“¿Una nota a mi?, dale, subí, damos una vuelta y charlamos”
¿Placer u odisea? Javier Menéndez, colectivero y actual futbolista de Pacífico, le contó a La Nueva. cómo es viajar en micro en medio de la cuarentena y el temor que genera la pandemia del Covid-19. El paseo en la 513 Expreso arrancó y terminó en Harding Green, fui testigo y dejó mucho para contar.
Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]
(Nota publicada en la edición impresa)
¿Una nota a mi?, ¿sobre mi trabajo? Listo, venite a dar una vuelta en el cole y charlamos”.
La propuesta de Javier Héctor Eduardo Menéndez terminó de cerrar mi idea. El actual jugador del primer equipo de Pacífico, en la Liga del Sur, comprendió enseguida que no solo íbamos a hablar de fútbol arriba del interno 50 de la empresa San Gabriel, “coche” (o “bondi”, según la jerga de los colectiveros) exclusivo de la línea 513 ex.
Fue cuestión de poner fecha y hora, y después sí elegir una de las cuatro “vueltas” que “Javito” cumple durante cinco días corridos de la semana antes de que le toque el franco “doble”.
Para él, todas las jornadas son iguales. Arranca a las 6 y termina a las 12.53, saliendo y llegando al mismo lugar: la garita ubicada en la esquina de Molina Campos y Quinquela Martín, en el corazón de Villa Harding Green.
El ex Olimpo, Villa Mitre, Sporting, Tiro, La Armonía y ahora en el verde de Bahía, es “fercho” desde hace 6 años y manejó en varias de las compañías urbanas de la ciudad, hasta que en 2018 llegó a la 513 Expreso, donde permanece actualmente.
Eran las 11.22 de un día laboral más en la vida de este lateral derecho aplicado, metedor y corredor. La entrevista surgió a principios de semana y se pudo concretar el jueves, antes del paro que la UTA decretó al mediodía y que terminó levantando pocas horas después.
“¿Arrancamos?”, me dijo Javier, quien me pidió que me acomode en el primer asiento individual y que pregunte lo que quiera.
Mientras ponía el micro en marcha, dejaba registrada en una planilla el inicio de su tercera vuelta y nuestro fotógrafo, Rodrigo García, hacía malabares para tomar las mejores imágenes, le consulté sobre los cuestionamientos frecuentes de los pasajeros en este momento donde todo es prácticamente anormal a causa de la pandemia del coronavirus.
“Las consultas son siempre las mismas: “¿va a seguir este horario?, ¿cuál es la frecuencia de la línea?. Cuando se inició esta historia del Covid-19, nos preguntaban si íbamos a utilizar barbijos y a frotarnos las manos con alcohol en gel. Ahora, los que suben casi ni te miran, están en otro mundo, distraídos y tal vez preocupados por todo lo que está pasando”, fue la primera reflexión del jugador formado en las menores de Bella Vista.
“Muchos se enojan con nosotros, nos quieren hacer responsables de un montón de cuestiones relacionadas al aumento de tarifas, cambios de horarios o paro de actividades. No sé por qué, pero suben y se descargan frente a vos como si fueras una marioneta sentada al volante”, declaró el “4” de 32 años.
Todos sentados
El primer pasajero ascendió, por la puerta trasera como aclaran los carteles colgados en el enrome parabrisas del móvil patente LYC 060, en la unión de Pilcaniyen y Ramírez Urtasun, a dos cuadras de haber iniciado el recorrido.
Era un hombre cincuentón, canoso, vestido con camisa y pantalón de jean y con un barbijo que le cubría prácticamente la cara.
Hasta ahí todo normal, aunque Javier, en pareja desde hace una década con Florencia Iglesias y padre de Uma (7 años), Alfonsina (3) y Genaro (6 meses), nos anticipó que algo “raro” iba a suceder.
Antes, le aclaro que el circuito de la 513 ex cuenta con un total de 76 paradas habilitadas y no tiene detenciones intermedias.
