La Traición, de Fernández Díaz, lectura obligada del verano 2021
El autor fue reconocido dos veces consecutivas con el Konex de platino como mejor redactor de la década.
Por Mario Minervino / [email protected]
La historia conjetural no se escribe, contestó en cierta ocasión Rodolfo Terragno a una pregunta sobre una situación política-histórica hipotética. Sin embargo, la aseveración, interesante, puede tener una interpretación alternativa.
Eso al menos demuestra el escritor y periodista (en ese orden) Jorge Fernández Díaz, con la publicación de su última obra, La Traición (Planeta).
Porque precisamente se trata de un libro de ficción política, una novela que imagina con todos los visos de posibilidad certera y concreta, como se desarrollaría en nuestro país un intento de derrocar al gobierno constitucional a partir de personas que buscan recrear lo que ocurrió en la década del 70, esa trágica página de la historia argentina que todavía está abierta y que no se termina de considerar en todos sus alcances y con todos sus juicios.
Fernández Díaz estaba en Orly, Francia, cuando se le ocurrió conjeturar que pasaría si alguien planteara y buscara plasmar esa idea y considerar qué papel jugarían los políticos, empresarios y hasta el propio Papa Francisco. Es ficción pero a partir del autor de conocer con mucha precisión la parte de atrás de la política, los callejones oscuros, los acuerdos y las componendas.
“Es una ficción que me permite contar cosas en base a hechos reales que desde el periodismo a veces es imposible publicar por falta de pruebas”, comenta Fernández Díaz.
En entrevista exclusiva con La Nueva, quien ha sido reconocido dos veces consecutivas con el Konex de platino como mejor redactor de la década, condecorado por el rey de España y miembro de la Academia Argentina de Letras cuenta como concibió la novela, habló de periodismo, de su manera de trabajar y también del fenómeno Maradona.
--¿Qué es La Traición?
--Es un libro de la serie de Remil (un agente de inteligencia) que se puede leer de manera independiente de los dos libros anteriores, una historia dentro de una ficción basada en los negocios oscuros del poder, una novela política en este caso centrada en el escenario político, que es el único espionaje importante que se practica en nuestro país, que se ha usado para protección y también con sentido punitivo para sindicalistas, empresarios, políticos.
--Es otro tipo de espionaje.
--Claro. Más allá de la inteligencia criminal, acá se hace con fines non santos para actividades políticas. Una novela de espionaje ambientada en la Argentina no es, por ejemplo, una novela contra otras potencias, sino que tiene que ver con los intríngulis de la política. A mí me sirvió Remil para crear un detective espía e imaginar personajes con lo que sé que ocurre en la realidad pero que no puedo contar con mis armas de periodista. La ficción me permite construir esos mundos, esa parte de atrás de la política, de los feudos provinciales, de las nuevas alianzas.
--Es decir que es una novela de ficción, pero con base real.
--Remil nace como la parte de atrás de mi trabajo como periodista, de haber visto durante 40 años como se maneja la política, el poder. En rigor no es un cargo contra toda la clase política pero si contra parte del poder. Asumo un riesgo muy grande al colocarla en el mundo prácticamente de hoy, en tiempo real, lo cual me exigió mucho trabajo de similitud y si bien traté de quitar mucha novelística y espectacularidad, mantuve persecuciones y todo lo que hace a una novela de espionaje pero adaptado al mundo que podemos ver en los periódicos.
--¿Es algo que es parte de nuestra historia o de algunos gobiernos en particular?
--La Traición trata sobre como hace cuatro años se conformó en la Argentina una suerte de santa alianza que dejaron de interesarse por el autoritarismo y salieron a plegarse a un régimen feudal después de ese pobrismo eclesiástico que Mario Bergoglio empezó a operar en el terreno político. Por otro lado un manejo del setentismo, para mí una preocupación muy grande, cuando Néstor Kirchner llega al poder y empieza a resucitar a la llamada “juventud maravillosa” de los 70, creando un monstruo que estaba adormecido. De repente dice que fueron los grandes héroes y empieza una teatralización del setentismo terriblemente peligrosa, con adoctrinamiento en las escuelas, en universidades, en textos y en medios.
--¿No con una visión correcta?
--Plantea que aquellos muchachos tenían un proyecto revolucionario y son tratados como héroes después de haber puesto el crimen político como triste moda de los 70. Esa teatralización me pareció siempre profundamente irresponsable, una bola de nieve que sigue creciendo.
--¿La Traición es producto de la cuarentena?
