Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Un crimen, preguntas sin respuesta y la impunidad como resultado final

A poco de cumplirse 15 años del homicidio de Daniel Herrera, hallado sin vida en un descampado del barrio Colón, el caso no tiene responsables.
Fotos: Archivo LN.

   El delito contiene un abanico de matices según el prisma con el que es observado, pero la pérdida forzada de una vida aparece como un límite infranqueable. Cuando se trata de un homicidio y no se castiga al culpable, la impunidad se erige en dominadora de la circunstancia.

   Ante esa situación consumada pueden surgir infinidad de razones que pretendan acercar una justificación, pero en todos los casos la realidad es la misma: ausencia de justicia y sumatoria de dolor para el entorno de la víctima.

   Eso sucedió con el hecho ocurrido el 17 de noviembre de 2002, cuando el cuerpo del cartonero Daniel Jesús Herrera (17) -tendido entre pastizales, con un ciclomotor y un arma recortada calibre 28 a su lado- fue hallado por Gustavo Perdino, quien alrededor de las 10.30 llegó a un baldío ubicado en Donado al 1700 para estaquear a un caballo y darle de comer.

          Mirá también: La vida después de una muerte: asesinaron a su hijo y se abandonó en un colectivo

   Por el crimen la policía detuvo a Juan Carlos Figueroa Gagliano, apodado "Jipi" (32 años en aquel momento), aunque en el círculo familiar de la víctima -precisamente su padre Juan Carlos- la mira estuvo puesta en algunos integrantes de la fuerza de seguridad como supuestos autores del homicidio.

   El 24 de agosto de 2005 Figueroa Gagliano fue absuelto por falta de pruebas que imposibilitaron acreditar su autoría en el hecho investigado, y que obligó a descartar la primera hipótesis planteada sobre lo sucedido aquella madrugada.

   Al fundamentar el veredicto, el juez Enrique José Montironi -con quien adhirieron sus pares Mario Lindor Burgos y Hugo Alberto De Rosa, del Tribunal en lo Criminal Nº 1- afirmó que no se hallaron pruebas para adjudicar responsabilidad al procesado en el homicidio.

   "No existe un solo elemento cargoso, de calidad y entidad suficiente que, certeramente, me lleve a sostener que Figueroa Gagliano resulta ser autor o tenga algún grado de participación en el hecho criminoso que se le imputa", indicó.

   En primera instancia los investigadores manifestaron creer que se trataba de un suicidio, luego que supuestamente el joven mantuvo una discusión con su novia y fundamentalmente porque el disparo mortal estuvo registrado en la región parietal derecha y al costado del cadáver fue hallado el pistolón, aunque esa presunción fue descartada científicamente mediante pericias histopatológicas realizadas sobre el cuerpo de la víctima, las cuales determinaron que el proyectil había sido disparado desde larga distancia.

   En su alegato, el fiscal Guillermo Petersen consideró que hubo elementos suficientes para imputar del crimen a Figueroa Gagliano, y reclamó la imposición de 17 años de prisión, basando su posición en diversos testimonios, algunos de los cuales aludieron a un incidente previo entre el acusado y la víctima, y a un encuentro que habían mantenido algunas horas antes del hecho.

   De todas maneras, el Tribunal consideró como “vagos e imprecisos” los relatos de dos testigos que dijeron haber visto a tres personas y una camioneta similar a la del acusado en la zona del crimen, pero que no pudieron señalar al procesado como integrante de ese trío.

Amenazas

   El 2 de diciembre de 2004, Figueroa Gagliano había sido detenido durante un allanamiento realizado en una vivienda de Comodoro Rivadavia y permaneció hasta la finalización del juicio alojado en la Unidad Penitenciaria Nº 4. Los investigadores habían logrado dar con su paradero luego que el acusado mantuviera una comunicación telefónica con su familia.

   "Me fui por las constantes amenazas y la persecución que tenía por parte de la familia Herrera. Por los lugares donde estaba, siempre habían autos buscándome", explicó en su momento.

   Al salir de cárcel de Villa Floresta, Figueroa Gagliano dijo que “nunca tuve que ver con esto y quedó bien claro dentro del juicio que cometí el error de haber disparado esa noche, pero en ningún momento contra él", haciendo referencia a los tiros al aire que había efectuado luego de retirarse ebrio de una reunión familiar.

“Lo mataron para hacerlo callar”

   El 18 de noviembre de 2003, un centenar de personas entre familiares, amigos y allegados al adolescente realizaron una marcha de protesta por las calles céntricas, con las consignas "basta de impunidad, queremos justicia" y "Daniel no se suicidó, lo mataron".

   “Nosotros investigamos, sabemos quiénes están involucrados, está involucrada la policía", manifestó durante aquella marcha Juan Carlos Herrera, padre de la víctima.

   "Lo único que sé, y tengo comprobantes, es que él (por su hijo) sabía de unos robos que tuvo la policía, por eso lo mataron, para hacerlo callar. Yo no tengo miedo; ya me mataron, estoy muerto en vida", afirmó Juan Carlos al momento de exponer su hipótesis.

   Agregó que “lo único que hicieron (refiriéndose a los policías) fue molestar a la familia. Me pegaron en un (automóvil) Gol, mandaron gente que trabaja con ellos, 'chorros', después me quisieron pegar a mi, a mi señora (Ana María Millán) y a los pibes (por sus hijos) en la camioneta, gente también de ellos, pero yo no les seguí el juego".