Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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"En los hospitales tendrían que cuidarnos tanto para continuar un embarazo como para interrumpirlo"

En la última edición especial de #LaNuevaOla, la activista feminista Griselda Cifuentes habló sobre la necesidad de la legalización del aborto y el acompañamiento de Socorristas en Red.

Por Sol Azcárate y Brenda Ghiberti

 

   La activista feminista Griselda Cifuentes explicó cuál es la situación en la Argentina sin la legalización del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y contó cómo lleva adelante en Bahía, desde la organización Socorristas en Red, el acompañamiento a mujeres que deciden abortar.

   Cifuentes habló con #LaNuevaOla, el espacio que sale una vez por semana en nuestras historias de Instagram, en un especial de fin de año sobre los temas que marcaron la agenda del movimiento feminista durante 2019.

¿Por qué el acceso a un aborto legal, seguro y gratuito es una cuestión de salud pública?

   —Las organizaciones que venimos peleando porque el aborto sea legal lo consideramos una cuestión de salud pública porque entendemos que es un derecho. Las mujeres y las personas con posibilidad de gestar necesitan tener la posibilidad de acercarse a una institución de salud pública y poder contar la situación que les está sucediendo y cómo lo están atravesando a ese embarazo. Una tendría que poder acercarse a un profesional de la salud y que ese profesional le pueda brindar las herramientas, la información y los cuidados de cómo seguir adelante con un embarazo y también de cómo poder interrrumpirlo. Hoy las instituciones son las que rechazan, las que condenan y siguen violentando a las mujeres con posibilidad de gestar y las disponen a la clandestinidad, que el estado hoy no se está haciendo cargo. 

Explicanos de qué trata el proyecto de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que no fue aprobado el año pasado en el Congreso

   —Se trata de que una persona pueda interrumpir hasta la semana 14 de gestación con el solo hecho de poder decidir, y que las instituciones de salud pública y privadas tienen que acompañar esa decisión. Lo que la ley hace es ampliar derechos. Hay mucha idea de que me van a obligar a abortar. Absolutamente que no, sino lo que hace es generar los dispositivos para que las personas que deciden abortar lo puedan hacer de manera segura, gratuita y en el hospital. 

Sos parte de Socorristas en Red, ¿de qué trata y cómo se formó?

   —Somos una organización que enlaza colectivas, organizadas en muchas partes del país y acá en Bahía Blanca desde el 2014 que venimos trabajando. Brindamos información acerca de cómo hacerse un aborto medicamentoso, es decir cómo hacerse un aborto con pastillas. Y además de eso nos involucramos un poco en la vida de esas personas que se acercan a nosotras y que confían en la propuesta que le hacemos y brindamos acompañamiento. No todas atravesamos de la misma manera esta experiencia. Una experiencia de abortar siempre es compleja, pero en el sentido de que la vida de las mujeres es compleja. Entendemos que no todas estamos a veces con las mismas herramientas, con los mismos sentimientos, con las mismas emociones. Algunas estamos más solas, en situaciones de violencia, de vulnerabilidad. Hacemos un acompañamiento telefónico, luego hay un encuentro personal donde nos conocemos y nos interiorizamos sobre cuáles son sus vidas, de cómo están llevando adelante ese momento. Otra tarea que tenemos, indispensable, es poder contar quiénes son esas mujeres, sistematizar datos, ya que no los hay. Nos encontramos siempre con una incertidumbre de saber quiénes son las mujeres que abortan en nuestro país. Desde 2014 estamos emprendiendo esta tarea y la llevamos con mucha convicción y amorosidad. 

¿Qué tipo de personas llegan a ustedes y cuáles son las preguntas más frecuentes?

   —En los inicios del socorrismo las personas que se acercaban a nosotras tenían algunas condiciones económicas y sociales que permitían el acceso al socorrismo sea más fácil, después de un tiempo y articulando con otras organizaciones con centro culturales, sindicatos, establecimientos educativos, con la red de profesionales por el derecho a decidir, con las salitas de atención primaria de la salud, porque nunca nos sabemos solas. Hemos crecido muchísimo en nuestros números de acompañamiento y también en la diversidad de esas personas que se acercan a nosotras. La mayoría de las mujeres y personas que acompañamos en Bahía Blanca son de los barrios periféricos. El desafío que fue en su momento ampliar esos sectores hoy es un hecho, obvio que tenemos que seguir profundizandolo y complejizandolo. Con la primera incertidumbre que se encuentran es con al acceso a la información. Los sentimientos y emociones que atraviesan. Esta situación siempre es del miedo a saber qué me va a pasar, de no encontrar a nadie que me ayude, el miedo a que me condenen, el miedo a que me dejen sola, el miedo a los prejuicios, el miedo a que la medicación no funcione. 

Y cómo suelen llegar, ¿solas o acompañadas? ¿el hombre también aparece y se hace cargo de la situación?

