Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Leé "Nacho", uno de los cuentos destacados en el concurso literario

El cuento escrito por Daniel Calbo fue seleccionado por el jurado como uno de los finalistas en el concurso literario “La Nueva Vivencia.”

   No recordaba haberse sentido así de feliz. Después de todo, volar no había sido tan feo como pensaba. El colchón de nubes parecía una alfombra blanca y el cielo diáfano era hermoso... 

   Lo que le llamaba la atención era el ruido de la lluvia. En fin, se preguntó si podría salir del avión a volar por sí mismo, y se animó. Cuando se encontró fuera del avión, siguió volando a voluntad sobre las nubes, tal como lo hacía Superman en las películas. El ruido de la lluvia y las voces lo confundían. El codazo lo despertó, y esa voz atiplada que le erizaba los pelos de la nuca. 

   -¡ Nacho!... ¡Nacho! Despertate salame, y prepará el mate, que me aburro como una ostra y no para de llover. Además, este loco va a las chapas y tengo miedo de que nos hagamos mierda.

   Dale, prepará el mate y cebame así me distraigo y no pienso. Se va a enfriar el agua del termo ... 

   Nacho se incorporó en el asiento del Chevallier. La negra le interrumpió el sueño, pero él no dijo nada. Abrió el bolsito que tenía entre las piernas y sacó las cosas. Preparó todo mientras la negra hablaba con la rubia que tenía al lado, en la misma, fila pasillo por medio. La rubia solo la miraba mientras la negra hablaba sin parar. No se sabía si la atendía o estaba tildada mirándola hablar. Amalia, la negra, como la conocían todos por su tez trigueña, se dio vuelta y le dijo a él , que ya tenía listo todo para cebar el primer mate: 

   -Bueno... era hora. Siempre el mismo bolas tristes. 

   Siguió hablando con la rubia. 

   -Este es una tortuga. Seguro que el agua ya se enfrió... para todo tarda una enormidad. 

   Por eso que no tenemos chicos todavía. Cuando se decida vamos a tener nietos. 

   La rubia hizo una sonrisa de compromiso y no dijo nada. 

   -A ver... está caliente. Quemaste la yerba, bobo... ¡Qué pavo que sos! Cambiale la yerba y esperá con la tapa del termo abierta para que se enfríe el agua... es así: nada sabe hacer. 

   Nacho sacó la bolsa de polietileno y echó la yerba. Dejó el termo abierto y empezó a mirar por la ventana. La negra siguió hablando con la rubia. 

   -Yo no sé qué le vi a este. Pero bueno; ya está. Lo elegí y listo, pero si lo hubiera conocido mejor... 

   La rubia por fin habló. 

   -No hay que apurarse. Quejarse después no sirve. 

   -Y bueno. Me queda el desahogo. Si no, un día lo tengo que matar. .. 

   -No será para tanto... 

   -¿No? No sabeés... es sonámbulo. No me deja dormir en paz. Siempre me dice cosas dormido y me despierta. Si no es una noche, es otra, pero seguido habla dormido... y ronca como un croto.

   Es imposible dormir con este al lado ¿Vos dormís sola? 

   -Casi siempre. 

   -No sabes cómo te envidio. Si yo pudiera vivir sola... 

   -No es tan difícil. Yo vivo en un departamento sola y cada tanto Víctor viene a quedarse, pero no estamos viviendo juntos ...

   -¿Vos trabajas? 

   -Claro. 

   -Ah... así cualquiera. Pero yo no consigo trabajo. Este trabaja, pero la plata no alcanza. Si no fuera por mami, que nos regaló el tour, no salíamos de la cueva que alquilamos. Y bueno, a este no le da para más ¿Qué voy a hacer? 

   -Podés buscar algo. 

   -¿Para qué? ¿Para qué me exploten? No pagan nada... 

   Nacho pensó que ya era tiempo de preparar el mate otra vez. Lo hizo y le alcanzó uno a la negra. Ella lo miro con desdén, y tomó el primero con cara de asco. Se lo devolvió sin decir nada. 

