Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Raíces, identidad, racismo y el miedo a que todo vuelva a suceder

   Esta nota es parte de la historia "Una venganza bahiense contra los nazis".

 

   —Conocer nuestras raíces nos ayuda a entendernos mejor y entender mejor a nuestras familias.  

   Elena Cuomo tiene 19 años. Vino a vivir a Bahía Blanca en 2005 con sus padres, músicos de la Orquesta Sinfónica. Hizo la primaria en la Escuela N° 4 y la secundaria en la Media 12.

   Transitó un cuatrimestre de Letras en la UNS hasta que tomó una de las decisiones más importantes de su vida: juntar fondos para poder viajar a Polonia, darle sepultura a sus antepasados asesinados por los nazis y conocer a pleno sus raíces.

   Desde agosto de 2018, hizo varias ferias, dio clases particulares y publicó un sitio en el que la gente podía colaborar con su proyecto: Lena To The Roots (Elena a las raíces).

   Incluso organizó el festival “La memoria nos hace” en la Casa del Pueblo, donde contó su historia y la necesidad de saber qué pasó con sus antepasados que, como muchísimos más, no aparecían en los registros.

   —Me encontré en esa historia. Entendí lo que le pasaba a toda mi familia. Nunca nadie le dio tumba a esas personas. Entonces lo que quiero hacer es llevarle una tumba a esa gente —dijo en esa oportunidad con los ojos llenos de lágrimas.

   Finalmente el 30 de noviembre cruzó el océano y pudo recorrer casi todos los pasos de la historia de Polonia.

   —Lo primero que me pasó cuando llegué y empecé a conocer gente, fue decir "ahora tienen sentido" ciertas actitudes que quizás me resultaban inexplicables. También entender cosas que a mí misma me pasan, que vienen de la mezcla de culturas que tenemos.

   Todos los días Elena llamaba a su familia que había quedado en Bahía para contarle todo lo que estaba pasando.

   —La relación con mi familia mejoró muchísimo a partir de este viaje y también la relación entre ellos. Abrir las puertas para entender lo que nos pasó nos dio espacio a que haya más entendimiento entre nosotros.

   Para Elena es importantísimo que cada uno busque sus raíces para comprender su propia historia. Siente un gran compromiso social con esas búsquedas. Cree que es la manera de no repetir los errores del pasado.

   Hay cosas en las que todo el mundo pareciera estar de acuerdo. Pero al indagar, las diferencias son preocupantes. El odio y el racismo son un ejemplo.

   Elena estuvo en Auschwitz cuando se hizo el acto por los 74 años de la liberación del campo de exterminio. Vio respeto y dolor, pero también fue testigo de un movimiento que se centra en el odio y al que hay que prestarle atención.

   —Estábamos cara a cara con los sobrevivientes. Eso dio una dimensión de que todo lo que sucedió fue enteramente humano. Y a su vez, al acto concurrieron nacionalistas antisemitas polacos que gritaban que iban a terminar con los judíos.

   A Elena eso la inquietó. Es que la historia parece repetirse en distintas formas y hacia distintos grupos a lo largo y ancho del mundo.

   —Mientras siga habiendo odio hacia el otro por su forma de pensar, por ser de un país diferente, por una religión o por la orientación sexual, la historia se puede repetir. Como humanos somos capaces de repetirlo.