Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Pandemia en modo vacuna: ¿Qué pasó en Bahía Blanca desde marzo de 2020?

El director de Región Sanitaria 1, Dr. Maximiliano C. Núñez Fariña, dijo que la ciudad está en una situación inmejorable. Lo hizo con cifras: 93 % de los registrados tienen una dosis y 81 %, dos. ¿Por qué el proceso de vacunación resultó (y resulta) una bisagra?

Dr. Maximiliano C. Núñez Fariña, director ejecutivo de Región Sanitaria 1, en una imagen de este lunes. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   —¿Recordás qué estabas haciendo el martes 4 de febrero de 2020?

   —Sí. Fue cuando asumí como director de Región Sanitaria 1, en La Plata. Lindo día; lo tomé como un reconocimiento a la trayectoria. Ya había estado en el IOMA; luego en el Concejo y elaboraba un descanso. Más allá de que la política es una pasión, porque la parte profesional (por la odontología) es la que hago siempre, justo apareció esta convocatoria. Lo vi como una forma de devolverle al Estado lo me dio. Y podría coordinar formación, especialmente, y capacitación para los 15 distritos de RS1 y, además, generar redes. La prevención es la base y la base hoy son las redes comunicantes entre un municipio y otro para saber los límites de cada uno.

   Maximiliano Carlos Núñez Fariña, bahiense, odontólogo y exconcejal (2015-2019), ya sabía lo que tenía que hacer durante el tiempo de gestión. Sí, claramente; pero no. El viernes 20 de marzo, tan sólo 45 días después, en el país comenzó la cuarentena por la pandemia del Covid-19.

   —Pensaste qué hago ahora...

   —En ese momento no; estás arriba del barco y debés timonear. Soy creyente y entendí que por alguna razón estaba; alguien me puso. Y tenía que hacer todo lo posible para que no suceda lo que se veía en las fotos de la crisis sanitaria de otros países. Eran escalofriantes.

   —¿En algún momento pensaste en abandonar?

   —Nunca, pero sabía que necesitaba ayuda. Contaba con mi familia, porque es la base, pero también el apoyo de las amistades. Y luego empecé a ver a profesionales. No era sencillo. En lo laboral había que dar respuestas en un clima de total anormalidad.

   “Por ejemplo: yo soy odontólogo, desde la zona me pedían barbijos y no tenía. Era difícil conseguir porque la demanda la tenía el mundo, no sólo nosotros. Y los pocos que conseguías estaban en costos altísimos”.

   —Han pasado casi 18 meses y un invierno complejo en contagios y fallecimientos por el coronavirus. ¿Qué fue lo que más te marcó?

   —El proceso de vacunación. Por la necesidad y por la ansiedad que tenía la gente.

   —¿Ya sabías que la vacuna era ‘la solución’?

   —La primera ola la sorteamos con tres elementos fundamentales: el barbijo; el distanciamiento social y el lavado frecuente de manos. Y así no observamos la foto que vio el mundo. La gente fue consciente. ¿Hubo un costo alto? Sí, el de estar encerrado, pero sanitariamente en ese momento no teníamos las herramientas para afrontar la pandemia con todo abierto. El tiempo que se tomó fue para fijar las prioridades en la región.

   “Cuando empezó la segunda ola la única herramienta era la vacuna. Sabíamos que no impediría el contagio, pero evitaría que terminaras en el hospital. Eso fue lo que me sockeó; es decir, la reacción por querer vacunarse. La gente venía a RS para saber cuándo y dónde podía hacerlo. Además, el tema se había politizado…”.

   —¿La politización ayudó o perjudicó el proceso de vacunación?

   —En primera instancia, y en cada etapa, fue perjudicial. Había un grupo que decía que la vacuna no era buena ni aconsejable y que nos iba a hacer mal; eso hizo que alguna gente no se acerque. Había cuestionamientos con la Sputnik porque era rusa, o con AstraZeneca por eventuales problemas circulatorios posteriores.

   “La realidad es que los efectos que genera una vacuna son más positivos que negativos. Por eso el mundo está como está. Desde que se inventaron las vacunas, y se hicieron obras para cloacas y agua potable, disminuyeron las epidemias y las pandemias. Pero eso hay que continuarlo. Por ejemplo, ahora hemos tenido brotes de sarampión porque se dejó de vacunar. Tenemos que mantener todas las vacunas de calendario para evitar otras consecuencias.

   “Sabíamos que la vacuna era la base para disminuir la circulación del virus. Y, hoy por hoy, lo que ha generado la Sputnik, por ejemplo, es que se trata de una de las que más anticuerpos genera. Y la que mayor durabilidad tiene en los estudios.