   Él la miró. Recordó que cuando la conoció, le gustó lo charlatana que era. No era fea; linda tampoco. A la hora de la cama ella le exigía todo, y como el cumplía la cosa seguía durando, pero él tenía la impresión de que al primer fallo, ella sería despiadada. Hacía tres  años que estaban viviendo juntos, y ella al poco tiempo había empezado a ser otra. La morocha simpática y graciosa había mutado lentamente en una ametralladora de palabras que tenía municiones infinitas. A Nacho lo que realmente le jodía era que ella lo desmereciera en público, y la negra parecía disfrutar de hacerlo a propósito. No recordaba la última vez que ella le había dicho una palabra cariñosa. Solo se ponía amable cuando quería sexo; después, lo mandaba a lavarse enseguida y ella también corría al baño para sacarse “el olor”. Ya se había acostumbrado a dormir en una faja de 20 cm de ancho; eso era lo que poseía de la cama de dos plazas. Nacho la seguía mirando, y sintió pena de sí mismo. Una vez pensó en cortar, y cuando se lo dijo, ella se largó a llorar reclamándole por ser tan ingrato, y le dijo que si se quedaba sola se iba a matar, y que el sería el responsable de su muerte. Esa vez, Nacho se asustó y aflojo. Pero últimamente cuando la veía le faltaba el aire. La negra habló de todo con la rubia, que muy poco pudo decir. Siguió contando intimidades... 

   -Este siempre la pifia. Cuando quiso hacer un toldo para la pelopincho, lo hizo con la caída al revés. 

   -Lo hice como me dijiste vos ... 

   -¿Y para qué me hacés caso, si sabés que yo de eso no entiendo nada? 

   -Porque no dejabas de dar instrucciones, Amalia... 

   -¡Y bueno! Si no te digo nada no sabés hacer un carajo vos. 

   La rubia quedó colgada. La negra siguió hablando de continuo, ahora mirándola a ella.

   -Este es un inútil; no sé cómo hice para juntarme con este. No sé qué le vi. No le gustan las películas románticas, quiere mirar unos bodrios bárbaros. No le gusta el reguetón ni la cumbia; quiere escuchar rock nada más. Me lo critica a Arjona... envidia le tiene. Cuando pongo a Tinelli se da vuelta en la cama y chau; no comenta nada, y no se duerme... sé que se hace el dormido. Sé que no se duerme porque cuando duerme ronca, sueña, se da vuelta en la cama a cada rato, me saca la sábana y me hace cagar de frío. Cuando se levanta para ir a trabajar, me despierta con el quilombo que hace preparándose el desayuno... con lo que me gusta dormir a la mañana. 

   La rubia, en un momento de la perorata de la negra, lo miró y le hizo una mueca de compasión. Nacho quedó electrizado; no por la rubia -que no era fea pero no le atraía-, sino porque era la primera vez que alguien había demostrado cierta empatía con él. La rubia, en una mueca, le dijo todo. 

   La lluvia no paraba. El Chevallier dejaba filtrar el agua sucia de afuera por una hendija de la ventanilla y por la claraboya. El agua chorreaba por la pared y goteaba desde el techo. El viaje se hacía largo, y los quinientos kilómetros que separan a Buenos Aires de Necochea se hacían eternos. Las únicas vacaciones en cinco años para él y en tres para ella. Nacho le ofreció un mate a la rubia, y ella lo aceptó. La negra lo miró de reojo, con un destello fulminante. Le dijo a la rubia, 

   -Ojo con este mate, que podés terminar descompuesta. Yo porque estoy acostumbrada, pero son bravos los mates de éste... 

   La rubia no dijo nada y tomó despacio. La negra siguió hablando. 

   -Ojalá pare de llover cuando lleguemos. Las primeras vacaciones con éste, y el tiempo está asqueroso. Si me tengo que pasar cuatro días encerrada me muero. No sé qué habré roto para merecer tanto castigo... 

   La rubia devolvió el mate y con un tono neutro habló con Nacho.

   -Está rico... 

   La negra saltó al toque. 

   -¡Bueno! Viví para verlo. A una persona le gusta el mate que hacés... 

