A 55 años de la muerte de “El Varón del Tango”
Julio Sosa era un tipo pintón, canchero, entrador, con una exquisita voz varonil, perfecta afinación y gran carisma.
José Valle / Especial para “La Nueva.”
En la noche del 25 de noviembre del año 1964, Julio Sosa estrelló el DKW Fissore rojo que conducía contra una baliza de cemento en la intersección de las calles Mariscal Castilla y Figueroa Alcorta, en el porteñísimo barrio de Palermo. Gravemente herido, fue internado primero en el hospital Fernández y luego trasladado al sanatorio Anchorena. Tenía fracturadas varias costillas, una lesión gravísima en el pulmón izquierdo y conmoción cerebral. Por la tarde lo operaron dos veces para liberar un pulmón de la presión de las costillas, pero todo fue inútil, el cantor de tangos que convocaba multitudes falleció a las 21.30 del día 26.
Ironías del destino, horas antes había interpretado su último tango, “La Gayola” (Tagini-Tuegols), que textualmente reza: “Te lo juro; estoy contento que la dicha a vos te sobre.../ Voy al campo a laburarla... juntaré unos cuantos cobres/ pa' que no me falten flores cuando esté dentro 'el cajón”.
El sepelio se realizó primero en el Salón La Argentina, ubicado en Rodríguez Peña 361 pero, ante la gran cantidad de público que quería despedir al ídolo, se lo trasladó al estadio Luna Park.
Desde allí partió el cortejo fúnebre a las 16 del 27, a pie por Avenida Corrientes, para llegar a Chacarita a las 22.10, bajo una lluvia torrencial.
En 1987, los restos de Julio Sosa fueron repatriados y depositados en un mausoleo del cementerio su ciudad natal, Las Piedras, Departamento de Canelones, 60 kilómetros al norte de Montevideo.
Había nacido en esa localidad charrúa el 2 de febrero de 1926, hijo de Luciano Sosa, peón de campo, y Ana María Venturini, lavandera.
En el año 1942 se casó -con tan sólo 16 años- con Aída Acosta, de quien se separó tres años más tarde.
Sus comienzos profesionales fueron como vocalista en la orquesta de Carlos Gilardoni, posteriormente pasó por las agrupaciones de Epifanio Chain, Luis Caruso y en el cuarteto de Hugo Di Carlo.
Radicado en Buenos Aires en el año 1949, empezó cantando en el mítico café Los Andes de Chacarita (Jorge Newbery 3563), acompañado por los guitarristas José Cortese y Alberto Fontana.
Cantó con las orquestas de Joaquín Do Reyes, Francini-Pontier (1949-1953), Francisco Rotundo (1953-1955) y Armando Pontier (1955-1960), ya desvinculado de Francini.
A comienzos de 1960 se largó como solista con un conjunto dirigido por el bandoneonista Leopoldo Federico.
Fue bautizado por el periodista Ricardo Gaspari como “El Varón del Tango”, llamándose así también su primer disco larga duración.
En 1958 se casó con Nora Edith Ulfeldt, con quien tuvo una hija, Ana María, divorciándose poco después. Formó pareja luego con Susana “Beba” Merighi y después con la joven y escultural cantante Marta Quintana.
Participó en los ciclos de televisión “Luces de Buenos Aires”, “Copetín de tango” y “Casino”.
En 1962, acompañado por el conjunto de guitarras dirigido por Héctor Arbelo, grabó para la discográfica Columbia doce temas de música criolla.
En el mes de octubre del año 1962 Julio Sosa se presentó en Bahía Blanca contratado por LU2 AM 840, donde actuó durante dos días en su Fonoplatea de calle Sarmiento 64. También cantó en los clubes Olimpo y Almafuerte, en todos los casos acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico.
La única película en la que participó fue “Buenas noches, Buenos Aires”, un filme musical dirigido en 1964 por Hugo del Carril. Escribió el libro de poesías “Dos horas antes del alba”.
Sus versiones de “Mala suerte”, “Bien bohemio”, “Quién hubiera dicho”, “Camouflage”, “Qué me van a hablar de amor”, “La Casita de mis viejos”, “Mano a mano”, "Cambalache", "Rencor", "Tengo Miedo", "Canchero", "Pa que sepan como soy", "La Cumparsita" y "Hoy es tarde" son verdaderas joyas del género.
Julio Sosa fue un hombre de buen comer, como decía su hermana: “hay que sentarse a verlo como come”.
En varias oportunidades comentó Armando Pontier que esperándolo Julio para cenar, el cantante llamó al mozo pidiéndole cinco bifes completos. Al llegar la comanda en presencia del bandoneonista, Pontier preguntó quién más llegaría a cenar; Julio respondió que sólo ellos dos. “Pero, ¿por qué tantos bifes entonces?”, Sosa contestó: “Maestro uno para usted y los cuatro restantes para mí”.
Julio Sosa era un tipo pintón, canchero, entrador, con una exquisita voz varonil, perfecta afinación y gran carisma.
*Historiador del tango, escritor, productor cultural, Director del Festival Nacional de tango "Carlos Di Sarli" de Bahía Blanca.