   “Cuando la gente comenzó a ver que quien estaba al lado, ya con la vacuna, no le pasaba nada; que se vacunó un gran porcentaje de agentes de salud y tampoco se contagiaban, o que si se contagiaban eran asintomáticos, se produjo el cambio.

   —Aún existe un porcentaje de gente que no se ha vacunado, ni piensa hacerlo. Incluso, hay cifras que hablan de un 10 % del personal de salud. ¿Cuál es tu opinión?

   —Sinceramente no sé el porcentaje, pero sí puedo decir que en la Argentina, más allá de las de calendario, la gente se acerca a vacunarse. No es un impedimento.

   “Por ejemplo, a esta semana, de los aproximadamente 310.000 habitantes que tenemos en Bahía Blanca, más de 266.000 personas están anotadas en el Vacunate. Y más de 245.000 ya tienen la aplicación. Es decir, hay unos 17.000 vecinos que, seguramente por una cuestión de tiempo, no lo han podido hacer aún”.

   —¿Qué sucede con la gente que no se vacunará?

   —Hay un caso reciente, en Bahía Blanca, con una persona que llegó con la variante delta desde Córdoba. No estaba vacunada y terminó en un hospital en terapia intermedia. Es decir, es lo que uno ve a nivel mundial: quien no está vacunado, en su gran mayoría termina en el hospital. Hoy, la terapia intensiva está ocupada por gente sin vacunación.

   —¿Cuál sería tu argumento para convencer a alguien?

   —Si es personal de la sanidad me cuesta mucho entender que no se quiera vacunar. Por su formación y porque está demostrado, a nivel mundial, que las vacunas funcionan.

   “En Bahía Blanca hoy es casi nulo el nivel de ocupación de camas. Hay entre 40 y 50 activos, pero no están en el hospital; en el peor momento llegamos a tener entre 300 y 400 por día. Los hospitales estuvieron a tope; aunque nunca colapsaron, porque hubo un trabajo de hormiga por fuera del sistema logístico sanitario para funcionar en redes con la zona. Por ejemplo, Tornquist y Pigüé nos ayudaron mucho en ese sentido.

   —¿Cómo transitaron los diferentes brotes en Bahía Blanca?

   —Hubo uno pequeño tras las primeras dosis. Subió muy poco el día de la madre y, a partir de agosto, todo cambió cuando llegó la vacunación masiva de segunda dosis.

   “En ese mes se vacunaron 63.000 personas con segundas dosis y unas 15.000 de primera. Eso generó mucho anticuerpo y, a partir de ahí, se empezaron a liberar las actividades y todos los días estábamos un poco mejor. Hasta llegó un momento en que en los hospitales Municipal y Penna hicieron un pequeño evento para celebrar que no tenían gente internada.

   “Se me pone la piel de gallina al decirlo, no sólo por nuestra alegría, sino por la gente que está desde hace 18 meses trabajando en la trinchera de un hospital. Y conviviendo con el virus, porque recibían a la gente ya con la enfermedad”.

   —Se sumaron eventos, pero los casos siguieron en caída…

   —Pasaron el día del estudiante y las elecciones (PASO). Quedó demostrado que la gente tiene educación y es respetuosa del virus. Con los estudiantes se produjo mucho movimiento y no hubo reacción al virus, pero ya se había empezado a vacunar a los más chicos, por lo menos con la primera dosis. Eso ayudó a una menor circulación.

   —¿Cuándo se podrá descartar la palabra rebrote?

   —Por ahora no. El mundo decretó la pandemia y el mundo tiene que decretar el final. Una vez que eso suceda, empezaremos a liberarnos un poco, a dejar de usar barbijos y demás.

   “Igualmente, hay cuestiones que van a quedar. El lavado frecuente de manos es la base para evitar muchas enfermedades, que es algo que se fue perdiendo con el tiempo. Cuando era chico, antes de sentarme a la mesa, mis padres me mandaban a hacerlo.

   “En lugares cerrados, y con mucha gente, entiendo que se seguirá usando el barbijo. Esas escenas de películas chinas, que nos parecían inusuales, las veremos con habitualidad”.

   —¿Qué exhibió la pandemia?

   —La necesidad del afecto social. La sociedad argentina no está aislada, sino que se mima, se abraza, se junta, se besa. Acá se arma una reunión en cinco minutos y ahora estuvimos mucho tiempo sin hacerlas.

   “Un ejemplo se aprecia en la cantidad de gente que se junta en La Carrindanga, donde nunca vi tanto movimiento; se parece a la (Avda.) Calchaquí cuando estudiaba en La Plata. También se usan muchos más los parques y los espacios abiertos”.

