Nahuel, el chico que no ve y guió a un chofer de colectivo
Por Belén Uriarte / [email protected]
Sol Azcárate / [email protected]
Nahuel Rodríguez tiene 20 años, no ve y trabaja en el Centro Luis Braille, donde hace cepillos, escobas y escobillones.
Cuenta que entró por una pasantía de la Escuela Laboral y se quedó: "Los compañeros me caen re bien, son re buenas personas".
Ayer, en el Día Internacional de la Discapacidad, participó del circuito inclusivo que se hizo en la Plaza Rivadavia, donde guió a un chofer de colectivos de larga distancia.
Nahuel tomó del brazo a Walter Fuica, quien se tapó los ojos y tomó un bastón blanco. Juntos recorrieron la plaza y esquivaron todo tipo de obstáculos: tachos de basura, árboles, canteros...
—Jamás había guiado a nadie. La idea es concentrarse un poco e ir tocando sobre la vereda para ir dándote cuenta que vas bien. Por ahí me pierdo, pido perdón, paramos un poco y después continuamos —dice Nahuel, quien destaca que hay gente solidaria.
—Una señora me dijo que nos admira mucho. A mí me da miedo salir solo a la calle. La gente me ayuda, por ejemplo a tomar el colectivo para volver a mi casa.
Nahuel cuenta que su talento es rapear: compuso un tema que se llama "Rap Laboral" y ahora quiere hacer otro dedicado a Luis Braille. Además, sueña con formar un grupo con dos amigos no videntes.
Su máximo ídolo es Matías Carrica, “el gran rapero de los raperos” y para él “sería un orgullo” cantar una canción de él.
Una extraña sensación
Walter Fuica es chofer de larga distancia y se animó a caminar con los ojos tapados y la ayuda de Nahuel.
—Me puse las vendas en los ojos para sentir lo que siente la persona que no ve. Caminamos alrededor de la plaza, cruzamos la calle, lo que ellos hacen todos los días. Fue una sensación extraña, sentí tensión en las dificultades, al no saber para dónde caminar. Me explicaron que tenés que usar el oído, la forma de caminar y para qué es el bastón.
Walter reconoce que en Bahía hay muchas dificultades para las personas con discapacidad, como las veredas rotas, las mesas [mal ubicadas] en bares y la falta de empatía. A lo largo del circuito, una sola persona se les acercó para preguntarles sin necesitaban ayuda.
—[Las personas con discapacidad] estaban contentas [con el circuito inclusivo] porque hay alguien que está pensando en ellas. Es importante ponerse en el lugar de ellos, conocer su lucha de cada día, tratar de ayudar y cambiar, con un grano que pongan todas las personas esto va a cambiar.