“Es para mi papá que está en el cielo”, dijo Giuliano tras cumplir su sueño
En un hecho sin precedentes en el fútbol argentino, “Giuli”, jugador de Sansinena con síndrome de down, debutó oficialmente en la Liga del Sur y enseguida se enteró el mundo entero. Una historia emocionante que surgió, justamente, de las entrañas del club cerrense.
Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]
“Cuando estaba listo para entrar, parado en la mitad de la cancha, me di cuenta de que mi papá me estaba mirando desde el cielo”.
La historia de Giuliano Pambianco dio vueltas alrededor del mundo. Y no es para menos...
“Giuli” nació el 3 de septiembre de 1990 con síndrome de down, se crió y creció en General Daniel Cerri, tuvo una infancia y una adolescencia difícil, a los 24 años perdió a su padre (Hugo, quien falleció de cáncer) y pasó a ser el único hombre de una familia que componen su mamá Graciela y sus hermanas Yamila, Albana y Melina, todas más grandes que él.
Antes de seguir contando la vida de este “personaje” amoroso, chistoso y entrador, estoy obligado a decirle que ni él ni su entorno se imaginaron alguna vez lo que iba a pasar casi tres décadas después, precisamente hace 8 días atrás (sábado 19 de octubre), en el estadio Luis Molina de Sansinena, en un pueblo cerrense que, por Guiliano, trascendió todas las fronteras.
Sansinena y La Armonía se enfrentaron por la fecha 13, Zona B, del torneo Clausura de la Liga del Sur, y “Giuli” hizo su debut oficial en el conjunto “tripero”, un hecho sin precedentes en el fútbol argentino, según las averiguaciones que pudo hacer La Nueva. en los registros de AFA.
Faltando 5 minutos para el final del juego, Giuliano, con el buzo Nº 12, con guantes que apretujaba de los nervios y toda la pinta de arquero, reemplazó al golero titular Santiago Alvarez. Cuando entró, recibió la cinta de capitán de manos de Emiliano Jofré, se paró bajo de los tres palos del arco de la entrada y tocó una pelota con el pie derecho antes de que llegue lo que pocos sabían y muchos ni siquiera imaginaban: “Giuli” atajó un penal (a Giovanetti) y convirtió otro en la valla de enfrente.
“Estoy feliz. Estaba esperando este debut para poder regalárselo a mi papá, que debe estar más contento que yo”, declaró Giuliano, quien habla poco pero se ríe mucho.
“Venía entrenando a la par de mis compañeros, por eso sabía que en algún momento me iba a tocar”, señaló antes de meterle presión al DT del plantel local cerrense: Fabián Ehulech.
“Ya debuté, ahora quiero más minutos”, remarcó con ínfulas y desafiando límites prácticamente inexistentes para él.
“Pretendo jugar, en la Liga o en el Federal. Estoy preparado porque Fermín (Ponte, el entrenador de arqueros) me da con todo. Me dice `dale, dale, tirate arriba de la pelota'. Y yo lo hago”, argumentó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Fuiste a patear el penal con decisión, pero ¿quién era el encargado de ejecutarlos? A alguien se lo sacaste...
—El encargado era yo.
—Pero si estabas en el banco.
—¡Pero entraba!. Fabián (Ehulech) sabía que si nos daban un penal, tenía que hacer el cambio para que yo vaya a patear. Lo habíamos hablado.
—Te voy a poner en un aprieto: ¿fútbol o folklore?
—Fútbol y folklore.
—Tenés que elegir uno.
—Sansinena.
Está a la vista. Giuliano, quien tiene de ídolo a Franco Armani y guarda como tesoros los buzos que le regalaron los arqueros Adrián Gabbarini (en su paso por Olimpo) y Marcos Coronda (Huracán), no es “diferente” a nadie cuando tiene que pensar y responder.
Una madre orgullosa y feliz
Graciela Barroso escucha hablar a Giuliano y sus ojos se le llenan rápidamente de lágrimas. Las pasó todas, pero aclara que su cuarto hijo, con síndrome de down, llenó de felicidad el hogar que formó con Hugo Pambianco, cuando ambos se casaron en 1975.