--Está escrita durante el aislamiento. Pero la historia se me ocurrió antes. Estando viviendo en París, hace tres años, viajando de Orly a Sevilla a dar una charla en un seminario, me pregunté qué pasaría si un referente social muy allegado al Papa (Francisco) se toma en serio esta ficción de una resistencia peronista, que lo que hay en el gobierno hoy es una dictadura y no un gobierno constitucional. ¿Qué pasaría se lo toma en serio como se lo tomó el MTP en La Tablada?. Ese alguien es un allegado al Papa y contrata al servicio de inteligencia para protegerlo de un eventual escándalo. Ese es el gen de la novela.
--¿Y cómo resurge la idea?
--Cuando se inició la cuarentena yo estaba escribiendo un ensayo de mil páginas con artículos de mi autoría, una crónica de lo que viví en la política. Ese libro estaba prácticamente terminado cuando me llama mi editor y me dice no es momento para publicarlo y me sugiere escribir sobre Remil, así resucité aquella idea.
--¿Fue complejo escribir un libro como La Traición?
--Es una novela que necesita inevitablemente un guión. En otras se pueden improvisar, en esta tiene que encajar el enigma de una novela policial. Fue tremendamente difícil, me despertaba a las dos de la mañana y decía “esto está mal”, tengo que hacerlo más verosímil, esa era mi obsesión, que fuera una novela contracultural en el sentido de nadie escribe en la Argentina contra los progresistas que han traicionado, contra los setentistas alucinados. Muchos amigos me ayudaron en este encierro con precisiones y datos certeros.
Escribir, ese refugio
--No es simple para muchos periodistas escribir novelas. Es un cambio en las formas, el estilo, en encontrar un ritmo, mantener un hilo, establecer la manera de trabajar. Para Fernández Díaz esa cuestión no lo alcanza, por una simple razón: se considera escritor antes que periodista.
--¿Es complicado para usted pasar del periodismo a la literatura?
--Soy escritor desde los 12 años y periodista desde los 19. Este es mi libro nº 14 y la narrativa es mi materia. Soy como una especie de soldado, tengo una vida muy compleja con la vida laboral que me exige un rigor muy grande para entrar y salir de esos mundos.
--¿Se siente más escritor?
--Desde que me hacían bullyng en la escuela, escribir ficción era mi refugio. Lo mismo me pasó con esta cuarentena. Cuando se vive un momento apocalíptico como la pandemia, refugiarme en una novela me salvó un poco. He pasado males de amores y me he refugiado en relatos, he tenido momentos muy graves de no creer en nada, de haberme dado varias veces contra las ilusiones y siempre los libros fueron un salvataje. Desde pibe hasta hoy, y me sigue funcionando.
--¿Qué lectura ha hecho de la muerte de Maradona en cuanto al sentimiento que despierta en la gente?
--Tengo una posición y muy analizado a Maradona. Por eso cuando murió evité hablar de él, porque no quiero ser deshonesto ni imprudente. Si dijera lo que pienso de Maradona desde siempre, fuera de su pericia como jugador, realmente de la persona no tengo el mejor juicio. Tampoco acepté escribir sobre el tema para medios del extranjero que me lo pidieron. Pero no te quepa ninguna duda que Diego Maradona es una metáfora perfecta de la argentina, un país que tiene una decadencia tremendamente grande.
--Lo han elegido el mejor redactor de los últimos 20 años ¿Qué significado tiene eso en su vida?
--Es quizá el premio que más valoro porque lo dan especialistas. Es muy bonito eso. Considero que el periodismo puede ser una de las bellas artes. Muchos creen que es una militancia, para otros un modo de influencia o de servicio. A mí lo que más me interesa es el periodismo como arte, tanto el articulismo como la crónica.
--¿La gente descree de los medios de comunicación?
--Creo que los periódicos están resistiendo muy bien, cada uno con su punto de vista. No entender que cada uno tiene un punto de vista es no conocer la historia del periodismo. Yo tengo un punto de vista muy determinado como articulista. Todos somos seres subjetivos y uno escribe también para aportar al debate. La gente hoy más que nunca se puede armar el pluralismo que quiera en lo que es articulismo de ideas.
"El cuerpo profesional de las redacciones sigue luchando denodadamente por la exactitud, contra la demagogia y el unanimismo en la sociedad global. Las grandes marcas de periodismo en los grandes momentos se destacan frente a la confusión, a la maldad y a la estupidez que corre por las redes sociales y ante las falsas noticias".