De ida: sale por Spilimbergo y continúa por Pilcaniyen, Luis Agote, avenida Juan Manuel de Rosas, Cambaceres, Provincias Unidas, Fragata Sarmiento, Salinas Chicas, José María Rosa, Indiada, Fragata Sarmiento, av. Juan Manuel de Rosas, Lainez, Necochea, Chacabuco, Garibaldi, Chubut, Brown, Fitz Roy, Las Heras, San Martín, 11 de Abril, 12 de Octubre y Córdoba.
La vuelta: avenida Alem, Perú, Estomba, Chiclana, Montevideo, Falucho, XX de Septiembre, 14 de Julio, Castelar, Necochea, Lainez, av. Juan Manuel de Rosas, Fragata Sarmiento, Indiada, José María Rosa, Salinas Chicas, Fragata Sarmiento, Provincias Unidas, Cambaceres, av. Juan Manuel de Rosas, Malharro, Pilcaniyen y Spilimbergo.
“Una vuelta dura, normalmente, una hora y 40 minutos, y en esta época donde hay muy poco movimiento somos un relojito”, comentó el platinado Menéndez, quien enseguida se acordó de colocarse un “tapa boca” especial de tela y de rociarse las manos con alcohol en gel que despidió con potencia un tubo de plástico enorme que estaba junto a la palanca de cambios.
El colectivo frenaba y doblaba como si conociera el trayecto de memoria, y Javier sonrió por primera vez mientras aguantaba el sol de frente en una mañana casi primaveral.
“Este micro está adiestrado, hace todo en forma automática, va solito...”, subrayó.
--Javier, ¿viajamos sin música?.
--Es cierto, si querés pongo un pen drive con enganchados de reggaetón. Si no te va, tengo otro con temas electrónicos; la gente siempre quiere escuchar algo pum para arriba. ¿Si piden? Solo los conocidos, como un amigo, fanático de Daddy Yankee. Cuando me cruzo con otros choferes, me gritan: “sacá eso”. Nooo, la música no se negocia y de música no se discute.
Ya en el barrio Viajantes del Sur, dejando Fragata Sarmiento para doblar en Salinas Chicas, la sorpresa: un joven de unos 20 años, con auriculares, mochila, gorra y un camperón negro, subió de un sopetón aferrándose a uno de los pasamanos de la puerta trasera, cuando todavía el cole no se había detenido por completo.
Se sentó por el medio, en la fila de butacas individuales, empezó a cantar en voz alta y, con la misma rapidez que había mostrado al ascender, se paró para empezar a bailar tipo “Chayanne” y con los ojos cerrados.
“Siempre sube con otro que hace lo mismo que él. Me hacen reir mucho, no son malos y entretienen a los demás pasajeros, pero son chicos especiales que van a alguna escuela del centro. No hablan con nadie, viven en su mundo y avisan que van a bajar como dos cuadras antes de llegar a destino”, contó “Javi”.
Antes de llegar al centro, unas 10 personas ocupaban el micro, ubicadas asiento de por medio (nadie puede ir parado), a casi un metro y medio de distancia una de la otra, tal como dispuso la Unión Tranviaria Automotor (UTA), organismo que al momento de darnos el permiso para hacer la nota (gracias al secretario adjunto del gremio, Roberto “Cacho” Ponce), nos advirtió que era aconsejable no sacarle fotos a los pasajeros.
Sabiendo eso, seguimos describiendo a algunos “personajes” que “Javito” ve todos los santos días.
En Brown y Fitz Roy subió un “rastafari” con una guitarra, se presentó, dijo no tener trabajo fijo y que se le está haciendo complicado mantener a sus cinco hijos. Cantó un tema de Diego Torres (“Color Esperanza”), pasó la gorra y solo juntó algunos pesos por la desinteresada colaboración de un par de “clientes”.