   —En general hay un pregunta que nosotras hacemos y es que si pudieron contarle esta situación a alguien o pudieron hablar con alguien y casi siempre hay otra mujer de esas redes que tejemos cotidianamente. También hay parejas, amigovios, amantes, hay algunos varones que acompañan esta decisiones. Se generan redes impensadas de suegra con nuera, de jefas de trabajo con empleadas. Hay un montón de cuestiones en las relaciones asimétricas y desiguales que tenemos las mujeres en nuestra cotidianeidad, que en estas situaciones se hacen llanas. Las socorristas siempre decimos que lo único que hacemos es poner en palabras cosas que las mujeres hacemos cotidianamente desde siempre, una decidir sobre nuestra vida reproductiva y en eso, abortar; y otra es acompañarnos. 

¿Qué es lo más traumático de pasar por una situación de aborto?

   —Entendemos que el trauma lo fuimos pudiendo sacar de estas experiencias. La situación de clandestinidad hoy, al no tener una ley de aborto libre, es la que genera que algunas experiencias sean más dolorosas o vulnerables, incluso hasta que pongan en peligro la vida de las mujeres. No es lo mismo una mujer que aborta en un pueblo, donde el sistema de salud es precario, donde saben que la van a juzgar y tener que ir gestionándose su propio aborto, con lo que tiene, y en eso de lo que tiene pensamos en situaciones que son muy tristes como el perejil. Tener que acceder a interrumpir ese embarazo de la manera que sea posible. Las experiencias de abortar, como todas las experiencias son complejas, ahora no necesariamente tienen que ser traumáticas o dolorosas. Cuando charlamos con mujeres que han pasado por esta situación, solas y otras acompañadas, entendemos que hay un cambio grandísimo en que esa experiencia después sea una experiencia no traumática, sea una experiencia que se pueda contar y esto de siempre generando posibilidad de poder decidir. Tenemos 4 momentos importantes: uno es el llamado telefónico, que es nuestro primer contacto. Ahí intentamos conocer un poco más, saber cuál es su situación, cómo lo están atravesando, quién las está acompañando. Luego las invitamos a un encuentro personal pero que es un encuentro colectivo donde se van a encontrar con otras que están pasando por la misma situación. La idea no es exponerlas ni revictimizarlas ni hacer de ese momento un momento para olvidar, sino para cuidarnos y sabiendo que no somos las únicas. Sigue el acompañamiento de manera telefónica, una de las socorras acompaña a una de esas personas y trata de estar a disposición para poder despejar dudas, miedos. Luego lo que hacemos es cerrar con un control médico post aborto para que sepan que están bien y que pueden seguir su vida de la manera como la habían proyectado. 

¿Cómo es el acceso hoy al Misoprostol?

   —La medicación se puede comprar en una farmacia acompañada por una receta, es de venta legal. El tema es el aumento que ha habido sobre la medicación, estamos hablando de entre 4.000  y 7.000 pesos, según la medicación que puedas conseguir.

Hablaste de miedos de las mujeres que se acercan a abortar, ¿cómo manejan el miedo en el marco de ilegalidad que tiene la práctica del aborto cuando no fuiste violada o cuando no tenés un “problema de salud”?

   —El miedo está generado porque hay una situación de clandestinidad, entonces una no puede andar contando todavía. Y además porque todavía la sexualidad, sobre todo la sexualidad de las mujeres, y el aborto siguen siendo tabú en nuestra sociedad. Entonces todo ese combo de clandestinidad, de que no hay ley, de todos esos mitos que tenemos de abortar generan miedo o incertidumbre, entonces por ahí lo que nosotras hacemos es que nos lo puedan transmitir y ver cuán cerca está todo eso de la realidad. Porque las mujeres abortan en nuestro país. No es que mientras pensemos si hay ley o no o si mientras las iglesias discuten, no abortan. Abortan y hay evidencia, en algunos casos, de cómo son esos abortos, de qué es lo que sucedió. Tratamos de poder acercarlas a esa información que tenemos. Los miedos son siempre disciplinadores para las mujeres, no solamente en una situación de abortar, en las situaciones violencia, siempre es el miedo el que no nos deja decidir. Entendemos que hay algunos protocolos que están acompañando esta situación, en Bahía Blanca sabemos que el hospital regional aplica el protocolo de aborto no punible de la provincia de Buenos Aires del 2010.

¿Por qué dedican sus vidas al socorrismo?

   —Llegamos a ser socorristas porque hubo algo en nuestras vidas que nos acercó a esto, a las vulnerabilidades, a lo que no podemos decidir. Y cuando nos dimos cuenta de eso, también pudimos abrir posibilidades en nuestras vidas. Cada vez que nos encontramos con estas personas que están pasando por esta situación, también nos transformamos muchísimo nosotras. Hay una consigna importante que es no sabernos solas. Que siempre tenemos que activar esos dispositivos de empezar a correr prejuicios, que nos separan entre nosotras y que ellas en una también puede encontrar un acompañamiento, incluso en las feministas que somos nosotras.

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