   —¿Cuáles serán las consecuencias?

   —No lo sé aún. Sí puedo decir que desnudó muchas falencias a nivel sanitario. Está claro que debe existir una integración del sistema sanitario, donde todos podamos convivir y tener los mismos derechos.

   “En este momento, el Estado se cargó a la pandemia encima. Por ejemplo, la cantidad de usos de camas de los hospitales Municipal y Penna superó el 90 %, porque el privado no lo pudo absorber.

   “Hay que estudiar una mejor distribución de los recursos sanitarios y también tenemos que cambiar la formación de ese recurso. Hoy tenemos una escasez de terapistas,  así como de profesionales para terapia intensiva pediátrica. En muchos barrios nos dimos cuenta, cuando avanzamos con el plan Detectar, que hay gente sola postrada en una cama.

   “El trabajo hospitalocéntrico tiene que salir y el primer nivel de atención tiene que ser como antes, cuando se iniciaba en las escuelas, en los clubes de barrio y demás. Hay que generar esa simbiosis. ¿Es difícil? Sí, pero se debe hacer porque hay que trabajar sobre la prevención y no sobre la enfermedad”.

    —¿En Bahía Blanca estamos cerca de la inmunidad de rebaño, como denominan los expertos?

   —No tengo bien en claro qué es la inmunidad de rebaño, porque en realidad vamos a tener que convivir con el virus. Inmunidad de rebaño sería si todos nos vacunamos y el virus se va; o la pandemia desaparece. Pero veo un escenario que seguirá como la vacuna antigripal, que será para grupos de riesgo.

   —¿Y el fin de la pandemia?

   —En la Argentina estamos muy bien. No lo sé a nivel mundial, pero siempre hago una comparación con los Estados Unidos. Ellos tienen una capacidad de vacunación impresionante, pero de 300 millones de habitantes sólo se quisieron vacunar unos 150 millones. A ellos se les va a complicar decir que la pandemia está terminando; y eso genera una mayor circulación del virus.

   “En nuestro país hoy estamos por encima del 70 % con segundas dosis y con el 80 % en primeras dosis. Y en Bahía Blanca pasamos el 93 % con primera y el 81 % con segunda. Eso es muy bueno.

   “Y es muy reducido el número de gente que no se ha vacunado, que se beneficia por quienes sí lo hicieron porque se genera que la circulación del virus sea mínima. Pero si quien no se vacunó se contagia, tendrá dificultades porque el virus ingresa a un organismo sin memoria”.

   —¿Cuál son los criterios de la tercera dosis y el refuerzo?

   —Son dos. Una tercera dosis es adicional para aquellos que son inmunocomprometidas y para los mayores de 50 años que tienen Sinopharm. A estas personas se las empezará a vacunar esta semana (por la anterior). Y, a partir de enero venidero, se dará una dosis de refuerzo para quienes tengan el esquema completo, pero que ya pasó mucho tiempo desde la segunda dosis.

“Me anoté como personal de salud y me vacuné cuando llegó el turno”

   —¿Te contagiaste de Covid?

   —Sí. En noviembre; justo hace un año.

   —¿Recordás las circunstancias?

   —Viajábamos mucho por la zona y, seguramente, me iba a contagiar. Un tema es manejar charlas por videoconferencias y otra diferente es ir a poner la cara para hablar con un secretario de Salud o con la gente de la municipalidad. En ese momento, la presencia ya era un mimo en plena crisis.

   —¿Se contagió toda la familia?

   —Sí. Estuvimos los 10 días en casa junto a mi esposa Silvina (Casanova); mi hija Ana Candelaria (21 años) e hijo Ignacio (18).

   —¿Cómo la pasaron?

   —Los primeros tres días estuve activo en varios Zooms coordinando tareas de RS. Ahora, no los recuerdo con precisión; fue algo que se me desconectó. Después estuve sin olfato unos días; sentía un pinchazo, en el medio de la frente, generalmente a la madrugada y estaba cansado.

El Dr. Núñez Fariña, en uno de los depósitos bahienses de Región Sanitaria 1, esta semana.

   “Mis hijos sintieron una gripe importante y mi mujer fue al revés que yo: los primeros días estuvo bien, pero mal en los tres últimos, con dolores musculares y migraña”.

   —¿Estabas vacunado?

   —No. El operativo empezó en diciembre de 2020 y me vacuné cuando llegó la notificación, el 20 de marzo de este año. Me había anotado como personal de salud y el turno apareció en ese momento. Fue así. Y la segunda dosis fue a los 30 días.