Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

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La mujer fantasma que acecha por la espalda

Una aparición actual que echaría luz sobre una trama internacional de violencia, prostitución y maldiciones antiguas. 

Fernando Quiroga
Especial para "La Nueva"- [email protected]

   Siempre se creyó que muchas de las criaturas aparentemente fabulosas, nacían de la imaginación, del ingenio de grandes hacedores que, por diversión o por miedo (o también por el fuerte deseo de imprimir moraleja), les dieron forma y las sumaron al bestiario popular de los mitos que componen la trama identitaria de un pueblo. Sin embargo, muchos tienen y han tenido luz propia; concreta realidad nacida en lo más profundo de la remota voluntad colectiva, semilla primaria de aquello que, no sin una sutil reverencia, llamamos legendario: expresión (pragmática y aterradora a la vez) que evoca la absoluta falta de certidumbre sobre el origen de nuestra cultura humana.

   La aparición que hoy nos convoca, tiene fortísimas similitudes con la entidad que protagoniza un emblemático cuento de Jorge Luis Borges. En “El Libro de los Seres Imaginarios” (1967), el escritor del barrio de Palermo nos habla de un ser que se constituye a partir de la espalda de cualquiera que suba las gradas de una alta torre en India. El extraño ente energético, recibe el nombre de A Bao A Qu, y sería un espíritu al que “la vibración de la persona que se acerca le infunde vida…” al tiempo que afirma “el A Bao A Qu, se coloca en los talones del visitante (…)”

   En el cementerio de Bahía Blanca (excelente camposanto, cuidado y mantenido ejemplarmente) sin escaleras ni altas torres, una entidad sobrenatural tendría el mismo modus operandi.

   Volviendo a la prosa borgiana, se evoca en ésta una figura mitológica de Kuramán, (tal vez la isla polinésica en la que Emilio Salgari basó su Mompracem), a partir de datos del prólogo de “Arabian Nights”, de Richard Francis Burton, como también (asegura el consagrado no vidente) en el códice “Brujería Malaya" de C.C. Iturburu (1937). Como fuere, la más cercana fuente de información para comprender la historia que vamos a contar, corresponde al consagrado personaje del escritor argentino, A Bao A Qu. Nunca vamos a saber, si Jorge Luis Borges apeló a la ficción; pero este relato que hoy traemos, plantea la posibilidad de que haya basado la historia en una escalofriante realidad.

   A la mesa de trabajo de La Nueva, en junio del año pasado llegó el reporte (uno más) de una extraña aparición en el cementerio. Una adolescente nos pedía que nos comunicáramos con su papá; Carlos López, quien aseguraba haber vivido una experiencia fuera de lo convencional en el camposanto local. Como siempre se inician estas cosas, tomamos con pinzas el mensaje y lo dejamos en el archivo para su posterior y/o posible tratamiento. Sin embargo, otros dos inesperados llamados hicieron que volviéramos la atención al primero: el testimonio de un puntaltense que concurre semanalmente al lugar, y el de un guardia de seguridad, ambos solicitaron el resguardo de su identidad. 

   Coinciden quienes lo atestiguan que, en la sección 8 dan cuenta de un espanto aparentemente tranquilo; de hecho, el guardia de seguridad (aclaramos que no trabajó en el cementerio, sino en una empresa privada) refirió que otros testigos a oídas lo llamaban el o la acompañante, porque solo hace eso. Con el rabillo del ojo, el uniformado que fue a visitar a sus parientes, vio una imagen evanescente que se movió a un costado caminando entre las tumbas y, a medida que transitaba por un corto trecho, fue adquiriendo definición y claridad de una manera escalofriante, hasta desaparecer frente a sus aterrorizados ojos. Los que aseguran haber visto la aparición completa, dan testimonio de que se trata de una mujer. 

   Carlos López, el primer entrevistado, contó a La Nueva que la figura, en principio borrosa, fue tomando forma a su izquierda mientras caminaba, y lo hizo rápidamente hasta adquirir la dimensión de una mujer joven, de ropas estrafalarias como si fuera gitana u oriental, afirmó. 