   Nacho se concentró en el mate y dejó de escuchar el parloteo de Amalia; hacía un tiempo que había logrado desconectarse cuando la negra hablaba en público. Eso le valía de vez en cuando un codazo de ella y el reproche de que era un colgado. 

   Terminada la rueda, Nacho guardó las cosas y se tiró a dormir otro poco. Ya faltaba menos, y finalmente se despertó casi al llegar a Necochea. La negra dormía; la rubia no. Cuando Nacho la miró, ella estaba mirándolo, y lo impresionó la lástima que evidenciaba su rostro. La rubia miró hacia adelante y él también. No tardó en despertarse la negra, y empezó a hablar.

   -Nacho, ¿falta mucho?  

   -Ya estamos llegando. 

   -Menos mal, porque me estoy meando. Cuando lleguemos, yo voy derecho al baño; vos te vas a retirar las valijas del micro, y controlá bien que no falte ninguna valija, y que no las hayan abierto estos desgraciados. No les vayas a dar plata a los crotos estos, que darte la valija es su trabajo... no tenemos por qué pagarles por lo que ya les pagan; son unos piolas bárbaros. ¿Me escuchaste? 

   -Sí... te escuche. 

   -Sí como siempre... después hacés la mitad de las cosas, y las que hacés, las hacés mal.

   -Nacho no contestó. Sintió una especie de hervor interno, que se aplacó en unos segundos.

   -¿Tenés los tickets de las valijas, Nacho? 

   -Sí. 

   -¿Seguro? Mirá que sos un despiste... 

   -Están pegados en los pasajes. Acá los tengo. ¿Ves?

   -Fijate bien que no te las den cambiadas. 

   Nacho sintió otro hervor, pero calló. El micro entró a la terminal y ella salió derecho al baño. 

   -Me voy al baño. Retirá las valijas y te vas a la parada del taxi. Esperame ahí ¿Oíste?

   Nacho calló. No hubo otro hervor. Lo que si sintió fue un descenso de la temperatura anímica; lo invadió una paz extrema. Bajó del micro después que la rubia, caminó hacia la parte trasera del micro, pasó por el costado de las bauleras, siguió caminando y enderezó para la parada de taxis. Tomó uno; le dijo que fuera tranquilo al puerto. El celular sonó... Nacho miró; era la negra. No atendió. 

   Cuando llegó, encaró al primer camionero que salía y le preguntó si iba a Buenos Aires. El camionero le dijo que sí. Nacho le preguntó cuánto le cobraba por  llevarlo y el camionero le dijo que lo llevaba gratis si le cebaba mate, viendo el equipo que todavía tenía Nacho con él. Subió al Scania trompudo y arrancaron. El celular sonó... Nacho miró y no atendió. El camionero tenía un dispenser de agua caliente. Nacho lavó el mate, preparó y el teléfono sonó... miró y no atendió. El camionero lo miró de reojo y se sonrió con picardía.

   -Las pelotas llenas… 

   -Totalmente. 

   -Te llevaste el sulky ... 

   -¿Eh? 

   -Digo... te llevaste el sulky y dejaste la yegua... 

   Nacho largó la risa. Hacía tiempo que no reía así. El teléfono sonó... siguió riendo y no atendió. El camionero le habló sonriendo. 

   -Una semana y se desinflama todo. La cagada es aguantar después el escándalo y el circo... 

   -¿Te pasó? 

   -Cuatro veces... ya conozco el teatro. 

   -Mi Dios... ¿Cuatro veces? 

   -Cuatro; no tiene arreglo el tema, flaco. Están todas rayadas. 

   El teléfono celular sonó por quinta vez. Nacho bajó el vidrio de la ventanilla, y al tiempo que pasaban sobre el puente sobre el Río Quequén, tiró el aparato lejos, de tal forma que cayera al agua. Había parado la lluvia. 

   El camionero lo miró y le dijo con una sonrisa de amigo:

   -Bienvenido al club de los hombres libres. 

   Nacho sonrió, se acomodó en la butaca, cebó el primer mate, miró la ruta y no dijo nada. El Scania trompudo empezó a galopar salvajemente, rumbo a la libertad.