Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Historias de bahienses que le pudieron ganar al COVID-19

Ocho vecinos de nuestra ciudad coincidieron en señalar que, además de padecer los síntomas característicos del virus, también sufrieron en el aspecto emocional al pensar en la posibilidad de morir.

Foto: Pablo Presti-La Nueva.

Por Pablo Andrés Alvarez / palvarez@lanueva.com

   Ocho vecinos de nuestra ciudad relataron las sensaciones contradictorias que vivieron desde que les diagnosticaron el contagio de COVID-19 hasta recibir el alta médica.

   Aunque se trata de casos con síntomas menos graves incluso que una gripe fuerte, reconocieron que pasaron por el miedo a contagiar a familiares, las dudas a ser discriminados por haber tenido la enfermedad y hasta afrontar el temor a perder la vida.

   Aunque ya hay miles de bahienses que han superado la enfermedad provocada por este nuevo coronavirus, son pocos los que comparten públicamente su historia por temor a ser excluidos socialmente.

   “Estuve internada en terapia intensiva casi dos meses. Entré caminando y hablando normalmente y todo se fue complicando. Hasta llegar al punto que me tenían que dar de comer en la boca, porque no tenía fuerzas en los músculos”, señaló Cristina Lorenzo, quien contó su historia en un grupo de WhatsApp que comparte con aficionados a la fotografía.

   Y agregó: “Me cansó de solo hablar. Pero estoy viva y eso es lo importante. Según el médico, me va a llevar cuatro o cinco meses volver a la normalidad. Tengo días de bajones anímicos. Una pavada, como tocarme la punta de la nariz, me cuesta muchísimo esfuerzo”.

   Cristina, aún desde el Hospital Privado del Sur, recomendó que la gente mantenga los cuidados para evitar contagiarse.

   “Esta enfermedad no es para tomarse a la ligera. Hay mucha gente que dice que esto es mentira, pero yo doy fe que pega fuerte. Perdí dos meses de mi vida y hoy tengo que empezar de cero en muchas cosas que antes eran muy simples y hoy no puedo hacer”, cerró.

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   Julián Alvarez y Franca García son novios hace 5 años, conviven en un departamento céntrico y se contagiaron casi simultáneamente.

   “Yo me contagié primero, aunque no tengo claro dónde ni cómo, porque realmente me cuidaba muchísimo. A los pocos días, por contacto estrecho, se contagió ella”, dice Julián, de 22 años.

   A diferencia de Cristina, no requirieron internación.

   “De los 15 días que estuve aislado, los más difíciles fueron del 4 al 8, en el que sentí muchísimos dolores musculares y cansancio, al punto de no poder levantarme de la cama. Por fortuna, en ningún momento tuve demasiada fiebre y cuando veía que superaba los 38 grados, me metía en la ducha para bajarla”, comenta el empleado de un local comercial.

   A Franca, la enfermedad la afectó un poco más ya que padece asma.

   “Además de esos síntomas de agotamiento, yo por momentos sentía que me ahogaba y que los pulmones no me daban para respirar. Encontré un paliativo con nebulizaciones, pero la verdad que es una sensación horrible, porque los síntomas no te dan respiro. Y el hecho de perder el olfato y el gusto hizo que no comiéramos como se debe”, añadió.

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   Marcelo prefiere no dar su apellido, ya que por temor a ser despedido de su trabajo sacó vacaciones ni bien comenzó con síntomas. Nadie se enteró que padeció coronavirus.

   “Desde el día 5 hasta el día 10 no bajé de los 38 grados de fiebre, sufrí fuertes dolores de cabeza, tiritaba y sentía mucho malestar en el cuerpo. Estaba muy débil y no hacía otra cosa que dormir. Lo bueno es que en ningún momento tuve tos ni dificultad respiratoria, que al parecer son dos de los síntomas más comunes”, recordó.

   Cuenta que sufrió diarrea y que perdió el gusto, pero no el olfato.

   “La verdad es que durante esos días no tenía apetito y apenas comí, por lo que perdí más de 3 kilos. Lo poco que me llevaba a la boca no tenía sabor”.