Ni Giuliano, ni su padre ni nadie de su familia estaban ligados al fútbol. Y menos que menos al club Sansinena. Es más, Hugo, quien falleció en 2014, era hincha de Olimpo y Giuliano cumplía con sus actividades, junto a chicos especiales, en Bahía Blanca: concurría a la Escuela Alborada, bailaba folklore y jugaba al básquet.
“Mientras Giuliano se encontraba ocupado con sus quehaceres, estaba todo bien. La historia se empezó a complicar cuando falleció su padre y yo caí en una profunda depresión. No podía seguir llevando a Giuliano a Bahía y él vivía encerrado en casa tratando de no dejarme sola. Estaba tranquilo y bien, pero se notaba que le faltaba algo”, fue el relato casi pavoroso de mamá.
“Un día me dijo: `me voy a dar una vuelta al pueblo para ver que puedo hacer'. Se anotó en una peña de folklore, se empezó a contactar con gente y se abrió camino por sus propios medios”, siguió Graciela.
“Al poco tiempo arrancó a trabajar en la Municipalidad, juntando hojas y barriendo la plaza central de Cerri, y en ese ambiente se hizo compinche de Gonzalo (Medrano), un encomendado de Dios o del destino para que se cruce en el camino de Giuliano”, contó exaltada.
Padrino feliz. "Giuli, con su ahijada Martina en brazos, sonríe junto a "Gonza" Medrano y mamá Graciela.
“Por `Gonza' y su corazón enorme, Giuliano pasó a ser ayudante electricista en la Municipalidad y se vinculó a Sansinena, donde concurre todos los días desde hace 5 años. Desde 2014 que se va de casa a las 7 y vuelve a las 19, cuando terminan los entrenamientos en el club”.
—¿Cómo superaste la depresión?
—Viéndolo feliz a él y a las hermanas con él. Cuando Giuliano arrancó en Sansinena y empezó a tener una vida social más amplia, todo comenzó a mejorar. Venía todo más que bien hasta que sucedió lo del debut y recibimos llamados de todas partes del mundo. Como familia nunca imaginamos lo que está pasando, la repercusión, que la casa se llene de gente... Sé que de todo esto es responsabilidad de su padre, que nos sigue guiando desde arriba.
—Cada vez que llega de un entrenamiento, ¿qué te cuenta?
—Ahora lo lleva y lo trae Maxi Gandolfo. Viene potenciado, imaginate... Es bueno que haga una actividad física, que gaste energías y que se mantenga en forma, porque por su discapacidad tiene tendencia a engordar.
“Además maneja el whatsApp mejor que cualquiera de nosotros y toma decisiones por sí solo. Nunca dejé de pensar que es un chico down, aunque Giuliano derribó todas las barreras y superó todos los límites. Cumplió un sueño que por ahí muchos chicos `normales' no pueden concretar”.
Graciela trataba de impedir la emoción, pero miraba a Giuliano y las palabras salían de su boca con mayor facilidad.
“Cuando él nació (3 de septiembre de 1990), el médico nos dijo: `va a ser una planta con síndrome de down'. ¡Mirá lo que es la planta hoy! A veces los doctores se equivocan, y feo. Con mi marido y mis otras tres hijas afrontamos la situación con sangre, sudor y lágrimas para que Giuliano tenga una vida llena de esperanzas”, sentenció Graciela, quien revoleó los ojos hacia su derecha para observar como Giuliano, con la cabeza erguida y la vista clavada en el centro de la mesa de la cocina, escuchaba con atención.
“Vuelvo a reiterar, ¡mirá lo que es hoy! Una planta carnívora, que vive a pleno y es feliz. Me encantaría ir a decirle los médicos que estaban terriblemente equivocados”, indicó con bronca.
—¿Qué sentiste cuando lo viste entrar a jugar?
—Se me empezaron a mezclar un montón de sensaciones; nunca sentí alegría, orgullo y nostalgia al mismo tiempo. No podía creer lo que estaba viendo y enseguida empecé a llorar. Era el día de su vida.
Junto a sus sobrinas del corazón: Francesca, Bianca y su ahijada Martina.
“Se me aflojaron las piernas, no te miento; la satisfacción era total. Y después del partido me saqué la mejor foto que tengo con Giuliano: en Sansinena, dentro de la cancha y él vestido de arquero”.
