Falleció a los 77 años el prestigioso abogado Rubén José Diskin
El penalista se destacó en varios caso resonantes. Siempre fue calificado como "un caballero" por jueces, fiscales y colegas.
En la sala velatoria de Mitre al 400, desde hoy, velan los restos del destacado abogado Rubén José Diskin, quien falleció ayer a los 77 años.
Diskin era un reconocido penalista, que intervino en varios casos resonantes, entre los que se recuerdan, por ejemplo, su defensa al odontólogo Miguel Ángel Luces León, acusado del homicidio de su mujer Sara Martínez Noguera en el barrio Palihue, y que finalmente fuera absuelto durante el juicio que se desarrolló en mayo de 1996.
Cultor del perfil bajo, el respeto y las buenas costumbres, pocas veces aceptaba entrevistas periodísticas, aunque siempre --y de manera muy amable-- respondía a cada una de las requisitorias y despejaba cualquier duda desde el punto de vista técnico-legal.
“Que en paz descanse Dr. Rubén J. Diskin, excelente profesional. Y un caballero”, recordó hace instantes el exjuez José Luis Ares.
La inhumación de los restos de Diskin se concretará mañana en el cementerio municipal.
El adiós de un amigo
Liberman, Diskin y Cuqui Pardal.
Oscar Liberman era una de las personas más cercanas y con quien compartía, entre otras cosas, su pasión por el mar. El economista le dedicó estos párrafos en las redes sociales:
NITO
El mar siempre te pasa factura. Buena o mala.
Hoy, por primera vez, el mar se volvió un lugar insufrible. Un sitio al cual no querer regresar.
Es demasiado.
Se llevó a mi amigo, a mi amigo del mar.
Yo escucho su voz precisa y modulada.
“Perfectísimo”
“Correctísimo”
“Sin lugar a equívocos, cien por ciento así”.
No puedo poner en palabras tantas cosas que, finalmente, se reducen a una sola: amor.
Por todo.
Por la vida.
Como esa luna rosa, llena, inmensa, amorosa, que ayer nos recibió en nuestra última navegación. Apenas horas antes de verlo embarcar en esa última singladura que no tenía que emprender.
Solo la muerte logró que lo humanice.
Recién entonces, cuando lo vi ahí, dormido, y ya no estaba, pude humanizarlo. Y comprendí que si tengo que hablar de mi amigo del mar a través de su paso por la vida, es imposible verlo humano.
Digo “te quiero” y escucho un eco silencioso.
No quiero ir al mar.
No está su voz diciendo “si esta no es la estoa, la estoa donde está”.
El mar se ha vuelto un lugar hostil.
No puedo brindar “por las navegaciones” sin “el mejor té de la ría”.
Se qué hay una ola enorme, hermosa interminable que recorre los océanos y lleva tu nombre.“