Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Con mensajes cruzados, y dosis de cautela, Fernández moldea su presidencia

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Alberto Fernández acaba de realizar su definición más tajante respecto del problema, crucial si los hay, que deberá afrontar cuando asuma el 10 de diciembre: la solución del endeudamiento externo. Dijo en México que así como está la deuda con el Fondo Monetario Internacional no se puede pagar.

   Resulta curioso, y Fernández no ha sido la excepción, la recurrencia de los presidentes argentinos a punto de asumir o una vez en el ejercicio del poder, en plantear o desnudar en el exterior definiciones sobre temas complejos de orden local que en su propio suelo suelen merecer de medias tintas, cuando no del "fulbito para la tribuna". 

   En el caso del presidente electo, el dato se potencia a poco que se repasen sus dichos previos, cuando aceptó utilizar la palabra "reperfilamiento" para el tratamiento de la deuda con el Fondo que inventó el macrismo, o estudió planes y sugerencias en torno a salidas de tamaño entuerto a la uruguaya, noruega o ucraniana, después de sepultar por impracticable en estas tierras el duro ajuste a la portuguesa.

   Para beneplácito del futuro ocupante del sillón de Rivadavia, economistas locales como Carlos Melconian han salido a respaldar esa dialéctica, aunque es cierto que nadie por ahora se ha atrevido a suponer que de ajustarse exactamente a los anuncios, el Gobierno que viene podría tentarse con un nuevo default. "Pagar queremos pagar, pero con estos números no podemos", explica y aclara una fuente del albertismo.

   El tema viene a cuento para patentizar el estado de indefinición en el que Fernández plantea su futuro como presidente, del mismo modo que retacea su aporte a la transición con el gobierno saliente luego de haber mostrado abierta disposición. 

   Quienes lo rodean en materia de análisis y proyecciones en torno a la economía y al problema de la deuda sostienen que "no es bueno mostrar las cartas antes de tiempo". 

   Dicen esos confidentes que el tema, cuándo no, se exagera a través de los medios, mientras ellos tienen para mostrar no sólo la buena disposición del gobierno de Donald Trump para colaborar sino también las propias palabras del vocero del Fondo. Que dijo, claro que con una advertencia que no debiera pasar desapercibida, que el organismo de Washington "está listo" para trabajar con Fernández, siempre y cuando el gobierno haga los deberes y también los ajustes que tornen sustentable la renegociación que se avecina. 

   En otras palabras, Gerry Rice avisó que ellos pueden ser contemplativos, pero en el fondo -valga la redundancia- reclaman  cobrar lo que el país les debe. Palabras en defensa propia, podría decirse. A fin de cuentas el FMI es directamente acusado de cómplice por Fernández por haber financiado con el préstamo de u$s 57 mil millones la campaña de Macri, "la más cara de la historia de la humanidad".

   El presidente electo pivotea también en otros temas urticantes de la realidad regional como es el caso de Venezuela. Sabe que en última instancia el apoyo a su gestión comprometido en aquel diálogo telefónico con Trump está condicionado por la irreductible posición del norteamericano respecto de la dictadura que, para el jefe de la Casa Blanca, encarna Nicolás Maduro. 

   Lo escuchó sin intermediarios en México de boca del influyente director del Departamento de Asuntos Hemisféricos del Consejo de Seguridad Nacional, Mauricio Claver-Carone, un duro entre los duros respecto de la mirada sobre el caricaturesco líder bolivariano. 

   El funcionario le reafirmó el deseo de la administración republicana de "éxitos" en la gestión, aunque dejó implícita la sugerencia, aceptada en voz baja por el albertismo, de que "sin Estados Unidos no se puede". Nada que ver con las indefiniciones internas de Fernández sobre el régimen de Caracas, cuando se recuesta en el "progresismo" del Grupo de Puebla pero al mismo tiempo manda al freezer su amenaza inicial de abandonar el "derechista" Grupo de Lima.

   Fernández, ya en el plano estrictamente local, debería decir algo. No cuestionó al cegetista Roberto Fernández, quien propuso "darle a la maquinita" para meter plata en el bolsillo a los trabajadores, sin importar si luego viene una devaluación con su secuela de viejos males. Tampoco replicó la amenaza directa de Juan Grabois, cuando le avisó que sus reclamos sectoriales tienen "mecha corta". 

   Del mismo modo, no se diferenció de las incontinencias verbales de quienes prometen venganza o, lisa y llanamente, la desaparición del periodismo que los denuncia y expone. 

   Tal vez sea pedirle demasiado a un hombre que en el fondo piensa lo mismo. Alumno aplicado de la escuela de Néstor Kirchner y su "¿A vos quién te manda?", famoso golpe con el que el expresidente solía replicar cuando una pregunta lo incordiaba.