Bahía Blanca | Viernes, 11 de julio

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Lo que le tocó vivir a Lucas Faggiano: “Te vas haciendo hombre y creciendo a la fuerza”

Emigró poco después de perder a su mamá. Fue campeón con San Lorenzo y referente de San Martín. Brasil lo espera.

Lucas con "Bebe", su hincha número 1. Fotos: Pablo Presti y archivo La Nueva.

Por Fernando Rodríguez / [email protected]

(Nota publicada en edición impresa)

   “Bebe” y Lucas esperan sentados en la primera fila de plateas del despoblado Casanova. El abuelo aprovecha para disfrutar de su nieto “preferido”, según confirma con una sonrisa y siendo ya un secreto a voces entre sus otros “herederos”.

   “Es mi hincha número uno”, destaca Lucas.

   El mítico estadio bahiense los une. Él, con sus 87 años a cuestas, se anima a subir al anillo popular que lleva su nombre.

   “Esto lo conocí cuando era todo terreno”, cuenta “Bebe”, en uno de esos imperdibles ida y vuelta con su nieto.

   Y le recuerda: “Acá jugué hasta los veintipico años”.

   También, estuvo como gerente de la institución durante 50 años, y fugazmente hizo de técnico, planillero y dirigente, un verdadero emblema.

   Algo de todo eso absorbió Lucas, el pibe que literalmente se crió en el patio de su casa picando la pelota y que ya tiene el bolso armado. Esta vez no será Buenos Aires o Corrientes.

   “Ahora vas a tener que aprender portugués”, le avisa a su abuelo. Baurú le abrió las puertas de Brasil.

   —El Lucas que se fue de Bahía parecía un pibe de 23 años y el actual es un hombre de 30. ¿Cuánto te sirvió para tu crecimiento alejarte de tu casa?

   —Fueron seis temporadas, estuve en tres clubes diferentes (Boca, San Lorenzo y San Martín), viviendo distintas situaciones. Afortunadamente, siempre peleando cosas importantes. Me tocó agarrar el bolso y hacerme camino al andar. Obviamente, sabiendo que me dieron la oportunidad acá en Bahía y supe aprovecharla para dar los primeros pasos. Cuando me fui había jugado tres o cuatro ligas. Era momento de salir de casa. Te vas haciendo hombre y creciendo a la fuerza.

   —También sufriste el fallecimiento de tu mamá. ¿Te sirvió ese contexto para fortalecerte en vez de debilitarte?

   —El 2013 fue un primer semestre muy traumático. Se dieron muchas situaciones juntas. En esos casos, se va viviendo día a día y tratando de ver el lado positivo. Creo que esas cosas te van fortaleciendo y te vas convirtiendo en hombre. Vas adquiriendo esa fortaleza y frialdad que a veces necesita un deportista.

   —¿Notaste que esa madurez, a la fuerza, influyó directamente en lo deportivo?

   —Me sirvió para sacarme presión y entender que nada es tan trágico como te lo podés tomar. También me ayudó a disfrutar más, aún teniendo mayores responsabilidades y presiones. Igual, me sigue doliendo muchísimo perder, me cuesta dormir después de un partido y todo lo que genera la derrota.

   —Si bien aprendiste a armar el bolso, ¿cómo se viven a la distancia los momentos buenos y de los otros?

   —Uno se acostumbra a extrañar. Hay días que los llevo mejor y otros peor. Cuando te perdés casamientos de amigos, o un domingo de almuerzo familiar y encima perdiste un partido, se hace más duro. Pero uno se acostumbra. Es lo que eligió. Tiene su lado bueno y malo. La carrera es corta y hay que aprovecharla.

   —¿Te proyectás o vivís el día a día?

   —Me gustaría jugar varios años más. El hecho de entrenar, cuidarme y prepararme me gusta mucho. Aunque cada vez lo veo más cerca, porque ya tengo 30.

El referente

   Lucas mostró un crecimiento en general.

   “Fue una temporada a nivel individual muy buena”, admitió.

   “Quedé como referente y capitán de San Martín. Absorbí bastante más responsabilidades de las que tenía, que no eran pocas”, justificó.

   “Por tratarse de un equipo con muchos extranjeros y después de tres años ahí, pude utilizar eso para dar un salto. Quizá haya sido mi mejor año en la Liga. Colectivamente no nos fue bien. Quedamos afuera en octavos”, recordó.

   Con este resultado, San Martín terminó más abajo que en las dos anteriores temporadas, en las que había dejado alta la vara.

   “El club venía de sus dos mejores años en la historia del profesionalismo, llegando a la final de la Liga, ganando el primer título y estuvimos dos temporadas seguidas entre el uno y el dos, algo que no es fácil”, recordó.

   Y, encima, lo eliminó Regatas, el rival de la misma ciudad.

   “Sí. Pero el equipo dio todo lo que tenía -reconoció Lucas-. También quedamos afuera en el primer grupo en la Liga de las Américas. Fue un año complicado por muchos cambios de extranjeros”.

   —Para un base, ¿es más complicado estar rodeado de extranjeros?