“Gonza”, el padre que no tiene
Gonzalo Medrano es nacido en General Daniel Cerri y su ADN también tiene los colores de su querido Sansinena, donde se formó y jugó siempre, más allá de un temporario paso por Comercial, Liniers y Sporting.
Actualmente juega en Unión Bernasconi, en la Liga Cultural Pampeana, aunque en el 2020 retornará al “tripero” porque tiene una cuenta pendiente: llegar a los 400 partidos con la camiseta que más ama.
“Gonza” es quien llevó a Giuliano a Sansinena, el que lo mimó después del fallecimiento del padre y con el que habla más que su señora (Rocío Luján Pereyra).
“Es increíble, el domingo (20 de octubre) se cumplieron 5 años de la muerte de Hugo, el padre de `Giuli', quien un día antes pudo cristalizar el sueño de su vida”, admitió el todavía vigente volante o lateral por derecha.
“Hugo era amigo de mi abuelo (Raúl Camiletti), aunque yo lo conocía de antes, cuando él era inspector de tránsito en Cerri y cada vez que me veía me quería sacar la moto, que era vieja y estaba floja de papeles... (risas). Un día me escapé de un control y me corrió, pero no me pudo agarrar. Hasta que fui a lo de mi abuelo y lo vi ahí. Charlamos, nos empezamos a ver más seguido y fuimos fortaleciendo la amistad”, describió “Gonza”, padre de Bianca (7 años), Francesca (16 meses) y Martina (90 días), la ahijada de Giuliano.
“Cuando Hugo muere, Giuliano, que trabajaba en la Muni como barrendero, dejó de ir. En ese momento me empecé a preocupar. Un día, en la calle, le pregunté a Graciela por Giuli y me comentó que estaba renegado y que no quería hacer nada. Entendí que estaba haciendo el duelo por la muerte de su padre, pero igual lo fui a ver a la casa. Le propuse que arranque otra vez en la Muni, pero como ayudante electricista, que iba a andar en el camión conmigo. Se entusiasmó tanto que al otro día llegó a trabajar a las siete menos diez y a todos les preguntaba por mi”.
“Sé que tomé decisiones que no me correspondían, pero el delegado de turno en ese entonces (Julio Martínez) me había dado el ok para que Giuli arranque. Así que hice lo que más tenía ganas de hacer: ver feliz a Giuliano”, indicó Gonzalo casi con la voz entrecortada.
—¿Cuál es su función como ayudante electricista?
—No toca nada que sea peligroso. Alcanza las herramientas y colabora mucho. Es más, a la tarde-noche de casi todos los días me llama para decirme que en tal esquina hay un foco quemado o que la luz de tal columna prende y apaga y hay que arreglarla. Cuando viene de entrenamiento va mirando para darme un panorama de lo que hay que hacer al otro día. Es un fenómeno.
—Estoy ansioso: ¿cómo llegó a Sansinena?
—El trabaja conmigo de 7 a 13. Hace cinco años, un mediodía, me dijo: `¿qué hacés cuando salís de acá, de la Muni?' Le respondí que iba a entrenar a Sansinena. Como sabía hacia adonde apuntaba su pregunta lo apuré: `¿querés ir?'. No tardó en contestar: `sí, por supuesto'. Ahí nomás fue a la casa, preparó un bolso con un pantalón corto y una remera y lo pasé a buscar. Le regalé los guantes y los botines y tuvo todo el equipo de arquero completo desde el primer día.
“Hasta que yo estuve entrenando en Sansinena iba conmigo, pero si yo no podía, lo pasaba a buscar Fabio (Lucanera) o Juan Pablo (Schefer). Ahora el responsable es Maxi Gandolfo. Todo el plantel sabe que es una falta grave si no van a buscar a Giuli”.
Recibiendo la ropa de "Braca", el eterno y querido utilero de Sansinena.
—Giuliano fue inscripto por primera vez en la lista de buena fe, firmó planilla y su debut oficial quedará registrado de por vida en el seno de la Liga del Sur. ¿Quién tuvo la idea de hacerle cumplir el sueño?
—La idea fue del club, de los dirigentes, quienes se pusieron de acuerdo con el DT de la Primera local (Ehulech) y su ayudante de campo (Emiliano Schefer) para hacerlo debutar. Ahora yo pienso: desde que Giuliano está en el club, pasaron 5 años y un montón de técnicos, pero nunca nadie le dio la posibilidad que ahora si tuvo.
