Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

El hijo adoptivo de Bahía que vuela por el cielo de China

Gabriel Fernández se radicó en 2012 en Shenzhen. Antes vivió en Tanzania, Sudáfrica e Italia. Volvió antes de que se decretara la cuarentena y quedó aislado en nuestra ciudad.

imagen

Por Pablo Andrés Alvarez / palvarez@lanueva.com
Audionota: Juan Ignacio Zelaya (LU2)

   Gabriel Fernández nació en Buenos Aires, pero a los 8 años se radicó en Bahía Blanca, “su ciudad” como le gusta decir.

   Tiene 55 años, está casado con la bahiense María Paula Villanueva y son papás de María Coral, Jazmín y María Sol, quienes también nacieron en nuestra ciudad antes de comenzar el peregrinaje por el mundo.

   Lleva una vida digna de contarla. Que se inició, como ya dijimos en Buenos Aires, y hoy lo encuentra radicado hace casi 8 años en China, tras pasar por Tanzania, Sudáfrica e Italia y volar por los cielos de los cinco continentes del planeta.

   Gabriel es piloto de avión profesional y esa vocación lo llevó a recorrer prácticamente el mundo entero, con su familia acompañándolo.

   Las vueltas de la vida lo encuentra cumpliendo la cuarentena en Bahía Blanca, esperando la posibilidad de retornar a Shenzhen, una ciudad al sur de China que tiene 11 millones de habitantes y que se encuentra a más de 1.000 kilómetros de Wuhan, donde se originó el coronavirus.

   “Hice la primaria en la Escuela 5, de calle Darregueira. Desde que tengo uso de razón quise ser piloto de avión”, rememoró.

   Y agregó: “En aquellas épocas, en séptimo grado nos llevaban a hacer recorridas por distintas escuelas secundarias para ver qué queríamos seguir. Así descubrí que en Bahía funcionaba la Escuela Técnica Básica Comandante Espora, en la Base Aeronaval, donde se podía hacer un programa de estudio con prácticas en el Taller Aeronaval Central y luego articulaba con el Colegio Industrial 1 para recibir el título de Técnico Aeronáutico”.

   Corría 1978 y era una época dorada de la Armada.

   “La aproveché al máximo porque realmente era mi vocación. La guerra de Malvinas me encontró allí y me marcó. Por eso pensé en ser aviador naval. Pero, ya en cuarto año, conocí un piloto de Aerolíneas y él me cambió la visión para seguir aviador civil”.

   Con 17 años, y mediante autorización de mis padres, hizo el curso de piloto privado en el Aeroclub bahiense.

   “Lo curioso fue que pude pilotear aviones antes que autos”, contó mientras rememoraba las cargadas que recibía de sus compañeros de rugby de Sportiva.

   La carrera para ser piloto civil es muy complicada, y sobre todo onerosa.

   “Yo provenía de clase media trabajadora, por lo que todo nos costaba mucho más. Sin embargo, mi familia me impulsó para perseguir mi sueño. Cuando terminé la secundaría, tuve la fortuna de conseguir trabajo rápidamente en Aerolíneas Argentinas como técnico aeronáutico”.

   Trabajó casi seis años en el aeropuerto local y lo que ganaba allí lo invertía en horas de vuelo para construir su carrera.

   “En Aerolíneas no volé como piloto. Porque cuando estaba habilitado para hacerlo,la empresa ingresó en el camino de la privatización y ya no era la de antes”.

   No bajó los brazos y a fines de 1998 pudo ingresar en Southern Winds.

   “Nos mudamos a Córdoba con toda la familia. Estuvimos allá casi 7 años. Pero de un día para el otro la empresa dejó de volar y nos dejó muy mal parados a todos los empleados”.

   Convencido, Gabriel afirma que toda crisis sirve para crecer. Y a él le permitió tomar la decisión de convertirse en piloto internacional.

   “Fui con un contrato por dos meses a Sudáfrica (Sudáfrica Airlines) y enseguida me llamaron de la compañía nacional de Tanzania. En ese entones, volaba casi dos meses allá y volvía por 20 días a Argentina. Así estuve casi 2 años”.

   Dice que fue una experiencia inolvidable, porque conoció lugares extraordinariamente bellos, culturas muy distintas y gente muy bondadosa.

   “La familia fue clave en mi carrera. Es difícil convivir con un aviador, pero mi señora me apoyó siempre, al igual que mis hijas, que tenían que dejar todo para seguirme a lugares donde no conocían ni siquiera el idioma.  Nunca dijeron que no”.

