenti y de Los Pumas. Trabajo sobre las neurociencias aplicadas al deporte. Obviamente no soy la técnica en la materia sino que ayudo en la organización de los congresos y charlas, prensa y publicidad. Hicimos uno en 2018 en el Hotel Provincial de Sierra de la Ventana, otro en 2019 en la Universidad y en el medio charlas en el auditorio de Codimat. Si uno organiza algo, se puede organizar todo. El abecé es el mismo.