Bahía Blanca | Miércoles, 17 de abril

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Alberto y Cristina, ni tanto ni tan poco…

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

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   El regreso de Cristina Fernández a la Casa Rosada después de 260 días de no pisar las alfombras sobre las que gobernó ocho años pasó sin cubrir tantas expectativas como las que había generado ese acontecimiento. La ceremonia en el Museo del Bicentenario en la cual el gobierno anunció el cierre exitoso del canje de la deuda con los tenedores de bonos, apenas si mostró a una vicepresidenta la mayoría de las veces ensimismada, sin aplaudir ningún tramo de los mensajes de Alberto Fernández y Martín Guzmán, y una tenue sonrisa con su mano derecha levantada, siempre sin barbijo, para responder algunos saludos de ministros y gobernadores presentes. No mucho más.

   Lo mejor de su paso por la Casa Rosada, en todo caso y según se encargaron de regar generosamente fuentes del cristinismo, fue su paso en dos oportunidades por el despacho del ministro del Interior, Wado De Pedro, uno de los “coroneles de La Cámpora” y el funcionario de esa agrupación que mejor trato tiene con el presidente Fernández. Cristina y uno de sus ahijados políticos estuvieron reunidos una hora antes de la ceremonia, acompañados por Máximo Kirchner y en un breve tramo por Sergio Massa y el propio Fernández. Tras la ceremonia, Cristina volvió al despacho del ministro del Interior, pero esta vez para una reunión de más de una hora acotada a tres personas: ella misma, Wado y Máximo.

   Esa exclusividad para una reunión casi secreta en la que al parecer se analizó la marcha de la economía y los próximos pasos a seguir para sacar al gobierno de un aparente estado de parálisis, o de una marcha demasiado lenta para el gusto y paladar de la vicepresidente, volvió a disparar comentarios y susurros de pasillo sobre el verdadero estado de “dependencia”, si es que la hay, que el presidente de la Nación tiene respecto de la jefa de su espacio y responsable única de haberlo colocado allí donde está.

   "Aquí no se trata de quién se le planta a quién, Alberto y Cristina discuten temas y no siempre están de acuerdo en todo, pero el que toma las decisiones finales es el presidente, lo demás es letra para la tribuna de algunos comunicadores”, sostenía tras el acto en el Museo del Bicentenario un hombre que frecuenta al presidente todos los días en Olivos o la Casa Rosada.

   El comentario remite sin que la fuente lo desmienta a la última conversación a solas que Cristina y Alberto mantuvieron el pasado domingo por la tarde en la residencia de Olivos, luego de un largo almuerzo del que además de ellos dos solo participó la pareja del presidente, Fabiola Yáñez. Allí, se cuenta, el presidente y la vice trataron todos los temas de actualidad que caben en la agenda política y económica, con epicentro en la reactivación de la economía pero también de la actividad en el Parlamento.

   Para pintar de una vez por todas el cuadro que enmarca esa relación que para el oficialismo no tiene fisuras y para la oposición encierra una clara sumisión del presidente a los dictados de su mentora, las fuentes esgrimen al menos dos aspectos de la política pura y dura en la que claramente no piensan lo mismo. Uno se refiere a la relación de Alberto Fernández con el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El otro hace a la mirada diametralmente opuesta que hay entre ambos respectó de cómo pararse frente a la oposición de Juntos por el Cambio. En especial en el ámbito del Congreso.

   Cristina presionaría más de la cuenta para que el presidente termine de una vez por todas “el romance” con el alcalde de la Ciudad que iniciaron con el arranque de la pandemia. El presidente no está dispuesto a ceder en esa cuestión. Y se lo dijo a Cristina en aquella reunión del domingo. Considera a Larreta “un socio” a la hora de luchar contra la pandemia y no piensa cambiar. En todo caso hubo matices dialécticos que alimentaron aquellas intrigas de palacio. El presidente pasó de llamar “mi amigo” al intendente a mencionarlo por su nombre de pila. Y en las últimas apariciones directamente se refirió a él como “Horacio Rodríguez Larreta”. Sin embargo, Alberto se preocupó en ir a saludar personalmente a Horacio cuando terminó el anuncio del canje de deuda mientras Cristina pasaba por un costado. Matices.

    El presidente, por último, se salió con la suya durante el almuerzo en Olivos e insistió en que bregará por “buscar acuerdos y espacios comunes” de coincidencias para sacar al país adelante con la oposición parlamentaria que integran macristas, radicales y lilitos. Cristina, se sabe, no comparte para nada esa mirada.