   Al extrañar su tierra, en 2008, aceptó la propuesta de Sol, la empresa rosarina, para volver al país.

   “Estuve casi un año, pero no me gustó para nada la experiencia y renuncié. Me fui a Bahamas para volar allá, pero a los dos meses me propusieron ir a Italia, a Sicilia más precisamente”.

    Vivió a orillas del Mar Jónico, en el Mediterráneo.

   “Allí pasamos 4 años excelentes, desde todo punto de vista. Allí hice vuelos de carga y luego combinados con pasajeros. Eso duró hasta fines de 2011, cuando la situación económica de Italia comenzó a cambiar y a deteriorarse”.

   Con su esposa se dieron cuenta que la crisis, tarde o temprano, les iba a impactar a ellos también.

   “Teníamos que salir de esa zona de confort para afrontar nuevos desafíos que nos permitieran mejorar. Así que comencé a buscar otras alternativas, enviando currículums a distintas empresas”.

   Y así surgió la posibilidad de ir a Medio Oriente, a los Emiratos Arabes, o China.

   “Curiosamente lo terminó decidiendo mi hija menor (ver adjunto), porque en realidad no teníamos contactos ni conocidos en ninguno de los dos lugares. Pero ella, con sus 9 años, me planteó cómo sería su vida en Medio Oriente, por el tema de la religión”.

   Pero antes de viajar a China para continuar su carrera profesional, Gabriel debió pasar por exhaustivos análisis.

   “Me hicieron exámenes y estudios de todo tipo, además de investigar toda mi vida y la de mis familiares.  Llegamos en agosto de 2012, sin conocer idioma ni cultura. Y la verdad que me deslumbró, porque Shenzhen es una ciudad muy moderna y los habitantes tienen una disciplina y una educación impresionante. Además de ser muy receptivos y respetuosos con los extranjeros”.

   Y agregó: “Los chinos van a la vanguardia en todo lo referente a lo tecnológico. Y en nuestro trabajo eso se nota aún más, a tal punto que hoy son líderes en el mercado de la aviación”.

   La empresa en la que trabaja, Donghai Airlines, es relativamente pequeña, pero con una proyección muy grande.

   “Tiene una flota de 35 aviones, pero planea llegar a los 100 en los próximos 5 años. Incluso han ampliado los destinos por fuera de China”.

   El idioma fue uno de los principales impedimentos, pero lo supo sobrellevar.

   “Yo me manejo en inglés, pero mis hijas hablan y escriben chino, por lo que me ayudan permanentemente. Sólo aprendí palabras para salir de apuros o para formalidades”.

   Así y todo lo nombraron instructor de vuelos (siendo el único extranjero en conseguirlo) y recibió varias menciones a nivel nacional.

   “Y me dieron la oportunidad de volar al único continente que me faltaba: Oceanía. Poco antes de volver de vacaciones a Argentina hice un vuelo a Darwin, en Australia".

   La primera ola de la pandemia originada en Wuhan lo encontró en el país asiático.

   "Tenía vacaciones asignadas para el 28 de enero. Todavía las precauciones no eran rigurosas como lo fueron luego, pero sí nos tomaban la fiebre y nos testeaban en cada lugar que entrábamos y varias veces al día. Mi padre nos había ido a visitar, por lo que nos volvimos todos juntos. Alcanzamos a salir sin mayores problemas, por lo que nos agarró la cuarentena en Bahía Blanca, donde aún permanezco”.

   No le quedan dudas que la decisión de Argentina fue rápida y será efectiva.

   “En China la única manera de parar los contagios fue con aislamiento obligatorio, que se cumplió a rajatabla. Allá son muy respetuosos de las normas. Las cumplen sin poner excusas. Esa disciplina les permitió afrontar el virus”.  

   Aunque le ampliaron la licencia vacacional, Gabriel sufrió el recorte de su salario.

   “Anunciaron que por dos meses no nos podrán pagar. Al principio, como buen argentino, me costó entender la decisión, pero no deja de tener lógica. Si nosotros cobramos sin producir, la empresa va a quebrar y todos nos quedamos sin la fuente laboral”.

   La diferencia, explica, es que el poder de ahorro en China es mucho mayor que en nuestro país.

   “Casi todas las empresas tomaron esa decisión y no hubo reclamos. Saben que ni bien se levante la cuarentena, el país se pone en marcha otra vez y todo vuelve a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido”.