Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Estas epidemias nos sirven para replantear cómo estamos usando nuestras vidas

Doctora en Historia, especialista en la edad media, Esther Pascua Echegaray compara pandemias como la peste negra y la gripe A con el Covid, encontrando diferencias y coincidencias entre esos momentos de la humanidad.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Poco a poco el mundo empieza a dejar el aislamiento y la cuarentena adoptadas por los gobiernos de todo el planeta buscando mitigar los efectos del Covid-19.

   La pandemia del coronavirus es una situación tan singular que llevó a algunos a remontarse a la edad media, cuando la denominada peste negra (1342-1353, 25 millones de muertos) y a la gripe española (1918-1920, estimado entre 50-100 millones de muertos) buscando elementos que relacionen esas situaciones y que puedan ser de utilidad para definir algunas situaciones de la actual pandemia.

   Esther Pascua Echegaray es Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, con especialización (doctorado) en Historia Medieval, respondió a la consulta de este diario sobre la posible comparación entre aquellas pandemias y la actualidad, al tiempo de dar su impresión sobre las posibles consecuencias que tendrá el mundo.

   “La peste negra de 1300 dejó un drama social y un cambio de costumbres, pero no todas sus consecuencias fueron negativas, porque en momentos de crisis e incertidumbre la sociedad es muy creativa y si bien un momento dramático nos recuerda que vamos a morir, sirve para replantear también sobre cómo estamos empleando la vida. Una crisis a veces acelere procesos que ya estaban en marcha, es un momento de combinaciones de ideas, de cuestionar doctrinas y de asumir cambios sociales, económicos y sanitarios”, detalla.

   Si bien la edad media suele llevarse las palmas con sus pestes, hubo épocas posteriores no menos graves, con epidemias, guerras mundiales, desigualdades sociales y otras afectaciones.

   “No se puede asegurar que época fue peor. Se estigmatiza a la edad media porque todos queremos ser hijos de épocas más gloriosas, como la clásica o el renacimiento. Pero ahora se puede ver que tampoco la modernidad es tan dorada y nos planteamos si las emociones no debieran ocupar un lugar central y no manejarnos siempre con decisiones que creíamos tan racionales y reflexivas”.

El pasado no se repite

   Para Pascua Echegaray hay un concepto clave al momento de pretender comparar pandemias: ni el pasado ni la historia se repiten, cada momento tiene componentes completamente distintos.

   “Cada contexto histórico es una combinación de millones de factores que crean pasados distintos, que no vuelven a darse. Sin embargo, somos seres que damos sentido a todo y encontramos paralelismos entre unas épocas y otras. Decimos que el mundo clásico se repite en el Humanismo, pero si profundizamos veremos que hay abismos entre ellos”.

   Lo mismo ocurre al pretender establecer paralelismos entre la peste negra, la gripe de 1918 y el coronavirus. Sin embargo, “una lectura fácil y superficial” le permite plantear algunas similitudes.

   “Las tres sociedades encuentran amenazas a su salud a gran escala, en las tres la población se contagia del miedo ante los infectados, en las tres hay cambios de hábitos sociales (los más importantes las restricciones a la sociabilidad, el miedo a otro ser humano), y en las tres hay incertidumbre ante el futuro”, menciona.

   También menciona otro elemento común: “en todas las pestes no podemos saber cuántos murieron a causa del virus. En la Edad Media era inconcebible realizar tal tarea y hoy jamás sabremos si contamos en exceso o por defecto: ¿cuántos murieron por coronavirus? ¿cuántos murieron y no fueron testados? ¿cuántos murieron asintomáticos?

   En otra lectura comparativa, “profunda y más interesante”, permite detectar diferencias.

   “El Covid ha podido matar un cuarto de millón de personas en el mundo mientras que la peste negra mucho más. La peste negra producía una muerte horrenda, fulminante y segura, se llevaba a todos los miembros de una familia. El Covid no ha sido tan mortal para nuestros índices de muertes. El suicidio supone 800 mil muertes al año en el mundo y la contaminación atmosférica nueve millones”.

   A pesar de ser estos datos, Esther menciona que nadie declaró pandemia a la infelicidad ni plantea destinar fondos especiales para mejorar la satisfacción de la población. Tampoco se ha propuesto cortar de raíz la contaminación del aire. “¿Por qué entonces, por primera vez, una sobrerreacción de este tipo?. Que es bienvenida si es a favor de la salud de la población, pero cabe preguntar ¿por qué se ha producido?”.

Dios, el Señor de los anillos

   Hay otras diferencias considerables entre el mundo actual y el del año mil. “En aquella época se creía que lo que ocurría era deseo de un Dios omnipotente. No es difícil Imaginar las consecuencias de dicho pensamiento. No solo estaban a oscuras de cómo evitar la peste sino que creían en un castigo por su condición moral, por su impiedad religiosa. Eso intensificó la presión de la Iglesia sobre la población, condicionando mucho más su vida. Hoy esas presiones pueden convertirse en un recorte a las libertades de las poblaciones”.

   También señala que es difícil saber hacia dónde va a evolucionar nuestra sociedad luego de esta pandemia. “Porque además existen múltiples relatos de lo ocurrido con este virus, lo cual supone que originará varios procesos desencadenados, algunos en sentidos contrarios”.

   Una consecuencia esperable es tener una reacción “cientifista e higienista”, un estado de emoción proclive a que la ciencia y los científicos lo decidan todo. “Un deseo por promover vacunas, sobredesinfección que veremos dónde nos llevan en términos de destrucción medioambiental y de salud de la gente”.

   Otro componente que surgirá es un avance imparable de internet, del peso de la “vida virtual” y la fuerza de las corporaciones de telefonía. “La batalla es ahora más difícil de dar para poblaciones que tienen reservas ante la expansión de la cultura del móvil, las antenas, los satélites y las radiofrecuencias.

   Por último, quedan por puntualizar algunos hechos destacables a partir de esta pandemia.

   “Por primera vez una sociedad se encierra voluntariamente por solidaridad con sus grupos de riesgo, para cuidar sus vidas. Esa solidaridad es inédita y puede tener mucha importancia. El argumento del bienestar de la gente es una oportunidad sin precedentes para redefinir los objetivos de nuestros sistemas socio-económicos. Hay que volver a una realidad completamente distinta. Muchos estaban ya cuestionando una vida que no tiene como objetivo a los seres humanos. No quieren seguir produciendo de una forma que daña nuestra salud, no tener un minuto para compartir con sus hijos, ver niños agobiados por la actividad escolar, aulas abarrotadas donde no se aprende nada, profesores cansados para mantener la disciplina, incapaces de cuidar a los mayores, sueldos que no dan para vivir, sociedades donde mujeres y niñas sufren violaciones, violencia y discriminación. No se quiere volver a eso”.

   Tampoco le resulta aceptable la idea de tener sanidades sobredimensionadas para enfrentar pandemias que pueden o no venir. “La mejor idea es tener una población con salud óptima y sistemas inmunes fuertes. Para eso se debe alentar la presencia de alimentos saludables, vidas laborales más plenas, deporte, aire libre y cuidado medioambiental”.

   “En esto sí estamos en parte como aquella sociedad: sin saber cuál de las muchas propuestas que vendrán saldrá ganando. Las predicciones en las sociedades humanas son muy difíciles y, por eso, casi siempre resultan fallidas”.