Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Movió Cristina, ahora se espera que juegue Mauricio...

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   El Gobierno se sacudió, cómo no hacerlo, con el anuncio de Cristina Fernández de que no será candidata a presidente, que dejará ese lugar para Alberto Fernández y que ella lo acompañará como candidata a vice. "No nos cambia nada", dijo -pese al terremoto mediático que provocó la jugada- un funcionario de la Jefatura de Gabinete.

   El presidente Macri, que según se verá tiene otros problemas que los que podría presentarle una espectacular cosmética digna de los recursos de la arquitecta egipcia, que hizo recordar y replicar por miles en segundos el recuerdo de Juan Perón y Héctor Cámpora, salió en cambio disparado hacia adelante. Justamente la idea del "títere o chirolita" de Cristina le hace suponer, y a su alrededor a quienes la noticia les cortó el desayuno sabatino, que hay tras el bombazo informativo bastante para escarbar. Y para ganar en medio de un panorama de vacas flaquísimas.

   La noticia que para el presidente y su entorno no es más que, maquillada, una decisión de Cristina de competir en octubre, y con esa jugada recuperar aún más la centralidad pero apuntándole a los moderados, los alienta y los entusiasma en el marco del fogoneo incesante a la grieta. "Es lo mismo, será Macri contra ella, que es lo que el presidente siempre quiso, si va primera o segunda es lo de menos", dijo aquel confidente ¿El eterno "optimismo reduccionista" de los fundamentalistas de Marcos Peña?. Es probable.

   La distracción que provocó Cristina no alcanza a disimular las propias cuitas internas que hoy atosigan al macrismo. El presidente, como nunca antes en estos tres años y medio de gestión, está siendo jaqueado desde varios frentes. Ya no se trata solo del esperable fuego enemigo. Ahora las balas que pican a sus costados provienen desde su propia trinchera.

   Macri ha perdido, por así decirlo, la "exclusividad" de la supremacía dentro del espacio de Cambiemos que conduce como presidente desde diciembre de 2015. Sus dotes para salir de la crisis de credibilidad y de confianza en la que la administración entró en abril de 2018, y que con más pena que gloria logró capear hasta estos días, han sido puestas abiertamente en duda.

   Esos planteos son de una magnitud novedosa. Ya no es el "círculo rojo", o los mercados, los pescadores de río revuelto de todo pelaje, la oposición y observadores o analistas de aquí y del exterior, quienes ponen en tela de juicio su candidatura presidencial en las elecciones de octubre.

   Son sus socios radicales, casi en bloque, los que creen que con Macri al frente de la boleta presidencial del espacio no hay ninguna chance de tener éxito en octubre y la segunda vuelta de noviembre. No sería lo peor, si se recuerda que los herederos de Alem vienen pugnando desde hace rato por una apertura, en especial para que sean tenidos en cuenta a la hora de la toma de decisiones. Una recurrencia que para algunos macristas puros que los quieren poco y nada sólo persigue "meter dos o tres ministros más" en el gabinete.

   La novedad, y de allí aquella impresión de que el presidente está siendo jaqueado, es que nunca antes funcionarios de insospechada fidelidad como son Peña y Rogelio Frigerio, abrieron una puerta al análisis de dos de los reclamos del radicalismo: que Macri se someta a unas PASO en agosto contra otro candidato, que bien podrían ser Martín Lousteau, o el titular de la UCR, Alfredo Cornejo. O que directamente se baje de su candidatura y le deje su lugar a la gobernadora Vidal.

   El Jefe de Gabinete, en un gesto absolutamente inusual, aunque después lo atenuó, le dijo a un semanario que en el gobierno no son "necios" y que podrían revisar la estrategia si se comprueba que Macri se ha convertido en un mal candidato. El ministro del Interior a su vez aceptó como dos "variantes posibles" aquellos reclamos del mendocino, que son también de prácticamente toda la primera plana del radicalismo: uno, que el presidente acepte competir en una interna, y dos, que directamente decline su candidatura ya que difícilmente pueda empinar la cuesta de aquí al 22 de junio.

    El presidente, dicen a sus costados, está dispuesto a resistir esos empujones. Reafirma su candidatura, más allá de su primera obsesión que es terminar el mandato, incluso ahora que deberá enfrentar a los Fernández y un tal vez más amplio armado (¿con Massa?) que está por verse. Se envalentona con el veranito del dólar, el apoyo de los Estados Unidos para salir de la crisis de confianza y evitar que devenga en no pocos meses, si no logra su cometido, en crisis de gobernabilidad.

   Y jura, aunque también lo machaca en público, que sabe y tiene las herramientas adecuadas. Se enoja, por supuesto, con Cornejo y sus explosivas declaraciones, con el momento elegido y delante de un auditorio empresario vital para aquellos planes de salir a flote como es la Cámara Argentino-Norteamericana de Comercio (Am-Cham). También despotrica tal vez por primera vez contra Elisa Carrió y los desaguisados que le provoca en su propio patio trasero."Nada lo sacará del eje", dice uno de sus colaboradores, que en una de las últimas reuniones de mesa chica le oyó despotricar: "¿Alguien (en aparente alusión a Cornejo) puede creer que yo estoy en este lugar porque me gusta, o por capricho?", habría dicho.

   Como bien remarcó un observador, la explosiva primicia de Cristina sucede en medio un clima enrarecido, en el que los políticos parecieran protagonistas de un sainete. Los groseros insultos de Elisa Carrió a Nicolás Massot delante de sus pares por supuestamente "haber ayudado" a que pierda Negri en Córdoba; , la inusitada crudeza de los reclamos de Cornejo, a quien en el macrismo le recriminan "no hablarlo adentro" cuando está pidiendo nada menos que bajar la candidatura de Macri y subir la de Vidal; sus correligionarios que proponen abrir el juego a Lavagna o Urtubey, como si alguno de ellos en serio pensara en aliarse justo ahora a un gobierno en franca decadencia; la alegre foto de Cristina Fernández antes de anunciar su candidatura a vice con los peronistas a los que siempre odió con el general a la cabeza y proclamándose ahora "peronista desde siempre". Y antes su estrambótica presentación en la Feria del Libro con la restauración de los "patios militantes" y sillas en primera fila para los que planean reformar la Constitución y eliminar el Poder Judicial; o el cimbronazo que provocó la Corte con la presunta suspensión del juicio oral a la doctora que tardó un suspiro en corregir cuando se anotició del vendaval político y social que había provocado.

   El plan de la CGT para pedirle al Papa Francisco que declare santa a Evita, en medio de semejante tembladeral, es tal vez el mejor botón de muestra de esta saga de desquicios.