  --¿Por qué no dijiste nada en el trabajo?

   --Porque hace poco que estoy. Me debían unos días por trabajar en francos y feriados y me los tomé. Dije que tenía algunos problemas familiares que solucionar. 

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   José es un mecánico del barrio Noroeste. Tiene 43 años y señala que su principal temor al dar positivo su hisopado fue perder la vida.

   "No podía respirar. No hay nada peor en el mundo que no poder atraer aire a los pulmones. Siempre fui susceptible a la neumonía y por eso pasé por momentos muy difíciles, en los que creía morirme asfixiado”.

   Desde el principio, su dificultad respiratoria actual se sintió diferente.

   “Aún hoy, dos meses después, no mejoré. Sigo con problemas respiratorios. Es más, voy a kinesiología para hacer unos ejercicios que me permitan mejorar la capacidad pulmonar”, manifestó.

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   Carlos Salgado tiene 67 años, es jubilado, vive en Bella Vista y manifiesta que su recuperación la toma como un verdadero triunfo.

   “Le gané (al coronavirus). Sé que hay infinitas enfermedades terribles, y con peores consecuencias, pero el miedo a lo nuevo, a lo desconocido, el miedo a la gente, a sus reacciones, el miedo a contagiar a alguien, el miedo a que me internen y que nadie quiera o pueda venir a casa a cuidar mis perros, el saber que no hay cura aún, hicieron que para mí no fuera una gripe común”, señaló.

   Arrancó con dolor de pecho, que al principio creyó que era muscular por las tensiones del difícil contexto económico.

   “Hasta que tuve fiebre y leí que eran dos de los síntomas posibles. Después también tuve falta de olfato y gusto”, señala, y aclara que solo tomó Paracetamol de 500 miligramos por indicación médica.

   “Mientras transcurre la enfermedad, se te pasan muchas cosas por la cabeza. Porque escuchás que se muere gente todos los días y no sabés cuándo tu cuadro se puede complicar”.

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   Fernando Ortiz, de 45 años, es Maestro mayor de obras y empezó con dolor de estómago.

   “Al principio fue como una gastroenteritis con fiebre. Y luego sentí como un ataque, como si algo afectara mis pulmones. Entonces se hizo más grande: náuseas y un cansancio que me dejaba en el suelo", detalló.

   Su médico de cabecera le sugirió hacer un hisopado, que obviamente dio positivo. Al ser paciente hipertenso, se antecedente hizo que durante su convalecencia experimentara varios momentos de crisis que le hicieron temer por su vida.

   "En un momento estás bien y luego tenés la impresión casi de que vas a morir. Te falta el aire, te ahogás. Y uno se asusta, porque no sabe cómo se puede complicar todo".

   Y añadió: “Al principio no le daba mucha trascendencia, pero al contagiarme me dí cuenta que no es una enfermedad más. Es algo que te afecta en lo emocional, porque no sabés si vas a poder curarte y empezás a pensar en la muerte como algo palpable”.

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   Facundo Toresani, estudiante de Ingeniería, recuerda claramente que el 3 de mayo comenzó a tener fiebre muy alta.

   “Uno de los peores miedos que tenía era contagiarme e infectar a mis padres: yo vivo con ellos, tienen más de 65 años y varias condiciones preexistentes”.

   Por ese motivo, tomó la decisión de instalarse en un departamento de un amigo para realizar el aislamiento.

   “La mayoría de los síntomas, como la tos y fiebre alta, eran nocturnos. Pero a los pocos días comencé a tener problemas para respirar. Iba a lavarme los dientes y jadeaba. Así que mientras por la noche lidiaba con los síntomas, durante el día luchaba contra mi cabeza”.

   Reconoce que comenzó a sentir una paranoia sobre la enfermedad.

   “Aunque había visto que el virus afecta más a las personas mayores, mi cabeza no paraba de pensar: ‘¿Seré yo el próximo?’. Hoy ya hago mi vida prácticamente normal. Soy de hacer ejercicios físicos, pero al principio me costó volver a ese ritmo”.