“Estos `buscavidas” aparecen de vez en cuando, no le podemos decir nada, aunque lo que si prohibieron acá arriba es la venta ambulante”, indicó el chofer.
Y de fútbol, ¿nada?
“Viste que muchos dicen que hay oficios o actividades que son compatibles, bueno el fútbol y el mundo del colectivo son dos de ellas. Ambas tienen folklore; es ley que si manejás un cole te guste el fútbol”, dedujo Javier, dejándome atónito con semejante e ingeniosa comparación.
“Como muchos de los que suben me conocen del fútbol, el tema es inevitable. Algunos opinan con propiedad, otros hablan por hablar. Te das cuenta al toque”, describió.
--Los que viajan todos los días y ya entraron en confianza con vos, ¿no te “manguean” el pasaje?
--Ja, ja, sí. Muchos, por ser conocidos, creen que tienen derecho a viajar gratis. El “dale, llévame” es muy común, pero yo les aclaro que este es mi trabajo y que es obligación abonar el pasaje. La gran mayoría lo entiende, otros son y morirán siendo caraduras.
--Me gustó eso que dijiste del fútbol y el colectivo, no lo había pensado…
--Para manejar un cole tenés que tener paciencia y pasión, lo mismo que si sos futbolista. Además, una cosa te permite hacer la otra, al menos a mi. Después de cumplir con la tarea diaria como chofer me queda tiempo para almorzar y entrenar. Este laburo cansa, pero es llevadero.
“Eso sí, a las 19, cuando termino de practicar en el club, llego a casa dibujado. Me siento a tomar unos mates con mi señora y más de una vez me quedo dormido arriba de la mesa”.
--¿Es un mito eso de que manejar un micro te saca piernas?
--Si arrancás muy temprano y después vas a entrenar o a jugar, sentís que en las piernas tenés dos macetas. Pero a mi y a varios compañeros futboleros nos suele suceder al revés: te acalambrás por el hecho de estar 8 horas sentado en la misma posición. Un montón de veces sentí la obligación de frenar a un costado y de estirar hasta que el dolor desaparezca. Siempre pidiéndole a los pasajeros las disculpas del caso.
Más que simpático, agradable
“Como la UTA achicó las frecuencias y reorganizó las tareas laborales de cada uno de sus choferes, hubo cambios de horarios, y eso causó enojo entre los pasajeros. Hace unos días, un hombre pasó la tarjeta SUBE y mirándome con odio me reclamó: `son unos caraduras, andan cuando quieren, se cagan en la gente’. Solo le respondí que soy empleado y que acato las ordenes de mi gremio”, contó quien, seguramente, será capitán del verde cuando se ponga en marcha el certamen de la Liga del Sur.
“Cuando alguien me falta el respeto, trato de ignorarlo para no contestarle mal ni ponerme a pelear. Si me preguntan de buen modo, contesto de la misma forma; soy cortés y trato de no desubicarme”, agregó, reconociendo que “últimamente la gente está irritable y busca descargar sus tensiones con el colectivero”.
Detrás del asiento del conductor, una malla de nylon que va del piso al techo y de un asiento delantero al otro, cubre y separa al chofer de los pasajeros, y “Javito” reconoció que fue una magnífica idea para mantener el distanciamiento social del que tanto se habla.
“Los pasajeros ascienden por atrás, vienen hacia adelante para pasar la tarjeta SUBE por la máquina registradora y toman asiento. Es una medida más de prevención, sobre todo para nosotros, que estamos tan expuestos frente a personas que suben y bajan de los micros constantemente”.
--Voy a ser curioso: ¿el chofer debe ser simpático?
--No sé si simpático, pero si agradable. Tenés que tener tacto para manejar distintas situaciones. Me enseñaron a ser respetuoso y a actuar con buenos modales, y es lo que pongo en práctica siempre, tenga o no un buen día. No nos debemos olvidar que estamos prestando un servicio y debemos actuar con amabilidad.
