Un accidente le cambió la vida y ahora lo moviliza la Selección
Lucas Lagos -que ya entrenó con la celeste y blanca- y el otro lado del deportista: “Laburo en la calle porque tengo una familia, pero quiero salir. No estudié para eso”, dijo.
Por Fernando Rodríguez / [email protected]
(Nota publicada en la edición impresa)
“La vida me cambió en un segundo... Trescientos kilos levantaba en la prensa (en el gimnasio, fortaleciendo las piernas). Era medio scrum pero, por la velocidad que tenía, me pasaron a la posición de wing. No me agarraba nadie”.
—Y ahora, ¿quién te agarra?
—Tampoco me agarra nadie. Soy rápido en la silla, je, je.
Mediodía del sábado 3 de mayo de 2014. Lucas, con la adrenalina de un pibe de 19 años, transitaba con su Zanella ZB 110 por la calle Rodríguez Peña de Tres Arroyos, cuando una combi clavó los frenos, él intentó esquivarla, patinó y fue a parar debajo de las duales de un camión. Al mismo tiempo, el casco se le salió.
Las lesiones terminaron con la amputación por encima de la rodilla derecha y dos placas de titanio y una de acrílico en su cabeza.
Lucas Lagos se sienta en el sillón, acomoda su pierna ortopédica y sonríe, le pone onda a su relato.
“Antes del accidente, trabajaba en un taller electromecánico de Tres Arroyos y jugaba al rugby”, cuenta.
Del hospital Pirovano lo trasladaron a Olavarría y al salir del coma, el 9 de mayo, lo esperaban dos noticias completamente opuestas: las delicadas secuelas de la lesión y el nacimiento -dos horas antes- de Julieta, su primera hija. Con el tiempo, también llegó Tiziano.
“Cuando me desperté, mi papá (José) me contó que me habían amputado la pierna y le dije 'no llores, encontrale el lado positivo, las zapatillas me van a salir más baratas porque tengo que comprar una en vez de dos'. ¡Casi me come, je!”, recuerda, a esta altura, con un toque de humor.
Ya en el Hospital Municipal de nuestra ciudad, cumplió con la rehabilitación.
“Me dieron el alta cuando aprendí a andar con muletas. A la semana, me crucé a Mario Mena, el hermano de Juan, un compañero de básquet, y el 8 de julio, el día de mi cumpleaños, me llamó para invitarme a entrenar.
A la semana me sumé en la cancha de Empleados de Comercio”, rememora.
Su primer técnico, Lucas Mele -hijo del Loco Walter- lo recibió y él se prendió a este desafío, sumando otra actividad, no convencional ahora, después de haber practicado atletismo, taekwondo, tenis, fútbol y rugby.
Hoy, con 24 años y a cinco de aquella iniciativa, en su currículum ya figura una preselección nacional Sub 23 y una convocatoria a entrenamientos de tecnificación con el cuerpo técnico de Argentina.
“Con el tema de la preselección me motivé mucho y ahora mi objetivo es llegar a la Mayor”, se ilusiona.
“Si se clasificara en Lima (Panamericanos) -agrega- el próximo año podría tener un lugar en el Mundial de China”.
Para eso, Lucas entiende que, básicamente, necesita trabajar más.
“Si me entreno el doble y meto gimnasio, tengo chances de quedar”, se esperanza.
También está la otra parte, la que no depende exclusivamente de él, sino, más bien de la generosidad del resto.
“Se me rompió la silla y tengo que conseguir una nueva. Con una silla acorde, con la fuerza que tengo, soy capaz de colgarme del aro”, avisa.
Y justifica: “La silla significa el 75% del juego y el 25% es lo humano”.
El básquetbol, por encima de la camiseta de DUBa. o la Selección nacional, para Lucas definitivamente es la descarga que necesita una persona hiperactiva, como él mismo se define.
“El deporte es un cable a tierra", asegura. Y los sueños, justamente, para él van de la mano con el deporte.
“Llegando a la Selección se me puede abrir alguna puerta”, se entusiasma.
Claro que el día a día no es sencillo. Choca con la realidad de su limitación física que, de todos modos, la disminuye con la pierna ortopédica.
“Soy una persona normal, mi única dificultad es la pierna”, aclara.
De hecho, todas las mañanas se lo encuentra en el mismo lugar.
“Me levanto bien temprano, llevo a la nena al jardín o la lleva mi señora, y después me voy al semáforo de Drago y Estados Unidos a ver qué sale. Pero, yo no estudié para esto”, dice firme, pidiendo a gritos que quiere más.
“Tengo el secundario completo y estoy recibido de ensamblador técnico en sistema de redes; fui jefe de cocina en Monte Hermoso; soy respetuoso, cumplo horarios, no me drogo, no tomo...”, resalta.
“Laburo en la calle -asume- porque tengo una familia que mantener; pero quiero salir de ahí; yo no estudié para eso, estoy podrido de la esquina”, insiste.
Y aclara: “A veces se siente la discriminación, pero te acostumbrás". Igual, no estoy resentido”.
Lucas, un luchador que, detrás del deporte, va encontrando respuestas y oportunidades.