Ramón Verón, la bruja de la bicicleta que se lleva el viento
Por Ricardo Aure / [email protected]
Al andar, con los ojos fijos en el camino, Ramón Verón vuela hacia el futuro y se siente rodeado por los chicos de una flamante escuela.
Al andar, dialoga con su pasado y le busca, por ejemplo, respuesta a por qué dejó pasar ciertas oportunidades.
El presente lo encuentra pedaleando, entre 190 y 200 veces por kilómetro, en el umbral del final de la travesía que inició el 8 de noviembre del año pasado, justo cuando cumplió 68 años, en La Quiaca (Jujuy), que extendió hasta Ushuaia y que espera culminar el domingo que viene en Escobar, provincia de Buenos Aires.
¿Por qué? Porque trata de decir que la vida no se termina con la jubilación y porque quiere expresarles a los jóvenes que no deben bajar los brazos, que se capaciten y que sean felices.
¿Y para qué? Para que en Escobar, donde vive, el año que viene se inauguren la escuela y el jardín de infantes que tanto hacen falta.
“Ya están los terrenos y como hace años que con mi amigo Alfredo Pico tenemos la idea de esta travesía pero nos faltaba un propósito, se la presentamos a la comisión que trabaja por la escuela. Muchos no me creyeron capaz por la edad, pero la aceptaron y aquí andamos, reuniendo fondos”, dice.
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Sobre Moreno y 9 de Julio, al reparo de la sombra de la plaza Pellegrini, Ramón se repone del trayecto que cumplió desde Pedro Luro. Luce una camiseta roja del Manchester United, de la época en que Juan Sebastián Verón, La Brujita, jugó en ese equipo inglés que en 2001 pagó por su pase 42 millones de euros. A su papá, Juan Ramón, figura de Estudiantes de La Plata en los años '60, le decían La Bruja.
“Yo soy la bruja de la bicicleta”, argumenta este anónimo Verón después de 5.300 kilómetros, 12 provincias, sus respectivas capitales y otras tantas ciudades importantes a las que entró para difundir su propósito.
“Los medios de comunicación nos apoyaron desde que salimos de La Quiaca. Todos han dado a conocer esta iniciativa. Y me dieron ánimo para seguir. A veces llegué a dudar de mi capacidad y me he sentido agotado, pero me alientan las ganas de llegar a ver la escuela terminada”.
Según la intensidad del viento, Ramón pudo sumar entre 85/90 a 115/150 kilómetros por jornada.
Del norte, dice que lo impresionaron Humahuaca y la quebrada; del sur, el glaciar Perito Moreno y Ushuaia, con su paisaje y sus calles limpias. Por el contrario, lo conmocionaron los bosques arrasados por el fuego.
La Navidad lo sorprendió en Piedrabuena y el 2016, en Comodoro Rivadavia con un pan dulce y una sidra.
Ramón Verón nació en Villa Guillermina, Santa Fe, muy cerca del Chaco. A los 20 años salió a buscar trabajo y en 1967 se radicó en Escobar. Allí pudo ganarse la vida como albañil, se casó con Marta Graciela Barrenechea y tuvieron cuatro hijos.
Ya jubilado, aunque los 3.500 pesos que cobra lo obligan a tener que buscar algunas changas, a Verón siempre lo impulsa un proyecto. Comenzar la escuela secundaria es el próximo. Por ahora, los días de esta semana lo verán pasar sobre su bicicleta celeste que compró en Buenos Aires y con un viejo conocido que lo empuja o lo detiene: el viento.