Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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De “Kennedy argentino” a un salón oscuro de la historia

De la Rúa junto a Chacho Alvarez y el entonces arzobispo Jorge Bergoglio.

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Nada cambiará, en las generaciones futuras, la pésima imagen que dejó el gobierno de Fernando de la Rúa. El jefe de la Alianza que gobernó el país entre diciembre de 1999 y el mismo mes de 2001 será recordado como uno de los peores presidentes democráticos de la historia. 

   Sin embargo, hasta llegar a la primera magistratura construyó una carrera que lo posicionó en lugares destacados de la política argentina. En 1973, cuando se levantó la proscripción de 18 años de Juan Domingo Perón y el justicialismo arrasó en las elecciones, la única victoria radical a nivel nacional la obtuvo De la Rúa (tenía 36 años), en la competencia por ingresar al Senado en representación de la ciudad de Buenos Aires.

   Ese comicio de marzo le valió a “Chupete” el llamado de Ricardo Balbín para compartir la fórmula presidencial que en septiembre caería ante la dupla Perón-Perón, tras la renuncia del gobierno transicional de Héctor Cámpora.

   La dictadura interrumpió la vida institucional del país en 1976 y, tras la recuperación democrática en 1983, este cordobés de nacimiento volvió a competir por el Senado derrotando en Capital a Carlos Ruckauf. Antes había perdido la interna radical para la presidencia con Raúl Alfonsín.

   En 1985 se sancionó la ley 23.184 sobre violencia en espectáculos deportivos, llamada “ley De la Rúa”, uno de sus principales sellos en el legislativo. La incipiente democracia se enteraría con rapidez que con la sola democracia no se come ni se cura ni se educa, y con la sola sanción de las normas no se combate a las mafias.

   Además, votó en contra de la ley de divorcio.

   En 1989 se postuló otra vez a la Cámara Alta y la UCR porteña consiguió más votos que el PJ en territorio capitalino, aunque una alianza en el Colegio Electoral entre el peronismo y la Ucedé lo relegó. Diputado electo en 1991, dos años más tarde logró regresar al Senado.

   Ya en 1994 la reforma constitucional otorgó la autonomía a la ciudad de Buenos Aires, derogando la tradicional figura de un intendente elegido por el presidente.

   De la Rúa ganó las primeras elecciones porteñas en junio de 1996 y ejerció el cargo hasta 1999, cuando se impuso a Eduardo Duhalde en los comicios nacionales.

   La Alianza del radicalismo con sectores peronistas anti-menemistas (Chacho Alvarez fue su vicepresidente hasta que renunció en octubre del 2000) y con ex menemistas prominentes como Domingo Cavallo, no tuvo un buen paso por la Casa Rosada. Una fenomenal crisis económica y social lo expulsó del poder el 21 de diciembre de 2001. De ahí en adelante nunca pudo recomponer su vida política desde espacios de relevancia.

   Su figura quedó asociada a la de un hombre débil, errático y hasta grotesco, a partir de las imitaciones que se le hacían en la televisión.

   En 1973 un cable de la Agencia France Press se animó a calificarlo como el “Kennedy argentino”. Falló la profecía.