“Se dio todo en una semana. El presidente del club (Fabián Diana) llamó a la madre para consultarle por lo que pretendían hacer y todos pusieron manos a la obra. A Giuliano lo ficharon un viernes y el sábado debutó. La Armonía (el rival) y la cuarteta arbitral colaboraron desinteresadamente en un show que será inolvidable para todos los que estuvimos ahí”.
—¿Qué sentís ahora que todo pasó?
—Me sigo emocionando con la repercusión que tuvo el debut de Giuli. Tenía ganas de jugar con él.
—Es raro que no haya sido una sorpresa para él.
—Es que en la semana tuvo que ir a la Liga a firmar, llenó una planilla de inscripción y le tomaron la huella digital de un dedo. Era obvio que se iba a dar cuenta, por eso le tuvieron que decir que era los que pasaba. Antes del partido le informaron que iba a ir al banco, que no iba a jugar, aunque estaba todo preparado para que entre los últimos 5 minutos.
“El se dio cuenta de todo. El día anterior, en la Muni, me había anticipado que iba a jugar. Por eso me pidió que vaya y lleve a su ahijada (Martina) a la cancha, que se quería la mejor foto. Estaba feliz con la convocatoria”.
Amor puro. "Gonza", Giuliano y Graciela. En la mesa, adelante, el reconocimiento que le dio el intendente Héctor Gay en nombre del municipio bahiense.
“Y todo terminó siendo una fiesta. Para sacarse el sombrero con la organización, con el comportamiento de la gente ajena al club (La Armonía, que terminó ganando el cotejo 3-2) y con lo que se logró”.
—Vos también cumpliste un sueño, ¿o no?
—Si, pero tengo otro: jugar un partido con él. Me queda poco para cumplir los 400 partidos en Sansinena, así que en 2020 volveré para cumplir con ese anhelo. Cuando llegue a esa cifra, Giuli tiene que estar.
Ellos lo sabían todo y colaboraron para que se lleve a cabo
Emanuel Peralta (árbitro del partido)
“En la semana me había avisado Fernando Márquez (vice de la ABA) de lo que se estaba preparando. Después arreglaron entre los equipos el mejor debut de Giuliano. Ya en el estadio me enteré de los últimos detalles y le dije a Fabián Ehulech y al presidente de Sansinena que no había drama de nada, que me encantaba la idea. Hablé con los capitanes, colaboraron todos y el partido terminó en tiempo y forma. Fue emocionante lo que me tocó vivir, más allá de haber sancionado dos penales que en mi vida pensé que los iba a cobrar... (risas). Es un orgullo haber sido parte de un encuentro histórico y que se recordará por siempre”.
Mauro Brunelli (DT de La Armonía)
“Algo ya sabía, pero cuando llegué a la cancha el `Patón' (Ehulech) me avisó que iba a poner a Giuliano los últimos 5 minutos y que el partido se iba a terminar en ese momento, vaya como vaya el resultado. Me pareció bárbaro y de parte de La Armonía no hubo ningún tipo de reparos. Ehulech vino a hablar a nuestro vestuario y mis jugadores se pusieron a disposición de lo que pretendían hacer”.
“Todo lo que pasó dentro de la cancha lo arreglaron los jugadores de ambos bandos. Incluso Giovanetti pateó el penal y se agarró la cabeza antes de que Giuli atrape la pelota... (risas). Fue emocionante lo que se vivió. Se me cayeron las lágrimas cuando Giuliano convirtió el penal y sus compañeros lo rodearon y empezaron a corear su nombre. Se contagió todo el estadio y los futbolistas de La Armonía también”.
Santiago Alvarez (arquero de Sansinena)
“Giuliano es uno más de nosotros, va a todos los entrenamientos, hace lo mismo que hacemos los arqueros y eso te llena de orgullo. Cuando el `Patón' (Ehulech) me dijo lo que se pensaba hacer, acepté con mucha alegría, como todos mis compañeros. Sabía en que minuto tenía que salir, aunque me pasé todo el segundo tiempo mirando para el banco. Giuli se vive esforzando y merecía esta posibilidad. Quedé en la historia, pero lo único que importa es el sueño de Giuli. Ahora me va a querer sacar el puesto...(risas)”.