Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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En las urnas, se profundiza el escenario del mal menor

      Casi no quedan dudas a dos semanas exactas de las PASO del 11 de agosto: los ciudadanos de este país se encaminan a poner en las urnas el voto que beneficie no al candidato que creen que le va a solucionar sus problemas de todo tipo, económicos, de seguridad, de empleo, sino al que para ellos sería el mal menor. Es decir en agosto y seguramente con mayor tendencia en la primera vuelta de octubre, el voto será para el menos malo, no para el que proponga una plataforma seria y responsable sobre cómo sacar al país de treinta años, siendo benévolos, de estancamiento y frustraciones.


       Una prueba cabal del afianzamiento de ese escenario en la recta final hacia las primarias abiertas y obligatorias es el tono que le han impreso a la campaña quienes hoy aparecen con las mayores chances de ganar. Según una docena de encuestas que se han conocido en las últimas horas la dupla de los Fernández no le saca más de tres o cuatro puntos a la fórmula Macri-Pichetto. Un escenario para las PASO, vale apuntar, que no sería del desagrado de los aspirantes de Juntos por el Cambio según los laboratoristas Peña y Durán Barba.  Por aquello de que, se ha dicho y el presidente lo ha reiterado en estos días, "es mejor no ser triunfalistas y correr de atrás".
Igual, no importa tanto el mensaje sobre lo que alguno de ellos propone de cara al futuro, sino  --y fundamentalmente--  denostar al rival, sacarse todos los trapitos al sol que se pueda, agredirse y agraviarse, revolearse archivos y carpetazos mientras una vez más el ciudadano de a pie los mira espantados.


   En los laboratorios del macrismo se entusiasma con el tenor decididamente de campaña sucia que le han impuesto al discurso de sus candidatos para denostar a Cristina y Alberto. No son menos los esfuerzos por buscarle errores y tropiezos a Axel Kicillof, en especial porque efectivamente pareciera que el bendecido de Cristina habla más como si fuese candidato a ministro de Economía, que a gobernador de Buenos Aires. Las encuestase, en efecto,  lo identifican más como ex ministro que como candidato.

  Los spots de campaña del albertismo no le van en zaga. Están parados sobre la base de negar el más mínimo acierto del macrismo. En verdad,  hay que reconocerle a los estrategas del Frente de Todos, el gobierno  no ha dado pie con bola en estos tres años y medio y el albertismo machaca sobre la llaga: meter miedo a los votantes sobre los riesgos del ajustazo infernal que se vendría sobre sus cabezas y sus bolsillos si Macri consiguiese la reelección.

    Al margen de la guerra sucia, cada uno de los dos principales candidatos arrastra sus propios problemas que no alcanza con denostar al rival para ganar, o en algunos casos perder, los votos que les faltan para sentirse seguros.


   Macri ha tenido algunos signos favorables por el lado de la macroeconomía, como el primer superávit comercial en diez años en especial por el impresionante empuje del campo, pero no puede ocultar las cifras en aumento de la pobreza, que en agosto estarán por encima del 35 por ciento, mientras que casi cien mil puestos de trabajo registrado se perdieron en el primer semestre de 2019. En el ministerio de Economía prenden velas para que el dólar no se desboque otra vez, como pareció esta semana, y la inflación mantenga su tendencia a la baja. Eso, creen, mantendrá una expectativa de derrota en las PASO por 3/4 puntos, que evitaría cualquier terremoto entre agosto y octubre.

    Los problemas de Alberto, además de su vano esfuerzo por demostrar que los K no son lo mismo, que han cambiado, que no volverá ni el populismo ni el autoritarismo  ni a buscar venganza, no se resuelven con tirarle munición pesada a Macri y los desastres económicos o sociales de su gobierno. En la intimidad de sus equipos dicen  que la idea de Cristina de meterse con las segundas y terceras marcas, las "pindongas" y los "cuchuflitos", fue desastrosa en términos de estrategia electoral. "Pero ella es así, está en su naturaleza, como la parábola del escorpión y la rana", se lamentó un peronista regresado al redil de la doctora.  Lo mismo que la agresión a Macri en Córdoba de un militante de Todos. Son pelotazo en contra que tiran para abajo". O la barbaridad de Aníbal de preferir dejar a sus hijos con Barreda que con Vidal.
   

      Con las terceras fuerzas diluidas, Macri y Fernández a ambos lados de la grieta parecen haber elegido el mismo camino: agresiones y chicanas, antes que propuestas.