   —La realidad es que me ha tocado jugar con extranjeros de mucha experiencia y jerarquía y ha sido más fácil que hacerlo con cualquier nacional, porque entienden el juego. Y los que llevan varios años acá saben que si al equipo le va bien, los entrenadores miran mucho más eso que si metés 20 puntos. Si quieren hacer un buen papel y firmar un buen contrato, intentan jugar bien y para el compañero. Pero es como todo: ellos saben que muchas veces son los de mayor salario y llevan responsabilidades, entonces, quieren demostrar. Y en ese contexto, el base es quien debe administrar el juego, los egos y mantener un poco contento a todos. A veces sale mejor y otras, alguno no se va conforme.

   —¿Existe la división entre nacionales y extranjeros?

   —Cuando se logra superar la barrera del idioma, que en mi caso afortunadamente no es un problema y tengo la posibilidad de hablar bien con un nacional o un extranjero, te permite establecer una relación que va más allá de aquel que puede tener las intenciones pero no puede. Es una persona con la que vas a convivir ocho meses y es bueno conocerse. En mi caso, intento aprovecharlo.

Experiencia de Selección

   —¿La experiencia de la Selección la tomás como algo que pasó o todavía te ilusiona?

   —Siempre la tomé siendo realista de dónde estaba parado. Más que nada por el puesto en el que juego y la realidad del equipo. Sabía que a partir de las ausencias de (Facundo) Campazzo o (Luca) Vildoza, se abría una posibilidad para jugar alguna de la ventana de diciembre y febrero. Después, soy realista que con todos los jugadores disponibles es realmente difícil.

   —Más allá de que vuelvan a convocarte o no, ¿lo tomás como un mimo o un premio lo que viviste?

   —Los cuatro partidos en la Selección quizás sean el momento máximo de mi carrera. Ojalá haya más por venir. Considero que el trabajo lo hice medianamente bien, lo cual me da mayor tranquilidad. Me quedo con que estuve a la altura de lo que necesitaba el equipo.

   —¿En qué fuiste creciendo con el tiempo y cómo lo trabajaste?

   —Si yo quería convertirme en un jugador importante en mi puesto debía mejorar la parte ofensiva. Y, me parece, que año a año le fui agregando cosas a mi juego. El tiro de tres puntos era mi punto débil, y si bien hoy en día no soy Juan Espil, he logrado una consistencia, mejorando y aumentando la cantidad. Este año, por mucho tiempo fue mi arma principal y eso me permitió expandirme un poco en ofensiva, lo que necesitaba para meterme en un grupo de bases. Eso, más la experiencia de los años y de compartir equipo con jugadores de jerarquía, me fue dando la experiencia para tener la templanza y el poder controlar el juego. Eso te lo dan los años. Lo otro sí lo fui entrenando.

   —Y hoy un jugador sin tiro está muy limitado en su crecimiento.

   —Sí, y así lo entendí. Para cualquier jugador, con los pocos espacios que hay, es cada vez más difícil poder jugar y más para un base, si quiere generar juego en ofensiva. Lo entendí y por suerte pude mejorar en ese aspecto.

Otros desafíos

   —Después de crecer en Bahía Basket fuiste a Boca y más tarde a San Lorenzo, donde saliste campeón. En San Martín creciste año a año, hasta convertirte en referente del equipo. ¿Llegaste al techo en cuanto a la ambición en la Liga y de alguna manera la puerta en Brasil se abrió como consecuencia de eso?

   —En las últimas tres o cuatro temporadas siempre me propuse dar pasos firmes. Quizá mi carrera no fue a máxima velocidad y este año, habiendo jugado en la Selección, puede ser que haya llegado al pico. Cuando terminó el año, analizando que tengo 30 años, entre otros varios factores, me pareció que era el momento justo para probar afuera. Iré en busca de otros desafíos.

   —¿A esta altura cuánto pesa lo económico y lo deportivo al momento de elegir un camino?

   —Siempre traté de buscar un equilibrio. De hecho, relegué alguna mejor oportunidad económica en pos de proyectarme deportivamente. De todos modos, somos profesionales y tenemos en cuenta lo económico, porque al fin y al cabo es nuestro trabajo. Pero hay que buscar el equilibrio. O, al menos, yo siempre me manejé así.

   —¿En lo deportivo hoy Brasil te seduce más que la Liga Nacional?

   —Es una liga que creció, tuve la suerte de competir contra varios equipos de allá y este año con su economía se ha puesto fuerte.

   —Y hay una cuarta ficha más extranjera.

   —Claro, para los argentinos, por el tipo de cambio y demás, me parece que varios van a mirar hacia allá, lo cual potenciará más a la liga brasileña.

   —¿Cuánto puede debilitar a nuestra liga?

   —Hay que ver cuántos terminan emigrando. Me parece que es algo cíclico de la liga, pasando por momentos que hay mayor éxodo y otros que regresan, se acota la calidad de los extranjeros o se mejora. Son momentos.

   Lucas sabe que este es “su momento”. Tratará de potenciarlo en Brasil. Mientras tanto, en Bahía, su hincha número 1 empezará a familiarizarse con el portugués...