   Lo propio hizo el vecino puntaltense, cuando afirmó que luego de agacharse detrás de un panteón a buscar un arreglo floral, vio desvanecerse la imagen de una joven que lo miraba fijamente.
Con este compendio de datos, llevamos adelante un profundo trabajo de campo, cotejamos toda la información posible y encontramos elementos comunes muy precisos; sin embargo, la palabra de tres aparentes testigos sobre una curiosa aparición sobrenatural era simplemente eso… una coincidencia en la descripción del fantasma de una joven que, claramente, parecía haber sido visto por testigos en diferentes situaciones. Aparentemente sin conexión entre sí, los tres narradores nos dieron un material que, si bien era endeble por lo simple de lo ocurrido, convergían en el común denominador de una descripción puntual. Exitosamente, nos propusimos armar la nota, narrar el caso; sin embargo, lo revelador, llegó después… 

   En el camino de cruzar datos, y aconsejados por el Vasco Olarriaga (quien prestó su testimonio para la nota “Memorias de una Bestia Lunar” – La Nueva 26/05/2019) llegamos a Don Alcibíades Rossello, estibador del puerto de La Boca, quien había trabajado dos años en Ingeniero White en la década del 60 con el conocido “Vasco Aindiado”. Rossello, nos refirió la historia de Rewa Mayang, una olvidada mujer ilegal entre los pesqueros whitenses, hace ya 50 años.

   "Eran otros tiempos. Yo no tenía ni diecisiete años y ya laburaba como loco. Me fui para allá (Ingeniero White) a probar suerte un par de años. Ahí conocí a una curiosa mujer. Le decían la Turca, por los ojos claros y la piel oscura, aunque en realidad era malaya. Daba pena verla, desnutrida y sucia, descartada de cuanto prostíbulo entraba pidiendo. Yo hablé con ella un par de veces porque manejaba muy bien el español. Se había criado en Filipinas -decía-, y había sido 'traída de los pelos' por algún comerciante inglés que 'se la había ganado' al padre jugando. Recuerdo haberla defendido un par de veces, porque los muchachos se ponían pesados". 

   Si bien la situación de Rossello era muy diferente que la de Rewa Mayang, casi reducida a la esclavitud y todo tipo de vejaciones en un barco olvidado, existía una camaradería entre los más bajos estratos de esa sociedad del bajo fondo.

   "Decía que era bruja, que sabía invocar ´diablos´ de su tierra – retoma el relato el estibador porteño – y siempre me decía que 'ni muerta' volvía a subirse a ese barco, por lo que cuando se muriese, iba a quedar un “abanaco” nos decía, para vengarse de todos los que le habían hecho mal. Imagínese usté, que no entendíamos una palabra de lo que decía…
Contextualizando esta extraña historia, cabe afirmar que, si Rewa Mayang era una iniciada en brujería de su tierra, la extraña palabra que en el recuerdo de Rossello es “abanaco” no sería otro termino más que Abang Aku (¡qué parecido al A Bao A Qu del cuento de Borges!) también llamado por chamanes malayos Jembalang tanah, osea, un demonio de venganza en la mitología polinésica. 

   Don Alcibíades Rossello cierra el relato: “Las mareas se alargaron, el barco no se iba, y un día la 'Turca' desapareció. La supimos muerta al tiempo, y dicen que fue asesinada, y confinada a un enterramiento anónimo en el cementerio de Bahía Blanca, en una tumba secretamente compartida. Se dice que un parroquiano se había compadecido de ella y la sepultó cristianamente. Nunca más se supo nada, pero me contaron algunos compañeros que decían que se aparecía, que la brujería que decía tener, era real; la veían en el cementerio”.

   El espectro femenino y evanescente, recientemente mencionado por tres testigos, ¿será el de Rewa Mayang? ¿Habrá cumplido con su promesa de quedarse? ¿Y por qué se muestra ahora? Tal vez, porque hoy sea momento de revelaciones. Quizás, Rewa Mayang se manifieste desde hace mucho tiempo, pero el secreto a voces recién cobre forma de denuncia sobrenatural, en la sutil expresión extracorpórea de una diminuta mujer malaya, que aparece fugazmente, para desaparecer casi con timidez, solo al ser descubierta…

   La verdad, quizás se oculte únicamente, en la sección 8 del cementerio bahiense.