Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

“Asumí la creencia de que mi hija me está esperando en otro lado”, asegura el padre de Agustina Bustos

 La chica, de 19 años, fue asesinada en el barrio Rucci para robarle la mochila. Eduardo admite que es difícil seguir adelante y “quiere que haya castigo para el culpable”.

Fotos: Archivo LN.

   “Tenés que aprender a vivir de nuevo. Es una cruz gigante para llevar en la espalda, pero la gente que te ayuda te la hace más liviana. Igual, hay momentos que, por más que tengas toda la ayuda y el apoyo del mundo, la cruz se hace de plomo... Es más, todavía no pude pasar por el lugar donde asesinaron a mi hija. Quizás en el futuro, pero por ahora, y a sabiendas, lo esquivo”.

   Eduardo Bustos transita su propio calvario desde aquella noche del 3 de abril del año pasado, cuando en el barrio Rucci una mano asesina truncó la vida de su hija Augustina Solange (19 años) para robarle una mochila y el sueño de ser médica, para el cual había comenzado sus estudios de enfermería.

   El hombre reconoce que “se hace muy complicado” vivir con tanto dolor, pero a su vez asegura que “tengo muchísimo apoyo. Uno de los puntales más grande es mi esposa (Patricia). Si no fuera por ella no sé dónde estaría. También de mi hermana (Sandra), que es la que más involucrada está en todo. Ella quiere hacer una ONG y pintar corazones en los lugares donde hubo asesinatos”.

   “Yo lo único que quiero es que la memoria de mi hija quede lo más alto posible, que no se la olvide, y que haya castigo para el culpable, como tiene que ser. Después esperaremos el castigo divino, y habrá que elevar una oración para que el de arriba nos brinde un poco de sosiego a nosotros y le ponga la pena que tenga que ponerle al pibe”, dice Eduardo.

   Señala que el tema de la fe religiosa “me era indistinta. Desde hace nueve meses rezo todas las noches, ando con un rosario encima que era de mi hija y asumí la creencia de que ella me está esperando en otro lado. Y eso me tranquiliza muchísimo”.

   También reconoce que la muerte de Agustina le permitió conocer “lo que yo amaba a mi hija. No sabía que la amaba tanto. Aprendí a tener fe en que algún día, Dios lo quiera, nos volvamos a encontrar. Y también aprendí a amar a mi familia, porque me di cuenta del amor que siento por ella”.

   Eduardo cuenta que la pareja que había formado con la madre de Agustina se disolvió cuando la niña no había cumplido tres años, y un lustro después construyó otra relación, casándose en 2015.

   “A mí la que me ilumina la cara todas las mañanas cuando me levanto es mi esposa. Es una luz que me da fuerzas para seguir. Y los hijos de ella (Daiana y Lucas, de 25 y 21 años, respectivamente) me adoptaron como padre. Ellos me adoptaron a mí”, dice con orgullo.

Pruebas de la vida

   El tiempo “no sé si cura las heridas, porque yo las tengo abiertas y sangrando todavía. A mí el tiempo no me ayudó en nada. Yo pienso mucho en mi hija y le escribo continuamente... Me quitaron el cuerpo de ella, pero no su alma”, dice, a la vez que asegura que “he vivido muchísimos retos, pero esto nunca me lo imaginé ni me lo vi venir”.

   De todos modos reconoce que se sorprendió de su propia fortaleza.

   “Pensé que si me faltaba mi hija me moría y todavía estoy acá. Enterrar un hijo es difícil. Yo estaba constantemente encima de mi hija con el tema del cuidado personal, de que no le roben. La recomendación era 'si te asaltan dales todo y yo te compro todo'. Cada dos segundos le decía 'cuidate; que te acompañen al colectivo'. Esto nunca lo vi venir”.

   Por la muerte de Agustina está detenido Matías Moreno (18) y acerca de la marcha de la causa Eduardo dice que “por lo que yo sé, el fiscal está el 99,9 por ciento convencido de lo que está haciendo. Él tiene toda la certeza de que lo que está haciendo es lo que corresponde, y la abogada (Viviana Lozano), que me asesora, ratificó casi todo lo que hizo el fiscal”.

Apoyo y contención

   La magnitud del hecho repercutió en la más alta esfera política provincial.

   “Cuando la Gobernadora (María Eugenia Vidal) pidió hablar conmigo, lo primero que le solicité fue que no usemos el tema de mi hija para temas políticos, porque yo soy más bien apolítico. No me interesa ni lo político ni lo material. Comprendió eso y hasta ahora me brindaron muchísima ayuda. Estuvimos en contacto cada veinte días. Ellos se preocuparon por mi bienestar y el de mi familia, y gente de Asistencia a la Víctima está continuamente en contacto conmigo”, asegura Eduardo.

   Además de otorgarle asistencia psicológica y legal, brindada por la abogada Lozano, “la gobernadora se molestó en enviarme un rosario bendecido por el Papa Francisco, apenas un mes pasado lo de Agustina. Además, (el intendente) Héctor Gay se presentó en mi domicilio para apoyarme en lo que necesitara, y lo único que lo solicité fue que ayude a mi hermana para hacer lo de la ONG, porque ella está muy comprometida con eso”.

   Desde 2014, Eduardo trabaja como chofer de la empresa Logística Diésel, perteneciente al Grupo Guazzaroni Greco, con sede en 9 de Julio. La muerte de su hija lo sorprendió en La Plata, en un momento de descanso de su actividad laboral.

   “Tengo que agradecer y destacar la humanidad de la gente del transporte en el que trabajo. Me ofrecieron estar dos años en mi casa abonándome el sueldo y yo dije que no quería, porque mis cosas me las gano trabajando. Igualmente me pidieron algunas sesiones con una psicóloga para ver en qué estado estaba. Es comprensible, porque yo ando con una bomba atrás. Antes cargaba en La Plata y descargaba en Bahía; ahora me ofrecieron hacer Junín-Bahía, que es una ruta más tranquila, y tengo un tiempo más para estar con mi familia”, comentó el hombre, quien conduce camiones transportando combustible.