Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

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Segunda parte de la película COVID-19: volví a casa en un vuelo de repatriación

Una periodista de La Nueva. cuenta su experiencia de cómo fue su regreso al país, después de estar varada en el exterior por dos meses. 

Fotos: Brenda Ghiberti

Por Brenda Ghiberti / bghiberti@lanueva.com

 

   Les damos una cordial bienvenida al vuelo especial número AR 1161. Tripulación de cabina listos para el despegue. 

   Sábado 2 de mayo, 7:05 pm. Del Aeropuerto de Barcelona El Prat al Aeropuerto Internacional de Ezeiza viajé en un vuelo de repatriación. 

   Con 50 días de confinamiento, 216.582 contagios y 25.100 muertos en España, dejé Barcelona

   Inenarrable la sensación de volar a casa. 

***

   Viviendo un oxímoron: tranquila y harta.

   Casi dos meses varada. Día de crisis. Mi paciencia se quedó en pausa. 

   Videollamada con mi psicóloga M. 

   —Hay gente volviendo y yo no tengo novedades. Me voy a quedar acá clavada.

   Estaba en modo Grecia Colmenares. Quemé los cartuchos de la lógica. 

   —No te vas a quedar allá, es esperar un poco más, un último esfuerzo— me dijo M con esa voz calma que la caracteriza. 

   Después de 40 minutos de sesión virtual y catarsis, reincidí en la paciencia. 

   Una copa de vino y cena con F y N. El núcleo de supervivencia en mis días lejos de casa.

***

   La valija no cerraba: un clásico. Me senté arriba, hasta salté, F hizo su magia y la cerró. 

   Le dije adiós a Castelldefels, después de 54 matins (mañanas). 

   Me despedí de mi amiga y no alcanzaban las palabras en ese abrazo. 

   Llorando, me subí al taxi. 

   —Tranquila, niña. Toma, aquí tienes pañuelos si quieres y ahí hay gel desinfectante —me dijo el taxista cuando me acercó una caja, con distancia y guantes en sus manos.

   —Al aeropuerto del Prat por favor, Terminal 1— le pedí, después de secarme las lágrimas. Parecía una escena de película. 

   1:40 pm llegué al aeropuerto. Una cola de personas sin fin.

   Barbijo, guantes, mochila, bolsa, valijas, pasaporte en mano y mi ansiedad por subir al avión: no me faltaba nada.

   Avanzó lento. Completamos la declaración jurada y un formulario para Migraciones, por duplicado. 

   Fue mi turno. Una médica me tomó la temperatura, otro médico escuchó mis pulmones con el estetoscopio. Pasé la prueba y una trabajadora del Consulado me puso un sticker en mi pasaporte. 

   Sigo sin saber qué significa el punto rojo que pegó. 

   6:20 pm embarcamos. La curva de la incertidumbre fue en caída. 

***

   Brenda, ¿cómo estás? Soy Jimena del Consulado, necesito que me pases ya tu email así te puedo mandar un formulario. 

    Colgué la llamada. Me llegó un email, completé la información que pedía. Era un bono para mi subconsciente.

   —Jimena, ya está. ¿Este formulario es por algo en especial? —le pregunté fingiendo un poco de inocencia por WhatsApp, con la fantasía de una única respuesta. 

   —Todavía no es para que festejes. Paciencia y estate atenta por si recibís un correo —me dijo ya en confianza, como si conociera mi ansiedad. 

   Jimena no sabía que dormía abrazada al celular por si recibía un email de milagro. 

   Y un miércoles llegó ese correo de Aerolíneas Argentinas: “Vuelo especial Barcelona - Buenos Aires. Te esperamos a bordo”. 

   No volví gratis. Tenía un pasaje a la espera y pagué una diferencia ya que no salía desde Madrid. Aclaración necesaria para quienes en sus jornadas de quejas al aire dicen que no quieren pagar con la plata de sus impuestos el regreso de los varados. 

   Tenía un ticket de regreso a casa. El algoritmo para volver funcionó. 

***

   “Bienvenidos a la República Argentina, bienvenidos a casa”, dijo el piloto. 

   3:30 am aterrizamos. 

   243 argentinos y argentinas. Primero bajamos quienes éramos del interior y de la provincia de Buenos Aires. Últimos, quienes vivían en Capital. 

   Varios controles. Una última fila: anotarme en el listado para el colectivo que me traería a Bahía Blanca. 

   “A las 7 am llega un vuelo de Bogotá. Cuando organicemos también cuál es el destino de esos pasajeros, anunciamos la distribución de los micros”, me explicó una trabajadora de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT). 

   En un rincón de Ezeiza, al abrigo del tapado, terminé por segunda vez un libro. Me tomé un café. La gente de la CNRT nos dio una bolsa con comida y bebida: mi parte favorita fue el Guaymallén, el sabor de la proximidad a casa.

   Los que van a Salta, Santiago del Estero, Córdoba formen una fila acá. Mar del Plata, Bahía Blanca, Santa Rosa, Neuquén y Río Negro pónganse de este lado. 

   Salieron los primeros. Aplaudimos de manera espontánea. Era la felicidad compartida de volver a casa. Teníamos un lenguaje propio.  

   Después de 13 horas, con una parada en Mar del Plata, pisé la terminal de ómnibus. Abajo había trabajadores municipales vestidos con unas especies de trajes de astronautas blancos. 

   El personal nos tomó la temperatura, bajamos las valijas, nos pidieron más datos, firmamos otra declaración jurada. 

   Desde ese instante, por 14 días, aislamiento total y obligatorio. Encuarentenada, ahora me esperaba una dosis más fuerte. 

   Si querés podés subirte al colectivo. Si necesitás, mis compañeros te ayudan con las valijas. Esperá un rato, el chofer ya los lleva a sus casas, con la escolta de Defensa Civil. Y bienvenida a casa. 

   Me subí a la 502, vacía, con un plástico que ponía distancia. 

   Esta vuelta a casa era surreal. Ni Tim Burton o Tarantino podrían replicar una obra así. 

   2:35 am entré al departamento. De lejos saludé a mi familia. Para el abrazo tenía que esperar dos semanas más.

***

   Hola, Brenda. Soy Giuliana de la Secretaría de Salud del Municipio de Bahía Blanca, ¿cómo estás? ¿Tuviste fiebre, dolor de garganta, tos, pérdida del olfato o apetito, dolor de cabeza?

   Giuliana me llamó todos los días para hacer un monitoreo. 

   Había un protocolo irrompible a seguir. 

***

   DC: después de la COVID-19. 

   Seremos un experimento social. Una construcción 2.0, impalpable. 

   Queda aprender un futuro.

***

   En marco de la situación epidemiológica actual respecto al nuevo coronavirus COVID19, certifico que GHIBERTI BRENDA, DNI..., según las normas de aislamiento sugeridas por los organismos internacionales y el Ministerio de Salud, se encuentra en aislamiento domiciliario a partir del 4/5/2020 hasta el 17/5/2020.

   La vida puertas adentro, sin asomar la nariz, llegó a su fecha de vencimiento. Hoy. 

   Viajé de vacaciones por veinte días y me quedé varada dos meses. Volví en un vuelo de repatriación. Estuve catorce días aislada. La segunda parte de mi película COVID-19 termina acá.