Aunque la UTA no lo obliga a usarlo, Javier sigue viaje con el barbijo puesto, al igual que cada uno de los pasajeros que abordan un micro que luce impecable por el barrido y la “lavada de cara” previa que le hizo el protagonista de este diálogo que, a la altura de la Universidad Nacional del Sur (por la calle 12 de Octubre), se había tornado más interesante.
Javier confirmó esa antigua costumbre de tener que charlar obligadamente con algún pasajero confianzudo que se sienta en el primer asiento individual, cuya única intención es querer hacer notar que “es amigo o conocido del chofer”.
“Esas personas existieron siempre. No reniego, pero por lo general es gente grande o colectiveros ya retirados que están jubilados. Te hacen amenas y llevaderas las vueltas; no te aburrís”, indicó Menéndez.
--En épocas normarles, ¿cuáles son los temas más recurrentes que eligen los pasajeros para hablar?
--Es un clásico hacer alguna referencia al clima. Algunos te dicen “va a llover hoy”, y el pronóstico, por radio, asegura que estará despejado y sin posibilidades de precipitaciones. Otros te hablan de política, o de deporte, y los muy informados te hacen mención a la noticia del día, la que está saliendo en todos los noticieros del país y de la que vos ya no querés saber nada.
“Acá en el cole, por momentos sos psicólogo, consejero espiritual o curandero. Para otros sos el culpable de que todo aumente o el que le quita la plata a los jubilados”
Ya en pleno regreso, por Perú llegando a Estomba, una señora mayor le pidió a Javier: “me podés dejar en la puerta del hospital Municipal”.
“Esto también sucede, algunos creen que sos taxista y que tenés que parar justo frente a la dirección que te dicen, aunque en ese lugar no exista parada oficial. Si le decís que no estás autorizado a frenar ahí, algunos se ofenden y te insultan”, señaló Javier con cara de pocos amigos.
“También está el que te pide que va a tal lugar y que le avises cuando estás por llegar. Suele suceder que te olvides, y aguantáte el escándalo. Otros vienen atentos al celular, se pasan de largo 20 cuadras y te echan la culpa a vos con un `no me avisaste, si sabés que bajo siempre en el mismo lugar’. Hay gente para todo”.
“Hay una franja de edad, entre los 20 y los 30 años que son muy altaneros; te hablan mal y se creen que en la vida solo existen ellos y nadie más”.
Llegando a destino
A punto de arribar a donde había empezado el viaje, le pregunté a Javier cuantos pasajeros habían subido durante el recorrido.
“No más de 25, ni siquiera el diez por ciento de los que llevamos un día normal. Calculá que en épocas de clases y funcionando todo con naturalidad, en cada vuelta alzás alrededor de 300 personas”.
--Siempre me pregunto: ¿es un alivio no manejar plata acá arriba?
--Sí, ¡no sabés!. A veces los choferes ya retirados cuentan cuando cortaban boleto, recibían dinero y tenían que dar el cambio. Por momentos no das a basto habilitando una tarjeta, así que no me quiero imaginar lo que era antes.
“Andar con plata acá arriba, en las épocas que corren, es meterte en la boca del lobo. Hoy en día podés tener problemas en cualquier lugar de la ciudad; los hechos lamentables ya no ocurren solo en los barrios alejados del centro”.
--¿Alguna vez le tuviste que decir a alguien “no te puedo llevar”?
--Sí, hace poco un hombre, en evidente estado de ebriedad, quiso subir con una cerveza en la mano y tomando del pico. Le dije que no lo podía llevar, se enojó, me insistió y le manifesté que si no me dejaba arrancar iba a llamar a la policía. Ahí aflojó, aunque nunca entendió lo que le quise explicar, que si guardaba la botella en una bolsa y no se veía, podía viajar sin problemas.
Javier destacó que la UTA hace para todos sus afiliados dos o tres asados mutitudinarios anuales, aunque también reconoció que una vez por mes se junta a cenar con sus compañeros de San Gabriel.
