Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Entre errores no forzados, el Gobierno avanza

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   Un funcionario que sigue muy de cerca el desarrollo de las políticas de comunicación del Gobierno, que suele vivir con el corazón en la boca determinados “desaguisados lingüísticos”, como los llama, que se producen en la gestión y en especial en la relación entre los distintos componentes de la coalición, lo ponía en estos términos no sin una cierta dosis de sabor amargo entre los labios: “En lo que deberíamos mejorar un poco es en no meter en nuestro arco las pelotas que van afuera”. Una metáfora futbolera que suele utilizarse para definir a los errores no forzados.

   La difusión esta semana de un video generosamente regado en las redes sociales en las que se observan los vanos esfuerzos de Alberto Fernández, megáfono en mano, para intentar contener a la multitud que pugnaba por trasponer las vallas de seguridad de la Casa Rosada durante el velatorio de Diego Maradona, tal vez haya sido el disparador de aquella mirada crítica. 

   Del presidente en todo caso se reconoce en esos diálogos reservados, y no desde ahora, que muchas veces se deja llevar por su pasión, por su “desesperada obsesión por hacer”, como lo definió Ginés González García, aunque ello le valga cierta mirada sobre sus reiteradas inconsistencias. Por caso decir una cosa hoy y otra totalmente opuesta mañana.

   No sería más que una anécdota si no fuese que esas idas y vueltas pueden tener consecuencias. O generar impacto en las encuestas sobre imagen e intención de voto a las puertas de un año electoral como el que se avecina.

    La insólita saga que envolvió al canciller Felipe Solá es una de esas consecuencias no queridas de la falta de coordinación. No se trata de si Solá inventó o fabuló parte del primer diálogo que mantuvieron Fernández y Joe Biden, sino si confesó ante la prensa una parte de esa conversación que era conveniente no difundir. Por caso el reclamo para que el futuro presidente norteamericano interceda para ”ablandar” las posiciones del delegado de la Casa Blanca ante el FMI mientras Martín Guzmán trajina un posible acuerdo.

   Es cierto que Felipe no dejó macana sin hacer, confundió Olivos con la Casa Rosada, llegó cuando los teléfonos se habían apagados, y fue informado de segunda mano de la charla. La impresión dentro y fuera del gabinete es que Felipe no inventó nada. Dijo en todo caso lo que no debió decir. “Eso no nos puede pasar, se coordina previamente”, suena otra vez la queja del funcionario. No había a esa hora explicación que lograra calmar la furia de Guzmán, mientras el propio Alberto daba una pista tras confirmar a Solá: “Fue una imprudencia de su parte”.

   Al presidente lo sorprendió otro de sus cursos y recursos de la gestión con un tema altamente sensible como es el aumento a los jubilados. En este caso, reflexionan aquellas voces sin evitar el espasmo, con una posición que duró apenas 24 horas en los medios y claramente puso en controversia directa al presidente y a su vice. 

   Fernández había defendido el martes la fórmula urdida en la Anses, que maneja la camporista y una de las “ahijadas políticas” de Cristina, Fernanda Raverta, para tomar el aumento del 5 % a la clase pasiva de diciembre “a cuenta” de lo que se les pagará en marzo. Que sería a la vez uno de dos pagos, en dos semestres, a lo largo de 2021. 

   El miércoles, Cristina no se privó de hacer una ostensible demostración de poder y, a través de una de sus voceras, la mendocina Anabel Fernández Sagasti, en nombre del resto del bloque de senadores, aclaró que el 5 % no será a cuenta y que no serán dos sino cuatro los aumentos que recibirán los jubilados. El jueves, el presidente dijo que le parecía muy buena la decisión de la vice, y que estaba al tanto de lo que habían analizado los senadores del Frente de Todos.

   De vuelta la reflexión del confidente: “Esas son las que no debemos meter en nuestro arco, en especial porque es cierto que Alberto comparte, hace nueve meses que creó la comisión que analiza la nueva fórmula”. Omisión: esa es justamente la fórmula que “voltearon” los senadores cristinistas. Con advertencia incluida vía Fernández Sagasti de que los jubilados “no se tocan” a las puertas de la próxima campaña electoral.

   Es cierto que a punto de cumplirse un año de gestión, todo está teñido en la interna por la decodificación de las señales que van desde el Senado a la Casa Rosada, y viceversa. Todo se analiza con siete lupas y cristinistas y albertistas tienen la lengua filosa para sacar conclusiones. La última, para algunos de esos confidentes una demostración de fuerza de Alberto, la decisión aparentemente tomada de sacar por DNU y no por ley del Congreso el tan demorado Consejo Económico y Social. Donde habrá empresarios y sindicalistas con los que Cristina no comulga.

   La frutilla del postre. El presidente se entusiasmó hasta la sobreactuación con el anuncio de que a mediados de este mes el Gobierno aplicará 300.000 vacunas rusas en todo el país. El inefable Ginés, cuándo no, salió a aguarle la fiesta. “Sólo con la vacuna no alcanza”. Otro pelotazo en contra, aunque no tanto. En Salud dicen con números oficiales que sólo en CABA, entre abuelos y personal esencial, se necesitan 900.000 dosis. ¿Y si coordinaran?

   El presidente se sumó, por último, a una estrategia sobre la que en la intimidad podría reconocer alguna duda, como la feroz embestida del cristinismo contra Horacio Rodríguez  Larreta. “Allí pateamos todos para el mismo arco, el contrario”, dicen en aquel despacho.