Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Bruno Belli: "Todo lo que soy y lo que avancé se lo debo a mi mamá"

Después de mucho peregrinar entre especialistas, fue diagnosticado a los ocho años con síndrome de Asperger. Hoy, sin tapujos, él y su madre recuerdan el proceso.
Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Cecilia Corradetti

Ccorradetti@lanueva.com

Después de que corriera mucha agua debajo del puente y que los momentos más difíciles quedaran atrás, María Delia Arruiz asegura que en el proceso de su hijo Bruno, de 15 años, que padece síndrome de Asperger, su intuición fue la base de todo.

Eso fue lo que, precisamente, priorizó y lo que aconseja a quienes atraviesan situaciones similares: seguir a la intuición, ese sentimiento tan femenino que pocas veces falla.

Dos meses atrás, cuando se hizo pública la noticia de que en una escuela de Buenos Aires un grupo de madres festejaba que un niño Asperger se alejaba del colegio, se le movieron hasta las fibras más íntimas.

Viuda desde hace 12 años, María Delia es toda una luchadora.

Ella lo sabe, aunque no deja de “piantársele” un lagrimón cuando su hijo, sonrisa ancha, lo ratifica: “A ella le debo lo que soy”.

Es que no ha sido fácil remar con un niño, ahora adolescente, “Aspie”, el modismo que usan muchos para nombrarse entre sí y que, por lo general, se caracteriza por mostrar dificultades de gravedad variable en la interacción social y en la comunicación. Aunque, a decir verdad, hay mucho más.

--¿Qué síntomas comenzó a notar cuando nació su hijo?

--El 21 de enero de 2002 llegó al mundo y tres años después murió el papá. Eso es algo que también tuvimos en cuenta, aunque previo a eso ya había advertido que le costaba vincularse con sus compañeros del jardín, estaba aislado. Solían responsabilizarme por tratarlo como hijo único y también decían que era sobreprotegido.

“Después que murió mi esposo, Bruno seguía desbordándose y atribuimos su conducta a ese episodio, pero algo no me terminaba de cerrar. Seguí mi intuición y así fue que comenzaron las consultas psicológicas y médicas”.

--¿Cuál fue el disparador?

--Noté que con Belén, una chica maravillosa y con gran sensibilidad, que lo cuidaba y aun hoy sigue trabajando en casa, habían logrado un vínculo hermoso. Fue entonces que decidí acudir a una psicóloga. Además, hablaba monocorde, era algo raro. Pero a la vez miraba muchos dibujitos animados y pensábamos que eso estaba relacionado. También consultamos con una neuróloga y luego a una psiquiatra infantil, que lo medicó porque sostenía que la muerte del padre lo había deprimido.

--¿Fue así?

--No era solo eso. Y por fin dimos con una buena psicóloga que nos derivó a un grupo de mamás de hijos con Asperger. Enseguida fue diagnosticado. Claro que, para entonces, tenía ocho años. Pude entender, de una buena vez, por qué la parte sensorial, social, motriz y hasta la empatía no eran normales. Bruno nunca se autolesionó, pero es otra conducta habitual. Sí, en cambio, me llamaban siempre de la escuela y no precisamente para felicitarme.

--¿Qué considera que fue lo que ayudó tras el diagnóstico?

--Sin dudas la terapia asistida con perros representó un cambio total en su vida. El haber logrado el certificado de discapacidad, algo que al principio me costó tramitar, tal vez por negación, nos abrió muchas puertas y tratamientos. Esta terapia fue maravillosa. Hoy, únicamente va al psiquiatra y solo cuando lo necesita.

--¿Aún sienten la mirada del otro?

--Sí, y fusila. Pero logré armarme de herramientas y mi elevada autoestima me ayuda a poder darle a Bruno más seguridad. Debo confesar que mi pareja colabora mucho en todo este proceso nada fácil y que demandó gran cantidad de profesionales, como acompañantes terapéuticos y maestras integradoras.

--¿Siente que la gente en general es poco comprensiva?

--Se demostró hace poco, cuando aplaudían porque un nene de Buenos Aires con este síndrome se cambiaba de escuela. Pero no creo que sea por maldad, sino por desconocimiento. Nosotros hemos vivido a diario situaciones similares. Hay quienes lo miran como bicho raro, porque estos chicos realmente tienen otra óptica de la vida, son más literales, sin doble sentido, picardía...

--¿Qué les aconseja a otros papás en igual situación?

--Seguir a la intuición y no quedarse con la palabra de un solo profesional, porque muchos se suben a un pedestal y se olvidan de que hay seres humanos detrás. Hay que involucrarse, supervisar el tratamiento, aprender a convivir.

“No fui un santo”

“Una persona que le cuesta sociabilizar pero que es muy inteligente”. Así define el propio Bruno a aquellos que padecen Asperger.

“¿Cómo es un día en mi vida? Me levanto, voy a la escuela (la secundaria 21 que funciona en la Escuela 7), tengo amigos, uso la compu...”, enumera y confiesa que aún no sabe qué carrera estudiará el día de mañana.

Bruno reconoce que se ha sentido discriminado, en especial durante la primaria.

“Mi curso no era el más comprensivo... y yo no fui un santo”, compara, entre risas.

Estaba casi habituado a ver a su mamá en la dirección de la Escuela 2, en Vieytes y Colón. No era para menos.

“Un día le pegué una piña a un compañero justo en la zona de los pulmones. No podía respirar. Me sentí culpable muchos años y aún hoy siento que le debo una disculpa”, se sincera.

María Delia fundamenta: “Fui tantas veces a la escuela que perdí la cuenta. Pero insisto, estos chicos no tienen maldad, sino que carecen de filtro y pueden ser crueles sin intención”.

“¿Cómo puede ser que en casa sea un `dulce de leche` y en la escuela un desastre?”, recuerda que solía preguntarse.

Hoy, la vida los encuentra viviendo juntos en su casa propia del barrio San Cayetano.

Son felices

“¿Qué espera para Bruno? Ir soltándole, de a poco, la mano. Pero mis objetivos son a corto plazo porque creo que es la mejor manera de no frustrarme ¡y no frustrarlo a él!”, concluye.