“En el gremio hay camaradería y nos defendemos entre todos”, aseguró, haciendo mención también a la gran fiesta de fin de año de la UTA, la que se lleva a cabo gracias a la colaboración mensual de cada uno de sus afiliados.
Fin del recorrido.
--Javier, ¿algún consejo para quien debe tomar el micro en estos días, donde sigue rigiendo el aislamiento social, preventivo y obligatorio?
--Si el único medio de movilidad es el colectivo, que tomen todos los recaudos para protegerse. Que se cuiden, que nos cuiden… Y si alguien puede resolver un almuerzo o una cena comprando la comida en el almacén del barrio, que lo haga y vuelva rápido a su casa.
“Con el recorte de horas y de gente, estamos preocupados, pero necesitamos trabajar y lo hacemos sin quejas ni reproches”.
--¿Ves mucha gente por la calle, y no me refiero a los que tienen salida justificada?
--En estos últimos días sí. Más allá de que se está respetando el aislamiento, creo que mucha gente se cansó y empezó a salir de sus casas. Ojo, algunos necesitan generar el “mango” porque llevan muchos días encerrados y sin trabajar.
Dejó el micro en marcha y bajó corriendo al baño. Cuando salió, su compañero, Rodrigo, quien venía atrás en el recorrido --interno 47-- definió a Javier: “es un capo, maneja, entrena y es papá de tres pibes. Así y todo, es un profesional con todas las letras, cuidándose en las comidas y manteniéndose físicamente. Va a jugar hasta los 45 años”.
El “cole” del amor
“Hay muchas historias de amor que se originaron o se formalizaron arriba de un colectivo. No sé porqué, pero el chofer, al igual que el taxista y el remisero, tiene esa fama de seductor que atrapa a las mujeres”, reflejó Javier, confirmando esa “fábula urbana” que se sigue “dando” en los bondis nuestros de cada día.
“Como en todos lados, está en vos querer hacer cagadas o no, pero yo conozco parejas que se conocieron arriba del cole, formaron una familia y ahora son felices”, dijo Javito, asegurando que “por suerte nada es como antes, cuando se paraban a charlar atrás del respaldo de tu asiento”.
“Mi amor es para mi señora y mis hijos”, deslizó Javier, quien sonrío cuando le consulté si la familia viajaba gratis.
“Mi señora tiene pase libre otorgado por la UTA, pero solo para San Gabriel, en las demás empresas tiene que pagar”, argumentó.
La anécdota
“Hace 3 años, una madrugada de invierno, manejando en la 506, subieron un montón de pibes en el centro. Habían salido de algún boliche, eran las 6, no me olvido más. Cuando estábamos llegando a Villa Muñiz, una chica y un muchacho se empezaron a pelear, primero verbalmente y después a los empujones. Cuando quise reaccionar, se armó una batalla campal entre grupos donde no podía diferenciar quienes defendían al hombre y quienes a la mujer”, contó Javier.
“Frené el colectivo, abrí las dos puertas para dispersar, pero ya era imposible parar la pelea. El cole se movía y, entre manotazos y golpes, me rompieron los vidrios de ambos laterales”.
--¿Y qué hiciste?
--Moví el colectivo, pude bajar a algunos y salí del recorrido para dirigirme a la empresa; no podía seguir circulando con los vidrios rotos. En ese momento, una chica, pasadita de copas, me pidió que pare porque el marido había bajado a pelear con otro, y como no lo hice, se me vino encima y me rasguñó la cara, con tanta mala suerte que me cortó en el cuello.
“Cuando llegué a la empresa, descansé un poco, me recuperé, me cambié a otro coche y salí a trabajar otra vez”.
El número
317
Presencias. Suma Menéndez en el fútbol de la Liga. Marcó 8 goles y sufrió 7 expulsiones. Pasó por Olimpo, Villa Mitre, Sporting, Tiro, La Armonía y Pacífico.
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